Tomé mis pertenencias y empecé a guardarlas en mi mochila, ya que Chris me estaba instando a salir a desayunar con nuestro grupo de amigos.
—¡Por Dios, Mart! Eres demasiado lento; de seguro ellos ya han terminado de comer.
—Eso no me da ninguna importancia —respondí.
—Bueno, Mart, si prefieres comer solo, adelante. Pero este galán se va a llenar el estómago con un sándwich —dijo, desapareciendo rápidamente.
Al salir del salón, me dirigí a donde se encontraba mi grupo, que estaba reunido en las mesas para desayunar. Pude notar cómo se reían de las ocurrencias de Chris y de mi otro amigo, Alejandro.
Sin embargo, como ocurre con frecuencia, tuve que pasar vergüenza en algún momento del día. Pensé que con el regaño del profesor Florencio había bastado, pero me equivoqué, ya que me tropecé con un banco y caí en medio del grupo.
—Así de fácil caen todas las chicas por mí —intentó bromear Alejandro.
—Y con esa misma facilidad se alejan de ti —respondí sacudiéndome el polvo de la ropa.
—Margot, chico de respuestas audaces —comentó María.
La ignoré y tomé asiento en un banco para apreciar el cielo y escuchar las conversaciones de mis amigos. Ellos abrieron un tema sobre sus experiencias en las vacaciones navideñas.
Todos compartían relatos sobre sus viajes, los regalos que recibieron y cómo disfrutaron de momentos felices con sus familias. En cambio, yo recordaba las discusiones con mi papá, algunas de las cuales se debieron a que había quemado la cena navideña. Los que realmente me hacían sentir mejor en esas fechas eran mis abuelos, con quienes disfruté hablando y jugando a juegos de mesa; casi parecía que formábamos una verdadera familia.
—¿Y tú, Mart? ¿Cómo pasaste la Navidad? —preguntó mi amiga Camila.
—Eso no debería importarte.
—Seguro que no quiere decirnos, porque conoció a una chica —interrumpió Chris con esa observación.
—Me hace gracia el chiste, ya que sabes que no se me da bien mantener una relación con una chica —dije, levantándome del banco al escuchar el timbre de entrada para la siguiente clase.
Mientras caminaba, miré mi teléfono, porque había recibido unos mensajes de un número desconocido. Aparentemente, no era mi día de suerte; al distraerme tratando de responder, choqué con una chica, derramando su bebida sobre nosotros.
—¡Perdóname! Estaba distraído con mi teléfono y no te vi —le dije mientras trataba de limpiar el desastre.
—Tranquilo, no tienes que disculparte. Yo también estaba distraída.
—Si quieres, puedo ofrecerte algunas servilletas —saqué unas de mi mochila.
—Gracias, pero no es necesario.
—Tú me dijiste que no me disculpara, así que de esta forma puedo hacerlo sin realmente decirlo; solo permíteme enmendar mi error —dije, secando su frente y luego su rostro.
—Ahora estoy pensando que chocaste conmigo solo para acercarte a mí.
—Fue un accidente, de verdad, lo-lo-lo siento —respondí, sintiéndome algo nervioso.
—Solo estoy bromeando, no tienes por qué sentirte incómodo —su comentario no ayudaba a la situación.
Este día me está trayendo muchas sorpresas, y mis amigos no ayudaban, pues hacían gestos de “alientos” a la espalda de la chica.
—Solo me sonrojo de esa manera cuando siento mucha vergüenza —dije, sintiendo el calor en mis mejillas.
—Me parece algo tierno, sin ofender —aunque utilizara esa expresión, en realidad era una ofensa para mí.
—Te voy a dejar pasar eso porque no me conoces.
—Bueno, me llamo Jules, un gusto conocerte —sonrió.
—Yo me llamo Margot, y el placer es mío —dije, marchándome de aquella escena armada por accidente.
Mis amigos, siendo un tanto inmaduros, comenzaron a gritar como si hubiera recibido un premio.
Después de ese espectáculo, entramos a la clase de Orientación y Convivencia. ¿Esto cuenta como materia? La verdad, no le encuentro sentido.
Me senté en uno de los mesones del fondo y noté que la chica nueva también se sentó en el mismo mesón. Mi amigo Frank ya la conocía y me comentó que vive a dos casas de él. Me sorprendió ya que nunca la había visto en las ocasiones que visité a Frank. Tendré que prestar más atención en el futuro.
La clase trató sobre lo que hicimos en diciembre, y de nuevo tenía que soportar ese tema. Intenté no prestar mucha atención, hasta que llegó ese momento, esa pregunta: ¿Cuál fue el momento en que verdaderamente se sintieron felices?
Era la única pregunta a la que nunca encontré respuesta en mi vida, así que recé para que la clase se acabara, porque no quería que me tocara responder. Simplemente, no podía decir que no me sentía feliz en diciembre; eso me catalogaría como uno de esos chicos “raros” o “emo”.
—Margot— señaló la profesora.
—Bueno, profesora, ¿por qué no me iba a sentir feliz si me dieron regalos? —proporcioné una excusa vacía.
Aunque eso ya no me interesaba, porque así como nosotros tenemos un tiempo determinado para irnos, lo material también lo tiene. Por eso solo me ocupo de lo que se puede llevar conmigo hasta la tumba.
Continuando con la clase, nos pidieron escribir nuestros propósitos de Año Nuevo.
Yo me prometí enfocarme en mí, no estresarme tanto este año, mejorar mis notas en la preparatoria y terminar los libros que no pude leer por estar ocupado, e incluso aprender francés.
Siempre me ha fascinado Francia; su cultura, gastronomía y su idioma me encantan. Dicen que se considera un lenguaje seductor, y tal vez eso me ayude, puesto que mi español encantador no ha dado resultados.
En cuanto a los propósitos, el principal sería encontrar una respuesta sobre la felicidad.
Me gusta hacerme un millón de preguntas. Cuando finalmente me siento preparado y creo tener experiencia, encuentro el significado.
¿La felicidad será solo momentos cortos? ¿Tal vez solo se trata de aprovechar ese poco tiempo que tenemos? Lleno mi mente de muchas preguntas y pocas respuestas.
Al finalizar mi lista de propósitos, solo contaba con tres cosas:
Felicidad, libros y francés.
Cuando me dirigí a entregarle la hoja a la profesora, observé que la chica que se sentó junto a mí también había escrito algo que me sorprendió.
Propósitos:
Hallar la felicidad.
Parece que la búsqueda de la felicidad se ha vuelto escasa en estos días.
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La Relatividad del Amor
Romance¿Tiempo? Acaso tienes tiempo para visitar ha alguien, que probablemente ya ni recuerde el color de tus ojos. Tantos viajes y el camino sigue avanzando. Igual que el tiempo, nunca se detiene y tampoco te espera. Dime ¿Disfrutaste la última vez que es...