Extra. Festividad favorita

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—Cuando dijiste que nos íbamos a disfrazar para Halloween...pensé que tú también usarías disfraz —dijo saliendo por la puerta del baño con lo que a mí parecer, no era un disfraz, porque estaba usando unos pantalones negros ajustados, una camisa en corte v holgada algo traslucida, pero lo especial estaba sobre sus hombros, cabello suelto, un maquillaje solo en sus ojos oscuros, y ¡colmillos!

—Estoy usando mi disfraz —dije mordiendo mis labios sin poder contener la tonta sonrisa que estaba por asomarse.

Mierda.

—Usar solo una camisola —dijo señalándome de pies a cabeza—, no es un disfraz como tal. Por lo menos no si iremos a la fiesta de Halloween de la empresa —recordó entrecerrando los ojos.

Okey, ya no podía sostener más esta falsa.

—Es porque quizás... —murmuré acercándome a tocar la piel expuesta cerca de sus clavículas—. Nunca estuvo en nuestros planes realmente asistir —terminé de decir batiendo mis pestañas con el objetivo de ganarme su perdón.

Ese fue el momento exacto en que todo hizo click en su cabeza, y tiró la cabeza hacía atrás sonriendo exponiendo todos sus dientes. Si antes su sonrisa era peligrosa, ahora era mortal, porque exponía sus colmillos falsos, colmillos que parecían más reales en su boca que en la pequeña cajita en la que venían.

¿Dije que tenía colmillos? ¡AH!

—Para la próxima —comenzó con lentitud, para luego alzar mi brazo para que rodeara su cuello—, podrías también avisarme sobre nuestros planes. Para prepararme mentalmente.

Rodeé su cuello con los dos brazos, pensando que buscaba un abrazo, pero me equivoqué, porque se agachó un poco y por mis muslos me alzó, a lo que instintivamente rodee su cadera con mis piernas, tratando de buscar algo más de estabilidad y seguridad.

, yo sabía de los planes, me preparé mentalmente y aún así siento que mi corazón late tan fuerte, que se saldrá de mi pecho y se entregará en tus manos como sacrificio.

Eso le sacó una risa que resonó en nuestros tórax. 

—Me asusté, pensé que realmente no tenías nada debajo de la camisola —suspiró aliviado.

—Si quieres me lo saco —propuse sintiendo que mis mejillas se calentaban. 

Me miró por un segundo con una de sus cejas alzadas, casi evaluando la posibilidad, pero luego negó con su cabeza y su sonrisa inamovible. Veía claramente que no podía creer que dijera algo tan descarado con una cara tan estoica y sin arrepentirme al segundo.

—Aún no. Al parecer, gracias a ti, tenemos toda la noche para disfrutar.

Buscó la pared más cercana, y apoyó mi espalda en ella para darnos más estabilidad. Mi respiración se volvió pesada, y mis ojos no se despegaban de los suyos, evaluando cada uno de sus movimientos. Trataba de estar con una expresión de poker, pero estaba fallando, porque Allen no paraba de sonreír al mirarme.

Nuestras narices estaban muy cerca, y aunque nuestras respiraciones se mezclaban, él aún no cerraba la distancia.

—¿Debería apagar las velas? Es peligroso que nos andemos moviendo por la habitación con...

—Falsas, son a pilas, nada de lo que preocuparse —detuve sus palabras, y mis dedos se aventuraron a tocar la base de su cabello, dejando un suave masaje en su nuca.

Había puesto mini velas a pilas, para crear atmósfera, sabía que no podían ser reales, porque ya me había mencionado en otra ocasión que son peligrosas sin supervisión. No dejaría que nada me arruinara mi diversión, menos algo peligroso como un incendio en donde —en el mejor de los casos— me encontrara desnudo.

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora