CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO 🌼

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ASHTON

Intenta regular su respiración, pero fracasa.

Intenta dejar de llorar, pero también fracasa.

Quiere apartarme de su lado y al mismo tiempo se apega a mí como si no fuese real y estuviese soñando.

¿Cómo pretenden que asuma que dejaré de verla en un futuro no tan lejano como pensé? Que dejaré de abrazarla, de besarla, de molestarla y de escucharla reír. ¿Cómo pueden pretender que asuma que dejaremos de picarnos mutuamente y que en algún momento, que podría ser mañana o ahora, ella dejará de estar a mi lado? Se ha convertido en una parte importante en mi vida, y me duele tanto como me cabrea que no haya nada para evitar que ella se vaya.

Y pensar que al principio la detestaba. Siempre la vi guapa, ojos grises-azulados con toques marrones, algo inusual que también noté en Amelia. Pero los de Amery son más claros, o yo los veo así. Inusual hasta en los ojos. Sin embargo, a medida que la fui conociendo se me hizo imposible no encariñarme con ella; estar atento a lo que hacía, querer saber qué pensaba, qué maldad planeaba esa mente impulsiva, qué la hacía reír y cuándo estaba apagada y lo ocultaba tras una máscara.

Amery no es buena mintiendo, pero es buena escondiendo sus sentimientos y emociones. Y eso es algo que hizo muy bien. Ocultar su dolor. Ocultarlo tras las risas, las bromas, la alegría que la representa. Ocultarlo para no preocupar a los que quiere.

Y viéndola ahora, tan apagada, triste, con los ojos cristalinos, me hace detestar mucho más su condición, pues gracias a ella está derrotando a la Amery verdadera, mostrando a la luz a una Amery que me entristece ver y que me ha hecho ver que Amery Aurora Young Wilson realmente se encuentra mal.

—Lamento interrumpir, pero tengo que verla.

Asiento en dirección a la enfermera y pretendo levantarme y dejarle su espacio aunque no quiera, pero su fuerza en el agarre me lo impide.

Miro a la enfermera, quien la mira y sonríe a pesar de que Amery no la esté viendo ya que tiene apoyada la cabeza en mi pecho y mira fijamente la ventana mientras que las lágrimas se han secado sobre su mejilla y han mojado mi sudadera.

—Descuida, puedes quedarte. No tardaré. Simplemente apuntaré unas cosas y le daré esto—me habla enseñándome unas pastillas.

Ella, tal cual dijo, anota algunas cosas que desconozco en la libreta, y le da las pastillas a Amery. Después de eso se marcha informando que ya no podrá beber más agua hoy.

Eso me parece horrible. Y pensar que el agua es lo más sano y lo que más te piden beber mientras que otras personas lo tienen prácticamente prohibido porque podría ser peligroso.

—¿Quieres marcharte?—me pregunta.

—¿Quieres que me vaya?

—¿Tú quieres irte?

—¿Tú quieres que yo quiera irme?

Y allí está, su risa, que aunque sea leve me hace sonreír triunfante.

—Deja de contestar con preguntas, estúpido.

—Tú también lo has hecho.

—Sí, pero yo puedo.

—¿Por qué?

—Porque lo digo yo.

—Buena lógica.

—Pues claro—ignora mi ironía—No quiero que te vayas, pero si quieres irte no te lo impediré.

La aparto un poco para mirarla a los ojos.

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