Capítulo 15

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Jimin

A sus espaldas, recargado desde el otro extremo de la habitación, lo observaba trabajar en silencio. Ni siquiera era consiente de cuánto tiempo llevaba en esa posición, apenas respirando lo suficiente para hacer el menor ruido posible, tan absorto en Jungkook como él lo estaba en la pintura.

Hace varias horas que le había pasado la antorcha a mi compañero para continuar con nuestro maratón artístico, y con ello parecía que no sólo habíamos intercambiado utensilios y lugares, sino también la ardiente emoción que nos servía como musa. Me sentía exhausto después de pintar y los celos que antes me habían carcomido, se había quedado en su mayoría en el lienzo, agotándome sobremanera, pero dejándome más tranquilo y con la cabeza algo fría.

Mirarlo trabajar era fascinante, pues se perdía en su propio mundo creando a su alrededor un ambiente etéreo que sólo parecía estar flotando, acompañando al artista y su obra en proceso, sobresaliendo de todo lo demás. Usualmente la técnica de Jungkook era constante, aunque cambiaba en su delicadeza dependiendo de lo que deseaba expresar, pero esta vez ni siquiera se detenía. No estaba sentado, sino que de pie se movía de un lado a otro como bailando, mientras su mano trabajaba incesantemente sobre el lienzo, intercalando entre éste y el largo tablero de madera que funcionaba como su paleta.

Conforme las semanas habían avanzado, había descubierto que la gente realmente no mentía al decir que Jungkook drenaba todas sus emociones al pintar, sin importar el bastidorbque tuviera delante.

Sabía que esta tarea en particular resultaba un problema para Jungkook, no artísticamente hablando, pero sí emocionalmente.

Si no me había mentido y nunca había experimentado la intensidad de verdaderos celos, ó al menos había logrado reprimirlos a tal grado de ignorarlos, el realizar este proyecto podría ser un desencadenante de ellos desmedidamente, abriendo consigo una caja de pandora de emociones y sentimientos enterrados que probablemente eran incluso más que celos.

Sin embargo, aunque Jungkook estaba ahí, pintando como la pasión personificada, yo me dejaba carcomer por mis emociones lentamente, sin hacer nada más que tragar su agrio sabor, esperando a que mis sentimientos por el hombre que tenía enfrente desaparecieran por completo, aunque lo único que parecían saber hacer era crecer.

Me perdí otros minutos más hasta que el hechizo se rompió cuando el sonido de la brocha cayendo sobre la mesa dió por concluida la obra.

Exhaló audiblemente con un largo y entrecortado suspiro, que de no haberlo estado observando, podría haber confundido fácilmente con un sollozo.

Me acerqué silenciosamente hasta llegar a su lado y contemplar, no sólo la obra terminada, sino a Jungkook que aún no despegaba sus ojos ella.

Su cuerpo era una contradictoria mezcla de agotamiento y energía contenida, como si hubiera dejado toda su vitalidad en el cuadro, aunque su mirada incandescente parecía rogar por descargarse un poco más en él.

Continuó escudriñando con intensidad, sin dejarme una sola pista para descubrir si se encontraba satisfecho u odiaba la pintura.

Arrastré una silla y me senté detrás de él, al tiempo que se dejaba caer en el pequeño banco que tenía frente al caballete.

- ¿Cómo te sientes? - Pregunté casi susurrando.

Mi intención original había sido simplemente conocer su opinión sobre el resultado de nuestro proyecto, pero a decir verdad, en el fondo sabía que lo que me interesaba era entender los pensamientos que embargaban su cabeza hasta el punto de dejar vestigios físicos reflejados en su cuerpo.

El arte de caer (KOOKMIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora