Gaeul y Hyunjin tienen muy claro que lo suyo no va más allá de una amistad. Pero son los únicos que no se dan cuenta de que se miran de todo, menos como amigos.
****
Hay algo que Gaeul tiene siempre en mente: no confiar del todo en nadie.
Por esa ra...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aquella era probablemente la peor semana que había tenido Hyunjin en mucho tiempo. Habían pasado varios días desde que Gaeul había roto con él, y seguía sin asimilar nada. Se sentía como en una pesadilla de la que, por mucho que lo intentase, no podía despertar.
Aunque le diera vueltas a la cabeza, seguía sin comprender a qué se debía ese cambio de comportamiento, ni tampoco por qué la joven le había dicho todo eso, con una frialdad que le había hecho temblar. Tampoco entendía por qué, si sentía que lo suyo no funcionaba, no lo había comentado antes.
Siempre había pensado que su relación iba sobre ruedas, pero parecía que no era algo mutuo, que todo lo que para Hyunjin era increíble, para ella no. Y le dolía. Le dolía saber que el amor que sentía por Gaeul no era correspondido, que solo estaba con él porque le gustaba recibir su atención.
—¿Puedo pasar? —escuchó al otro lado de la puerta a Jiyong, interrumpiendo de golpe sus pensamientos. Aun a pesar de la distancia que les separaba, era capaz de escuchar la preocupación latente en su voz.
—He dicho que no quiero cenar —terminó respondiendo, tras aclararse la garganta.
Llevaba todos esos días sin apenas comer, haciéndolo únicamente para no desfallecer debido a los ensayos planificados, y por primera vez le daba igual que la actriz hubiese ido hasta el dorm, y que hubiese preparado uno de sus magníficos platos.
Se sentía vacío, y nada ni nadie parecía ser capaz de llenar esa sensación.
Todo lo que podría servirle para mantener la cabeza ocupada, le recordaba a Gaeul. ¿Bailar hasta que le temblase cada músculo posible? Le recordaba a los halagos que le había dado cuando se habían conocido, del brillo de sus ojos cuando le daba consejos para mejorar. ¿Ver cualquier serie que echasen en la tele? Le recordaba a cuando veían los dramas de Jiyong juntos, y se quedaban comentándolos hasta bien entrada la madrugada. ¿Hacer fotos? Le recordaba a todas las que había tomado en Japón o en las que salían juntos, besándose o haciendo tonterías, las cuales se había pasado horas y horas admirando, intentando entender dónde había quedado toda esa alegría.
—Tienes que hacerlo, Hyunjin —insistió Jiyong, abriendo la puerta sin importarle la negativa del idol—. Llevas días sin comer en condiciones.
—No me apetece, noona —se quejó, arrebujándose bajo las sábanas, esperando que se diese cuenta de solo quería dormir y esperar que todo el dolor que le atenazaba pasase cuanto antes.
—Hyunjin —pronunció la joven, acercándose al borde de la cama con lentitud, para que la comida que cargaba no terminase en el suelo.
No lo dijo como un regaño, sino como una advertencia de que no la iba a hacer cambiar de opinión por mucho que lo intentase. Y la conocía de sobra como para saber que no había ninguna mentira, así que se dio por vencido y se reacomodó en el colchón, estirando las manos para tomar con cuidado la bandeja que portaba.
