18. Gracias

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ALLEN

Sacar a Nico de la editorial fue la parte fácil, controlar la inmensurable cantidad de culpa y vergüenza por orillarlo a presentar mi obra fue el desafío más grande.

Soy un imbécil.

No conocía lo que pasaba en las juntas de la editorial, tenía una idea, claro, pero nunca había estado en una para poder tener esa experiencia. En todos mis años, es la primera vez en la que alguien sale llorando de una. La mayoría sale feliz o aburrido de esta formalidad, pero nadie llorando.

Sabía que algo había salido mal, lo presentía, todos mis instintos estaban alertas por culpa de esa reunión y mi estúpida petición. Cuando la puerta se abrió y vi la cara preocupada de Aline, corrí hasta encontrar a Nico, pero ya parecía que todo era un desastre, por el tenso ambiente entre él y Vincent.

Sentir a Nico llorando ahogadamente sentado en una banca frente a una pileta cercana a la editorial, tratando de retener sus ganas de sollozar era una tortura, casi no podía contener mis propias ganas de ponerme a llorar de solo escucharlo.

Francamente no sabía qué hacer, si abrazarlo, si disculparme, si rogarle que me perdonara.

—Nico, yo...

—Si te vas... a disculpar... —murmuró ahogadamente—. No-no quiero oirlas.

Maldición.

—Pero por mi culpa estás así —expuse angustiado—. Te orillé a esto, te presioné a presentar la historia, te expuse... No debí... Dioses, debí hacer mejor las cosas, pedir otras opiniones, no ser tan orgulloso...

A medida que hablaba comenzaron a caer lágrimas por mi rostro de frustración, casi no podía formular palabras, me sentía horrible. Hasta que Nico apretó mi mano con más fuerza de la usual para que le pusiera atención a sus palabras.

—No soy tu títere, Allen —recalcó cada palabra con lentitud tratando de calmarse—. Soy un ser humano pensante, que puede tomar sus propias decisiones. Yo quería hacer esto.

—Pero inicialmente no querías, aún así insistí —devolví con rapidez.

—La gente puede cambiar de decisión. Además, me involucré con el proyecto Allen.

Podía decir lo que quisiera, pero la sensación de culpa y angustia no desaparecía, al contrario, cada segundo que pasaba se hacía más abrumadora. Me dolía el pecho y se me apretó el estómago, y tenía pensamientos inconexos.

Cómo pudiste exponer a la persona que te gusta solo por una oportunidad.

¿Tu sueño es más importante que la persona a la que deberías proteger?

Egoísta y ambicioso.

Te aprovechaste de él.

No puedes hacer nada bien.

Así nadie querría estar contigo.

—¡Allen, respira! —pidió Nico parado frente a mí.

Recién en ese instante noté que estaba hiperventilando. Estaba teniendo una maldita crisis. Nico estaba llorando y no era capaz de contenerlo, sino que me dio una crisis de angustia y él es quien se encontraba abrazándome.

Sentía el corazón en la garganta y no podía controlar mi respiración. Aún me encontraba sentado con la cabeza en el abdomen de Nicolás y lo único que pude hacer era aferrarme a él, rodeando su cuerpo con mis brazos, buscando desesperado consuelo.

—A la cuenta de tres vamos a inspirar y exhalaremos el aire por la boca, ¿de acuerdo? —ni siquiera pude responder, solo asentir con la cabeza—. Aquí vamos, uno, dos... tres —sentí como el pecho de Nico se infló al llenarse de aire, e intenté imitarlo, para luego expulsar el aire por la boca. Lo hicimos, una, dos, diez veces, hasta que sentí que podía volver a respirar con más normalidad.

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora