—No puedo creer que mordieras mi cuello dos veces dentro de la editorial en horario de trabajo —comenté vertiendo un sachet de endulzante en sobre mi Mockaccino para llevar.
—¿Si lo hubiera hecho fuera del horario laboral te estarías quejando? —preguntó imitando mi acción pero en su té con leche.
—No me estoy quejando, te reprocho, pero no me quejo, porque lo disfruté. Y sí, si lo hubieras hecho fuera del horario laboral no te lo hubiera reprochado.
Cuando salimos del trabajo le pedí a Allen si me acompañaba a comprar algo, ese algo era un exquisito manjar de los dioses, café con leche y chocolate, él por supuesto sugirió prepararme uno él mismo —con sus increíbles habilidades como barista—, pero me negué, mi corazón y mi libido no lo soportarían, así que optamos por ir por un café al paso, y sentarnos en las bancas cerca del parque de nuestros departamentos. Una cita diferente.
—Yo no puedo creer que Félix te hablara sobre mi pesadilla con Amelia, era algo que quería contarte yo. Ahora entiendo porque entraste en pánico cuando me robaste todos esos besos —comentó dando un sorbo a su bebida.
—¿Podrías dejar de sacar a relucir que te robé muchos besos? —pregunté algo avergonzado rodando mis ojos.
—Nunca —sentenció sonriente.
Resoplé como respuesta, pero no pude evitar querer llenarlo de besos.
Cambiar de ambiente se sentía increíble. Solo era una sencilla banca, pero de alguna forma sentía que era el protagonista de uno de mis libros favoritos teniendo una cita sencilla con la persona que me gusta, en un paisaje diferente.
—Félix es un chismoso de primera, quería contarme esto casi el primer día que nos conocimos. Logré evitarlo tres semanas, pero el segundo día de tu licencia fue demasiado, te echaba de menos, así que tomaría cualquier historia que nuestro periodista favorito tuviera que contarme mientras tú fueras el protagonista de ellas.
—Pero pudo haber elegido cualquier historia. Tengo muchas heroicas, como aquella vez que se quedó encerrado en el baño de su casa y tuve que ir a hacer de cerrajero, desde esa vez que se baña con la puerta entreabierta. O historias divertidas, como cuando ángel cumplió la mayoría de edad y se quedó en mi departamento una semana, lo llevamos a un recorrido de alcohol, cada día probamos un alcohol diferente para prepararlo para la universidad, todos los días tomamos solo unos cuantos tragos de cada uno, excepto el viernes de shots de tequila... —comentó negando su cabeza con una sonrisa—, tengo recuerdos difusos de ese día...
¡No debiste mencionar eso, Allen! ¿Qué haré con esta nueva información?
—Ahora me arrepiento de estar tomando café contigo, deberíamos estar tomando tequila, jugué mal mis cartas —confesé genuinamente ansioso de conocer esa faceta de Allen. Tengo una muy baja tolerancia al alcohol, pero soy un excelente jugador de strip poker, asi que sería divertido.
—El punto, es que tiene muchas historias para contar, por qué justamente elegir aquella donde soy...
—¿Vulnerable? —completé tanteando el terreno.
—Acosado —suspiró con pesar.
También creía que esa historia es algo que debería venir de la boca del dueño, pero Felix...
—No lo hizo con mala intención —defendí buscando su mirada—. Creo que era su forma de hacerte ver más humano.
—Soy muy humano —declaró con el ceño levemente fruncido.
—Lo sé —rectifiqué algo ofuscado—, me refiero, a que... te idealizo. Dioses, te idealizo mucho, francamente en todo lo que puedo pensar es en que eres perfecto, y que debo haber salvado a un imperio para poder estar sentado a tu lado tomando café.
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Serendipia editorial
Teen FictionApenas leí sus palabras lo supe. Esta no es otra historia más, era única y especial. No importaba que estuviera llena de errores, porque la esencia de ella era encantadora. Había leído muchos libros, pero por alguna razón este se coló en mi retina...