Capítulo 1

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Jimin

Encontrarme con una puerta cerrada y darme de bruces contra ella hubiera sido diez veces mejor que toparme con una totalmente abierta invitandome a entrar a un salón vacío.

La clase había terminado una vez más, rompiendo así mi récord de clases perdidas al mes. Cerré mis ojos con frustración mientras dejaba que la mochila que llevaba colgada al hombro resbalara en señal de derrota hasta caer al piso bruscamente con un ruido sordo.

- Siempre es un placer verte, Jimin, pero sería aún más agradable si atendieras mis clases.

Abrí mis ojos de golpe al escuchar el "saludo" de aquella voz serena que yo conocía muy bien.

Dentro del aula que parecía vacía, prácticamente escondida detrás de un caballete, Eunae, la profesora, se hallaba sentada con la vista pegada a la pila de papeles que descansaban sobre sus rodillas mientras los revisaba con seria atención. Ella ni siquiera había necesitado mirar al marco de la puerta para saber que el tardío intruso en su salón era yo. Siempre era yo.

Dudé un momento antes de responder, ya que era perfectamente consciente de que debía disculparme por el inminente retraso, aunque sabia que a esas alturas cualquier disculpa sonaba a excusa convertida en burla.

- Antes de que te disculpes - Comenzó, interrumpiendo nuestra usual rutina de disculpas tras mis constantes ausencias - Hay algo que quiero comentarte. Sabes que entiendo perfectamente tu situación y realmente no estoy molesta contigo sino con la posición en la que te encuentras.

Finalmente, sus ojos se apartaron de su trabajo alzando la vista hacía mí, invitándome a entrar.

Me acerqué lentamente con un cierto dejo de culpabilidad mientras ella continuaba hablando. Me sentía como un niño de primaria que estaba a punto de ser regañado por la maestra y era realmente patético.

- Eres un estudiante con talento y pasión Jimin, y déjame decirte que esa es una combinación con la que lamentablemente no me encuentro tan seguido como quisiera. Realmente siento que es un desperdicio el no tenerte aquí regularmente ¿sabes? y no sólo en mi clase, sino en la facultad en general. Podrías lograr muchas cosas si todo fuera diferente.

Exhaló fuertemente en señal de resignación al tiempo que se quitaba sus gafas de montura antes de proseguir.

- Le he asignado a Tae otro compañero de proyectos. El pobre se veía muy mortificado, pero me pareció que era lo más justo – Se detuvo un momento para medir mi reacción a lo que yo respondí asintiendo sin sorpresa pero apesadumbrado. El semestre apenas estaba comenzando y ya tendría que disculparme por décima vez con Tae por ser el peor amigo y compañero de la historia.

- Por otro lado, y por obviedad, también te he asignado a otra pareja para trabajar.

La miré sorprendido. Después de tantos intentos de proyectos en conjunto había supuesto que me dejaría trabajar solo.

Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios.

- No te mentiré, éste es un experimento que he querido hacer desde el semestre pasado y las circunstancias me han dado la excusa perfecta para probarlo justificadamente. Los resultados pueden ser un desastre, lo admito, pero también sé que si todo sale como imagino, la combinación entre ustedes puede ser espléndidamente soberbia.

Sus ojos brillaban con una extraña excitación que sustituía por completo la condolencia que segundos antes había nublado su mirada.

¿A qué iba todo eso? No había forma de que hubiera un compañero con el que pudiera trabajar mejor que con Tae, pues a pesar de todo, él era la opción más cercana a la comprensión y flexibilidad que necesitaba para hacerlo funcionar y si había fallado rotundamente hasta con mi mejor amigo, no podría funcionar con nadie más aunque quisiera.

El arte de caer (KOOKMIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora