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Dolor.

Al parecer nunca se había ido. Siempre estuvo allí, escondido. Esperando salir nuevamente para arruinar todo lo que tenía. No podía reaccionar a esto. Por un lado, me sentía mejor por haberlo dicho, pero mi madre estaría devastada. Antes de Mark, tenía una buena relación con mi padre. Era mi héroe, mi soporte. Lo era todo para mí. De a poco, mientras que se iba ausentando en casa, el cariño se iba alejando. No sabía de él, cada vez se convertía más en un desconocido.

El dolor que tenía en mi corazón, era por lo que le hizo a mi madre. No me podía imaginar lo que estaba pasando. El amor de tu vida, el padre de tus hijos te traicione de esa manera, es imperdonable. Había perdido toda la confianza, el amor que le tenía. Todo se había perdido.

¿Cómo puedo avanzar así?

Esa noche, no dormí bien. Los gritos de mi madre echando a mi padre de la casa me mantuvieron despierta. Lo único que deseaba era no saber de nadie. Lo único que quería era quedarme aquí en mi habitación para siempre, así olvidar el dolor que tenía. Felipe estuvo conmigo toda noche, esperando que hiciera algo. Pero no hice nada. Lo único bueno que hice esa noche fue ocultar todos esos sentimientos, guardarlos y nunca volver a sentirlos. Me iba a sentir más segura sin ellos. Una vez despierta, me fijé que Felipe ya no estaba pero había una nota encima de mi escritorio.

Fui al hospital a ver a nuestra madre.
Por favor, no hagas nada.

A penas la toqué. No quería hacer nada, no quería ir a la escuela, no quería hablar con nadie, solo quería quedarme aquí a solas esperando poder sentirme mejor. Pero no funcionó. Al bajar las escaleras los recuerdos de la discusión volvieron a mi mente, agarré mis cuadernos y me fui a la escuela muy temprano. A veces me preguntaba si se habrá equivocado, si nos extrañará. Pero sé que eso no puede ser cierto, mi padre nos abandonó. Mientras iba caminando, me puse mis audífonos, esperando que la música me calmara. Mi playlist era muy simple, me gustaba ponerle números. Hoy puse la número diez, había un poco de música antigua y lenta. Me gustaba este estilo, el clima estaba fresco, salí solamente con una polera de manga corta, nada para abrigarme. El camino a la escuela era cerca, habían pocas personas en la calle.

Un Jeep iba a velocidad baja a mi lado, me quedé mirándolo un momento. Alguien me estaba hablando, me saque los audífonos y lo miré.

---- Diana, hola. --- dijo mirándome.

Mierda.

--- Hola Adam.

Me ofreció subirme a su auto, lo dudé un momento hasta que me subí. Dejé mi bolso entre medio de mis piernas y me puse el cinturón. Él estaba mirando cada uno de mis movimientos. Era incómodo, no hablábamos de nada. Faltaba solamente unas dos cuadras para llegar, unos autos se pusieron al lado de nosotros. Los miré por el retrovisor y comencé a ponerme nerviosa. Pude reconocer a uno de los que conducía. Si mi memoria no me fallaba, era de los que provocaron el accidente.

Adam me observó.

---- ¿Qué hacen estos idiotas? ---- dio una pequeña sonrisa mirándome ---- ¿Estás bien, Diana? Voy a parar.

Cerré mis ojos, tratando de respirar más tranquila. No podía pasar por esto otra vez. Cuando Adam se bajó del auto, los de los otros autos lo miraron confundido.

---- Perdón, te confundimos. --- dijo el moreno mientras jugueteaba con su chaqueta --- Hey, amigo ¿Conoces a una chica llamada Dy? Tiene unos hermosos ojos azules y es rubia.

Hold On [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora