19. Una sorpresa angelical

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Ver a Allen llorar me descolocó emocionalmente. A mi vista siempre se veía como alguien proactivo, enérgico, amable, alguien muy fuerte. Poco a poco me ha mostrado su lado más vulnerable, y aunque era un sentimiento agridulce, era muy satisfactorio que pudiera confiar así en mí. Me orillaba instintivamente a ser mejor.

«Ser mejor», siempre fue algo que me inculcó mi mamá. «Ser mejor» en el colegio, en lo académico, «ser mejor» en los deportes, practicar fútbol o basketball. «Ser mejor» persona, intentar ser más amigable y sociable, ayudar a otros, ser respetuoso, y no opinar si no me piden mi opinión. Nunca comprendí al cien porciento por qué debía «ser mejor» de lo que ya era.

Antes de salir del clóset me importaba muchísimo, era muy consciente del qué dirán de mí los «otros», inseguridades traspasadas exclusivamente de mis progenitores, lo que me generaba mucha ansiedad y preocupación por ocultar mi sexualidad. Luego de mi salida del clóset me obligué a no preocuparme de lo que pensarán otros, y enfocarme en ser feliz de la mejor forma que pudiera.

Liberarme de que me afecten los prejuicios ajenos siempre ha sido una tarea muy difícil de realizar, tenía que estar constantemente recordando no afligirme por proyecciones de inseguridad de otros.

Pude verme a mi mismo en Allen, cuando tuvo su pequeña crisis de ansiedad. Era fácil reconocer las señales. Gracias al cielo, logró calmarse mucho más rápido de lo que yo puedo hacerlo, eso me tranquilizó.

De hecho, ir a gastar el dinero de la editorial fue la parte divertida, porque aligeró el tenso ambiente que se había formado, volver fue más incómodo, más que nada porque odiaba los rostros condescendientes de mis compañeros de trabajo, pero agradecia de sobre manera su entusiasmo al ver que llegamos con dulces para compartir, y celebrar el futuro contrato de Allen.

El resto del horario fue bastante extraño, gran parte de la jornada me la pasé disociando, sin poder concentrarme en el trabajo frente a mí, estaba demasiado distraído, imaginaba porque mi curva de estrés se encontraba decreciente, y todo el cansancio estaba haciendo mella en mí. En lo único que estaba concentrado era en la hora, en treinta minutos para salir, diez minutos para terminar, cinco minutos, momento de guardar todos los archivos, y más puntualmente que nunca, salté de mi silla cuando llegó mi hora de salida. Estaba listo y mi compañero de camino también, así que nos miramos y con una sonrisa, gritamos una rápida despedida a nuestros compañeros y salimos del lugar.

Aire fresco y libertad, el mejor de los olores, más si estos traían la promesa de ir a celebrar con Allen a su departamento.

—¿Sushi o pizza? —preguntó revisando alguna promoción en su celular.

—¡Sushi! ¿Esperaremos a Félix o...? —pregunté vagamente—. Ahora que lo pienso, no lo he visto en todo el día.

—No creo que pueda unirse, fue con el equipo de marketing a buscar los regalos que irán en los libros, le toca guardar una parte que fueron hechos para el evento de lanzamiento. Me dijo que celebraremos el fin de semana.

También me comentó que le toca acompañar a autores a firmar libros en algunas librerías, por lo que no iba a estar mucho en la oficina esta semana.

—¿Ya arreglaron las cosas entre ustedes? —tanteé tratando de no ser entrometido.

—Más o menos —confesó despegando la vista del celular y haciendo una pequeña mueca de disconformidad—. No hemos tenido tanto tiempo para hablar. Se disculpó, pero creo que nos debemos una conversación más profunda. 

—Okey, no indagaré más —levanté mis manos—, dejaré que lo arreglen entre ustedes.

Eso hizo que me regalará una pequeña sonrisa de agradecimiento, y volviera a buscar el menú de nuestra cena.

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora