31. Deseo concedido

1.2K 211 65
                                    

Todo el camino a la editorial fue como si flotara en vez de caminar, me sentía ligero. Allen tenía que llegar temprano, así que el que me pasó a buscar fue Félix, no puedo recordar nada de toda la animada conversación que intentó entablar y que solo colaboré con monosílabos, porque mi mente estaba en otra cosa.

Quería volver a trabajar.

—¿Estás listo? —preguntó Félix justo en el marco de la puerta para entrar—. Aún podemos devolvernos y faltar.

Mi corazón latía ansioso por la anticipación, mis mejillas se sentían calientes y los dedos de las manos temblaban.

—Estoy muy listo, quiero esto —decreté mirándolo a sus brillantes ojos.

Estudió mi mirada por un segundo, y decidió que me creía, solo en ese momento, me abrió la puerta para que yo pasara primero. Ya eran pasado las nueve de la mañana, todo el mundo había llegado ya, pero estaba muy silencioso, lo único que podía escuchar era el ruidoso sonido de mis pisadas subiendo la sonora escalera vieja de madera.

Lo primero que ví al subir fue a Allen, mi corazón casi se paraliza cuando ve que estaba usando la misma camisa holgada amarilla de la primera vez que nos vimos, tenía su pelo tomado en un moño suelto, y tenía una hermosa sonrisa al mirar en mi dirección. Él sabía el efecto que tenía sobre mí, y parecía que lo estaba disfrutando mucho más que nunca.

No estaba solo, Vincent me estaba mirando apoyado en el marco de la puerta de su oficina, Oliver estaba sentado en la mesa que tiene marcapáginas de regalos en la recepción, mientras que Scar y Aline me sonreían desde la puerta. Todos tenían sonrisas cómplices.

—¿Por qué no están todos trabajando? —pregunté nervioso, porque no me esperaba este recibimiento.

Ante mi pregunta Vincent soltó una sonora carcajada y un aplauso, para luego apuntarlos a todos.

—Ya lo oyeron, les dije que estaban siendo raros —señaló con diversión—. A trabajar.

Todos resoplaron pero hicieron caso y se fueron a sus lugares.

—Bienvenido, Nicolás —dijo Oliver mientras me abrazaba con cariño—. Todos te extrañamos. Cualquier cosa, cuenta conmigo.

Le sonreí conmovido y subió al tercer piso. Saludé sutilmente a Allen cuando pasé por su lado y él me guiñó el ojo en respuesta. Scar y Aline sonreían divertidas, sin mirar en mi dirección, con la vista pegada en sus pantallas.

—Tienes mucho trabajo, Aline te dejó 3 libros con ingresos de correcciones —dijo Scar.

—Lo hice porque dijiste que te gustaba —señaló Aline—. No porque no quisiera hacerlas. Los sobres los tiene Oliver.

Pero sus palabras no importaban, porque toda mi atención estaba puesta en la torre de libros en mi escritorio. Habían 5 libros, siendo el que estaba encima de todos «Wishes». Lo tomé con manos temblorosas, revisé el lomo, y que el código de barra estuviera bien posicionado, revisé las solapas, y cuando todo estaba perfecto, mis lágrimas comenzaron a correr por mi cara. Lo abracé contra mi pecho sintiendo el más grande de los alivios.

Es perfecto.

Era grande, y con un lomo ancho, se sentía perfecto. Revisé una de las ilustraciones, y el gramaje de las hojas era perfecto, porque no se traslucía la ilustración para la página de texto. Y las ilustraciones... que hermoso era verlas impresas, la textura, la escala de grises, era mágico. Perfecto, perfecto, perfecto. 

Luego vi un post it pegado en mi pantalla del computador:

«Bienvenido a casa».

Serendipia editorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora