Capítulo 23

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 Jimin

La alegría debería ser un sinónimo de suerte, pero en mí caso era más bien lo equitativo a la torpeza.

Estaba tan sumido en el estupor mi felicidad, que todo a mi alrededor parecía aletargado, aunque sólo era yo actuando como un tonto enamorado.

Agradecí que mi junta en la galería de horas antes, había marchado sin ningún incidente pues, una cosa era limpiar bebidas desbordadas, y otra muy diferente arruinar una obra de arte cuyo valor correspondía a ocho vidas mías. Sin emabrgo, en la cafetería era otra historia. Mi mente regresaba a disfrutar el recuerdo del sabor de Jungkook y la calidez urgida de su cuerpo.

La inquietud se hizo más fuerte el reloj marcó las cinco, media hora antes de mi enuentro con Jungkook. Mis manos temblaron con intensidad y derramaron el affogato que estaba preparando, ahora deslizándose por la barra.

Milagrosamente, la siguiente media hora pasó sin ningún otro percance. Cinco y media en punto corrí al baño para cambiarme el uniforme, arreglar un poco mi cabello y ponerme algo de loción que llevaba en un pequeño frasco. No era como si después de un día de escuela y trabajo fuera a lucir irresistible, pero al menos quería verme presentable.

Una vez listo, me miré en el espejo.

¿Y si el efecto de la atracción se ha desvanecido con el pasar de la mañana? ¿Qué tal si mis palabras de confesión le han espantado?

¡Joder! De nuevo me dejaba invadir por pensamientos pesimistas y tenía que cambiar eso. Por primera vez en mi vida, estaba saboreando el néctar del enamoramiento y simplemente estaba empecinado en amargarlo con mis propia manos. No podía seguir así.

Tomé mi mochila y salí del baño para luego dejar la cafetería que de nuevo estaba repleta.

Tan pronto como el olor de café y pan fue sustituido por el aroma otoñal característico de la ciudad, mis ojos se encontraron con los de Jungkook que, recargado en un poste de luz, miraba justamente en mi dirección, probablemente esperando por mi salida.

Mariposas se agitaron en mi vientre cuando me regaló una dulce sonrisa enseñándome sus perfectos dientes blancos.

- Hola - Saludó risueño cuando estuve frente a él.

- Hola - Repetí sin poder ocultar mi sonrisa embelesada.

No sabía si era correcto abandonarme a mis impulsos y besarlo ahora que nos encontrabaos en terreno neutral, así que, luchando contra mi propio ser, aferré mis manos a mi mochila para obligarme a mantenerlas quietas.

- ¿Te hice esperar mucho? - Negó con la cabeza.

- No. Llegué poco antes de la hora porque salí temprano de clase, pero no han sido más que un par de minutos. Tú has estado perfectamente a tiempo.

- Podrías haber entrado a la cafetería. Te hubiera preparado algo mientras esperabas más cómodo.

- No quería interferir en tu trabajo. Además, me gusta este clima y desde aquí podía ver muy bien cuando salieras. Era un ganar-ganar para mí - Sonreí tímidamente, balanceándome sobre mis talones.

- Entonces ¿A dónde vamos? Yo invito - Me ofrecí, esperando no sonar excesivamente entusiasmado.

- Estaba pensando en que podemos ir al parque, comprar una bebida caliente ahí y caminar, si es que no tienes mucho frío ¿Qué te parece?

- Me parece perfecto - Acepté feliz y comenzamos nuestra marcha.

Sabía que eso no era una cita, al menos no una como tal, pero el simple hecho de que tuviera un cierto parecido, derritió mi corazón un poquito más.

El arte de caer (KOOKMIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora