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El viento chocaba contra mi cara, dándome a entender que había llegado a mi destino, le pagué los billetes al taxista y me bajé del auto. Las casas eran más sofisticadas, había menos árboles, ver todo esto hacía que mis recuerdos volvieran, escuchaba una melodía en mis recuerdos, recordando la noche en que lo conocí, caminé por las calles desconocidas esperando poder disfrutar estar aquí.

Llévame de vuelta a la noche en que nos conocimos.

Me encontraba sola en una ciudad completamente diferente a cómo la recordaba, toda la niñez que había vivido se había esfumado lentamente junto al viento, me quedé en frente de una casa que estaba a la venta, era mi primer hogar. Era una casa de color blanco, de dos pisos con grandes ventanas, había un árbol plantado en frente, era lo único diferente que había, se veían unas pequeñas rayas marcadas en la reja de la casa, estaban con plumón, era mi nombre con el de mi hermano, siempre dejábamos una carca en los lugares dónde vivíamos.

Seguí caminando hasta dónde recordara, mi mente me mostró los primeros recuerdos que tuve con Mark.

Éramos más pequeños, conocí a Mark cuando tenía diez años, sé que él no me recuerda de esa manera, pero yo nunca olvidaré ese día. Mark estaba mirando la tienda que vendía helados, siempre lo veía allí. No era que yo no hiciera nada en todo el día, pero lo seguía de vez en cuando.

– ¿Por qué me estás siguiendo?

Oh Oh.

– No te estaba siguiendo, venía a ver los helados.

Mark fue el primer amigo que me gustó, cuando cumplí los once años lo invité a mi fiesta de cumpleaños, mi madre estaba muy feliz de que tuviera nuevos amigos, Rash y Elliot siempre venían a verme, éramos vecinos, así que siempre íbamos a estar juntos. Mi padre pensaba que yo me enamoraba de cada niño que veía, ya que solamente me juntaba con niños. Una vez tuve una amiga, se llamaba Stella, pero se cambió de casa y nunca la volvimos a ver, en el año en que estuvo aquí, hablábamos de que seríamos compañeras en la universidad.

Temas muy maduros para una pequeña de diez años.

Di mi primer beso a los catorce años, fue algo incómodo. Fue con mi compañero de clase, Tyler. El chico no sabía besar a esa edad, lo único que hizo fue dejarme llena de baba y chocar con mi nariz. Nunca lo consideré como un beso, cuando cumplí los diecisiete, volví a reencontrarme con Mark, fue increíble volver a verlo, estaba más guapo y lo que menos le interesaba eran los helados.

Diana, te ves bien Me miraba de una manera diferente.

Sonreí nerviosa.

Gracias, tú también Exclamé ¿Aún te interesan los helados?

Él se río junto a mí.

No, solamente me interesas tú.

Luego de ese día, nunca más nos separamos. Pasábamos la mayor parte del tiempo junto, partimos siendo buenos amigos, hacíamos bromas entre nosotros, nos juntábamos con Elliot y Rash, ellos entendían lo que Mark quería conmigo, así que siempre nos dejaban a solas. Teníamos dos años de diferencias, mi madre no estaba muy convencida que me juntara con un niño que fuera mayor de edad, pero Mark siempre fue respetuoso conmigo, así que nunca hubo problema. Ese mismo día, Mark me besó. Fue un beso increíble, fue la primera vez que sentía algo, sentí fuegos artificiales, una electricidad que recorrió por todo mi cuerpo y estoy casi segura de que él también lo sintió.

– ¿Diana Fuller?

Esa voz hizo que volviera a la realidad, me giré al verlo y era Tyler, me acerqué con una gran sonrisa, me dio un abrazo mientras me daba una sonrisa. Tyler era un chico moreno, su cabello era oscuro y sus ojos claros, siempre me ha gustado su forma de ser, es un chico muy alegre y graciosa.

Hold On [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora