32.No acepto críticas, por lo menos hasta después del primer mes

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  ALLEN

—¿Es necesario que yo esté ahí?

De las pocas veces que usaba el cabello suelto en la editorial —por recomendación de Félix—. Camisa holgada blanca con rayas celestes, jeans, en un atuendo que pretendía ser relajado, pero no me sentía así para nada.

—No lo sé, Allen —respondió Vincent con entonación sarcástica—. ¿Es necesario que estés en el desayuno con libreros y bookstagramers para presentarles TU libro?

¿Por qué no puedo ni siquiera disfrutar esto?

—Puedes hacerlo solo —sugerí con más pánico en mi voz del que quería demostrar—. Te he visto hacerlo solo cuando el autor es de otro país, o se encuentra lejos de la editorial.

—Pero tú estás aquí —puntualizó remarcando sus palabras con sus manos—. Trabajas aquí. Los conoces. Les escribes correos, les envías libros, los saludas todos los meses.

Lo hacía, conocía a todos los libreros que se encontraban ahí, a los jóvenes hasta los que tienen muchos años en la industria, también a los bookstagramers, a muchos de ellos los seguía por sus recomendaciones, y a otros por su carisma y simpatía.

Revisé la lista 10 veces con marketing y con Félix, me aseguré de que solo hubiera gente que sentía que podía caerle bien, o era amable, y no los que eran más destructivos con sus reseñas. Había hecho mi trabajo.

—¡Pero como recepcionista, es distinto!

Nuestra relación siempre es cordial, amable, respetuosa. No quiero que cambie.

—Pues ahora eres autor, debes hacerlo.

¡Pero no quiero!

—¿Pero realmente debo? ¿Es una obligación?

Soy un completo desastre.

—En tu caso... sí. —respondió con un suspiro—. Nadie conoce cómo escribes, debemos ganarnos su simpatía.

—Yo creo que ya les caigo bien —recordé con rapidez.

Ante mi negativa mi jefe/amigo se movió hasta el sillón en el que estaba sentado en su oficina, tocó mi hombro y suavizó su voz.

—Allen, ellos se van a jugar su credibilidad para recomendar o vender tu libro. Necesitan comprometerse con tu trabajo, hay que demostrarles que vales ese riesgo. Que deben darte una oportunidad. ¿Lo entiendes, cierto?

Mierda.

—Sí.

No fue necesario ningún otro argumento más, porque tenía toda la razón.

—Perfecto. Subiré a preparar todo con Félix, en 20 minutos subes. ¿De acuerdo? —preguntó mirándome fijamente—. Nada de huir.

—Sí. Ahí estaré —declaré con una profunda respiración.

—Mandaré refuerzos, solo trata de calmarte y... ¡Emocionarte, por el amor de Dios! —exclamó frustrado saliendo de la oficina.

Me habían explicado el equipo de marketing con mucho esmero que mi rol como autor, no es solo escribir la obra y desligarme, que para que todo funcione mejor, debía involucrarme, debía ir a charlas, eventos, conocer gente, hablar de mi libro, y hasta un poco de mí. Era algo primordial empezar a crear un vínculo con mis lectores.

Pero aquí estaba yo, una vez más, con la garganta y el estómago apretado, mi pierna no paraba de moverse, mi párpado tiritaba, y tenía las manos heladas, todo por sentir... que soy un fraude. Bien, no. Pero que no soy lo suficientemente bueno, que mi trabajo es mediocre, que todos se están esforzando un montón por mí, y no puedo sentir que lo merezco.

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora