Por un par de días nos preocupamos de volver a encontrarnos con Lucius. Allen me acompañaba tanto en la entrada como en la salida del trabajo, y cuando no podía me mandaba con Félix. No íbamos directo a mi casa, nos dábamos un par de vueltas, antes de volver, y en la mañana antes de entrar iba con una mascarilla que cubría parte de mi rostro, esperando no ser descubierto. Odié cada segundo de esto.
Una semana entera tomando «medidas preventivas», como le llamaba Allen. De alguna forma estás me estresaban más, no me ayudaban a olvidar el problema.
De alguna forma la ida y venida a mi trabajo se había convertido en la parte menos favorita de mi día solo porque me podía encontrar con alguien.
Quizás ya no era necesario preocuparse, porque le dejé muy en claro que no quería nada con él. Quizás pensar en él todos los días podía en algún momento manifestarlo, pero era tan difícil sacarlo de mis preocupaciones diarias.
Lo peor de todo es que no sabía qué hacer, porque no había hecho nada con lo que pudiera tomar acciones.
Odiaba que me hubiera quitado mi libertad. Antes una de las partes del día que más disfrutaba era irme del trabajo con Allen, ahora... solo es incómodo. Odiaba sentirme observado y vigilado. Odiaba cuestionar mi vestimenta, ya no podía usar prendas osadas que me hicieran destacar entre la multitud. Odiaba... odiaba perder los momentos de coquetería entre Allen y yo... No los había perdido por completo, pero se habían reducido bastante.
La última vez fue cuando Félix descubrió que estábamos juntos, pocos días previos a que todo se enturbiara. Me pilló recargando mis energías abrazando a Allen en la cocina. Fue vergonzoso, me estaba quejando —porque Vincent me dijo que no podía irme a la casa hasta ingresar todas las correcciones y mandar a imprenta, y quedan muchas— mientras me escondía en sus brazos, y él me acariciaba la cabeza algo risueño. Como Félix es un detector de cuando me sentía miserable claramente me encontraría justo en ese momento y preguntaría: «¿Nico, almuerzas conmigo o...? ¿Estás bien? ¿Pasó algo?»
No sé quién de los dos lo miró más mal, supongo que Allen, porque yo estaba algo avergonzado, pero me negaba a soltar al recepcionista. «¿Interrumpo algo...? ¿Ustedes...? Oh, por Dios, ustedes sí... Okey. Me iré lentamente y no diré nada a nadie, pero quiero detalles. ¿Nico, almuerzas conmigo? ¡Okey, me voy, no es necesario que sean tan groseros!». Luego volvió, dos o tres veces más para comprobar si «seguíamos juntos». Fue muy inoportuno, pero no podíamos odiarlo. Nos dió mucha risa.
Félix nunca fallaba en sacarme una sonrisa.
Una vaso de té verde helado fue apoyado en mi escritorio y me sacó de mi ensimismamiento, me sobresalté un poco, miré para arriba y pude ver la linda sonrisa de Allen, recién en ese momento pude suspirar aliviado.
—Llevabas como una hora con el ceño fruncido... ¿No te duele? —preguntó masajeando mi frente.
—La verdad, sí... bastante.
Me saqué los lentes, cerré los ojos y masajeé mi frente, tratando de relajarme un poco. Aline estaba con audífonos, y Scar había subido a hablar con la gente de ventas, por lo que Allen había elegido el momento perfecto para distraerme un poco.
—¿Nos iremos juntos? Necesito ir al supermercado porque me estoy quedando sin artículos de aseo —dije cansado, para luego recordar lo mucho que me moría por una cita—¿Podemos cenar juntos? Haré estofado.
Toda esa información hizo que la expresión de Allen decayera y se mostrara algo complicado. No pensé que fuera una petición descabellada.
—No hoy, tengo que quedarme hasta un poco más tarde, porque toca seleccionar las escenas de las ilustraciones. Lo lamento —comentó apenado.
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Serendipia editorial
Teen FictionApenas leí sus palabras lo supe. Esta no es otra historia más, era única y especial. No importaba que estuviera llena de errores, porque la esencia de ella era encantadora. Había leído muchos libros, pero por alguna razón este se coló en mi retina...