Despertar, y que la primera cosa que mis ojos vieran fuera el hermoso rostro sonriente de Allen, no tenía precio. Lejos, había sido la mejor mañana de mi vida.
—Mierda —susurré sin dar crédito a lo que veía—. ¡Oh, Mierda! —exclamé un poco más despierto.
Cubrí mi boca, restregué mis ojos, lavé mi cara, me puse mis lentes y volví a ver mi celular, la foto seguía ahí. ¡No puede ser!
Sentía un boost de energía increíble, me bañé tomé desayuno, besé a mi gato y le di comida, para luego tomar el manuscrito de la historia de Allen y me puse a trabajar. Cada vez que me sintiera cansado solo tenía que desbloquear mi celular y ver la foto del recepcionista, santo remedio.
Tenía los primeros diez capítulos, porque Allen me había pasado otros cinco el jueves. Se suponía que leería todo inicialmente y comenzaría a anotar cosas. Pero no pude. ¡Dios! Me emocioné mucho con el deseo número 150; me indigné con la reacción de Cian cuando se entera que es mitad ángel —yo habría montado un drama increíble, me habría enojado con medio mundo por no contarme antes, ahí es donde claramente demuestro no ser un mitad ángel—; amé la intertextualidad con Harry Potter; y amo a Dean, punto. Ah... me dio miles de paros cardíacos cuando el mago suelta su frase de «Yo soy soy el tesoro al final del arcoíris».
Allen se pasó... escribe muy bien. Sabe cómo enganchar a un lector, tiene muchas frases muy memorables. Y poco a poco me voy enamorando de sus personajes, de su dolor; angustia; de sus esperanzas; de sus vínculos; de sus anhelos; su ternura; su calidez.
Es una historia noble, merece estar en físico.
Ese día trabajé más motivado que nunca, trabajé con el corazón en la mano y el alma feliz. Quería apostar por Allen. Mi estómago estaba muy seguro de que llegaría lejos, solo necesitaba una oportunidad, y yo... me encargaría de crearla.
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Domingo, el día prometido, y no tenía qué ponerme. Okey, tenía muchas cosas, pero no sabía qué era lo mejor. Algo informal y muy casual como jeans y una simple camiseta, o... esforzarme e ir muy lindo.
¡Cálmate! ¡Ni siquiera es una cita! ¿O es una cita? Es un desayuno, y él estaba trabajando, no es una cita. Un poco sí, pero no por completo. Mierda. Pensaré que es una cita.
Después de mucho pensar, decidí optar por ir casual, unos jeans y una camiseta amarilla dentro de este y una camiseta oversize cuadrille, para terminar me puse una boina negra sobre mi cabello. Puse un leve humectante de labios con color, y me pellizco las mejillas tratando de borrar mi tonta sonrisa. Estaba radiante.
Cuando llegué a la cafetería no quise entrar de inmediato, miré desde afuera para ver si podía ver a Allen sin que me viera. Oh, Dios. Cuando lo vi mi cerebro se dividió en dos, una parte estaba comiéndoselo con la mirada y tratando de capturar esta imagen con fuego en mi memoria, es que Allen estaba sacado de una de mis más locas fantasías: camisa blanca sobre ella una chaquetilla burdeo con detalles dorados; pantalones ajustados negros de los cuales colgaban unas cadenas doradas con unos pequeños frascos colgantes; corbata roja; cabello con sensuales ondas y sobre este, un gran sombrero de copa borgoña adornado con engranajes, relojes y rosas, las cuales también llevaba en el bolsillo de su chaquetilla. Él no era el sombrerero loco sacado de una versión de Disney, no, él vestía una versión algo steampunk, un look mucho más peligroso.
Mi otro pensamiento era que debía haber venido con ropas que emularan ser Alicia, estaba a punto de devolverme, pero nuestros ojos se encontraron, su rostro se iluminó y me señaló la entrada. Mierda. Me obligué a moverme y cruzar la puerta.
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Serendipia editorial
Teen FictionApenas leí sus palabras lo supe. Esta no es otra historia más, era única y especial. No importaba que estuviera llena de errores, porque la esencia de ella era encantadora. Había leído muchos libros, pero por alguna razón este se coló en mi retina...