ALLEN
Hace mucho tiempo que no me daba fiebre. Años, quizás. Por supuesto que me he enfermado una que otra vez cada año, pero nunca con un cuadro febril. Fue de la mierda. Nunca, nunca... dejo que nada me impida faltar a mi trabajo, los únicos días administrativos que me tomo, son por alguna urgencia familiar, y viajó a para cuidar de Ángel o algo así, pero nunca por una enfermedad. Hasta hoy.
Cuando la alarma sonó fue la primera vez en años que no tuve fuerza para levantarme. Me sentía mal, débil, me dolía el cuerpo, la cabeza la sentía pesada, moría de frío, y aunque junté todas las fuerzas para lograr levantarme e ir al baño, todo lo que logré fue que se me viniera el mundo encima y mis piernas flaquearan. Estaba mareado como nunca. Ese fue el momento en que acepté mi derrota, no podría ir a trabajar hoy.
Recuerdo como una memoria difusa llamar a Vincent, e insistir que llegara temprano, porque no quería que Nico esperara veinte minutos afuera de la editorial con este frío. Fue duro, pero logré convencerlo para que lo hiciera, con eso pude volver a dormir nuevamente.
Por supuesto que la única parte buena del día fue la visita de Nico. La fiebre no me permitió disfrutarla a cabalidad, estaba bastante inconsciente, pero aún así me embargaba la ternura que hubiera venido a cuidarme. Fue un enfermero dedicado y adorable. Cuando se fue me dormí con una sonrisa.
El problema fue cuando desperté. La visita de Nico hizo estragos en mi corazón, me conmovió profundamente, y cuando la fiebre despejó un poco mi conciencia... fue cuando me bajó la pena. Levantarme y ver vestigios de la visita de Nicolas, hizo que lágrimas amenazaran por salir, y mi pecho se estrujara sin control. Cada detalle, desde los medicamentos, las toallas, la sopa que había cocinado, todo me daba tanta tristeza y felicidad por partes iguales, era tan doloroso, porque había tanto amor y preocupación detrás de esos gestos, los cuales solo me recordaban... que estaba tan solo. Eso me destruía.
Estar enfermo y solo en mi departamento, me deprimía como nunca, tenía tanta pena, tanta tristeza, como nunca antes había experimentado, y eso era justamente por Nico. Él me dio una probada de lo que es tener alguien en quien apoyarte, alguien que se preocupe por ti cuando tú no puedes, alguien que no le importa tus reclamos, igual velará por tu salud y tu felicidad. Nicolás en una hora me dio todo lo que más anhelaba aún sin saberlo.
Quería ponerme a llorar.
Aquello, me aterró, me hizo pensar que podía estar apunto de experimentar una crisis de ansiedad. Por ello fui a buscar mi celular, y comencé a escribirle un correo a mi terapeuta, para consultarle si tenía una hora para una cita hoy. Hace mucho que no hablábamos, un año casi, me ayudó muchísimo a superar mi estrés post traumático luego de lo ocurrido en la editorial años atrás. Ya había sido dado de alta, pero me dijo que podía contactarla sí necesitaba hablar con ella. Es una buena psicóloga. Antes de que pudiera enviar el correo suena mi celular.
—Aló —contesté con la garganta apretada.
—¿Hijo? ¿Estás bien?
Por supuesto, Mamá y su intuición.
—Estoy resfriado, no me siento tan bien, pero estoy tomando medicamentos —respondí tratando de enfocarme en respirar y tragar mi angustia.
—¿Necesitas que viaje? Puedo pedir permiso por unos días.
—No, mamá, tranquila, es un resfriado.
No llores, no llores.
—Me da miedo que estés tan solo. Voy a tratar, quizás tu hermano pueda ir el fin de semana.
ESTÁS LEYENDO
Serendipia editorial
Teen FictionApenas leí sus palabras lo supe. Esta no es otra historia más, era única y especial. No importaba que estuviera llena de errores, porque la esencia de ella era encantadora. Había leído muchos libros, pero por alguna razón este se coló en mi retina...