V.

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Manjiro ese día sonreía, la respuesta era bastante simple. Era viernes, se sentía tan bien y aliviado de finalmente haber terminado la semana, aunque pensar que aún le quedaba detención le hacía querer llorar.

─Actúas como si fuera lo peor que te pasó en la vida ─Draken le comentó ganando un quejido.

Es lo peor que me pasó en la vida.

El rubio rió, había extrañado su lado infantil, aunque sabía que tan pronto llegara el lunes esta desaparecería por completo una vez más.

─Oye, ¿qué sucedió con tu chaqueta?

Lo miró con confusión hasta recordar que la había dejado en manos de su kohai, por lo cual se encogió de hombros restándole importancia. Los maestros no le dijeron nada al no tenerlo, de todos modos.

Se despidió de su amigo en la puerta y entró. Para su sorpresa, ya Ezemi estaba ahí. Cuando tomó asiento a su lado la observó dormir con su cabeza entre sus brazos. Mantenía ese rosado en sus mejillas y su respiración era relajada. Parte de su cabello blanco caía sobre su rostro.

La miró con cierta admiración. Si ya había descrito su comportamiento como un ángel, no había parado a pensar que su apariencia también lo era. Su largo cabello blanco, su piel de porcelana tan blanca como la nieve a excepción de sus mejillas y la punta de su nariz rosadas. Sus labios eran de un lindo color rojo que siempre llevaba un labial que le daba apariencia de estar glaceados. También recordó sus ojos grises, siempre con un brillo en ellos, y su forma de ser tan expresiva. Su delgada y delicada complexión, podía apostar que era más baja que Emma.

Sin poder evitarlo, llevó sus dedos al cabello que cubría su rostro. Lo apartó colocándolo tras su oreja sin despertarla. La observó unos segundos más antes de sonreír y buscar sus cuadernos para hacer algo de tarea.

Pasó toda detención dormida, tuvo que despertarla cuando sonó la campana antes de salir.

Disfrutó como nunca antes el llegar al taller de Shinichiro. Se lanzó al sillón de siempre y poco después cayó en los brazos de Morfeo, todo el agotamiento de la semana cayendo en sus hombros. Su hermano lo observó con una sonrisa, sintiendo un rayo de orgullo al saber que él se estaba esforzando. Ser ignorado valía la pena mientras él comenzara a ser más responsable con su vida.

Hizo bastante el fin de semana, sus amigos solo se burlaron por su dramática forma de ser.

Sin embargo, no todo era color de rosa, pues el lunes no tardó en llegar y con ello sus ganas de matar a su hermano y de vez lanzarse de un puente. Draken rió por su expresión cuando ambos se encontraron en los pasillos, éste volviendo a ser el Irritable-Invensible-Mikey.

Tres dorayakis después, la hora de detención llegó. Tomó asiento en la mesa sintiendo estrés por todas las nuevas tareas que ya le habían dejado. Ezemi llegó algo tarde ese día con un corte en su labio que no pasó desapercibido por el rubio, sin embargo éste no comentó nada al respecto cuando ella tomó asiento a su lado.

─Buenas tardes, Manjiro-senpai.

─Buenas tardes.

Vió como le sonreía con alegría al recibir una respuesta a su saludo, cosa que no entendió. Ella parecía sentirse feliz por las cosas más mínimas que él hiciera, lo cual era confuso la mayor parte del tiempo.

─¿Cómo fue su fin de semana?

─Muy bien ─respondió ─. Salí con mis amigos, fui al cine y jugué videojuegos con mis hermanos.

─Suena divertido ─admitió ella ─. Yo estuve todo el tiempo en casa, Seiju estaba ocupado con su trabajo.

─¿No sueles salir?

─No tengo con quién ─admitió avergonzada ─. Aunque no me molesta, terminé un manga que me gustó y vi bastantes películas.

─Eso es aburrido.

─Claro que no ─se quejó sacando la caja azul de galletas y abriéndola ─. Galletas de avena.

El rubio tomó una y la probó. Sabía bien, aunque su favorita seguiría siendo matcha por el momento.

─Sí, es aburrido ─repitió, ambos intercambiando miradas ─. Podrías haber hecho muchas otras cosas.

─¿Cómo qué? Ya le dije, no tengo con quién.

El rubio abrió su boca para comentar algo, luego guardando silencio. Sus ojos se detuvieron en el maestro, quien llevaba dormido desde que habían llegado. El maestro de Química, era conocido por sus siestas de horas y ser imposible de despertar. Una idea corrió su cabeza, una pequeña sonrisa decorando su rostro llamando la atención de la albina.

─¿Has ido al arcade?

─¿Arcade?

La miró unos segundos, luego levantándose de su asiento. ─Vamos.

─¿A dónde?

─Al arcade.

─¿Eh? Pero detención..

─Para cuando despierte ya serán las ocho de la noche ─la interrumpió regalándole una sonrisa ─. Vamos.

Aún cohibida sintió su corazón acelerarse. Cerró la caja de galletas y la colocó en su mochila levantándose de igual forma. Mikey sonrió mientras los dos salieron del salón a escondidas y corrieron por los pasillos de la escuela hasta la salida. Ambos sintieron la adrenalina al estar escapando del castigo, ella algo asustada y él emocionado por salir de ese infierno.

Se detuvieron junto la CB250T, él subiendo mientras que Ezemi se paralizó observándolo. Éste le hizo una seña indicando que lo imitara, cosa que dudó pero hizo de todos modos.

Subió tras él sintiendo nerviosismo.

─Estoy rompiendo todas las reglas, Manjiro-senpai...

─Eso lo hace máa emocionante, ¿no?

─Es una mala influencia para mí.

Aquello logró hacerlo reír. Encendió el motor haciéndolo rugir, una gran sonrisa decorando su rostro. ─Sostente fuerte, Emi.




detention➨ s. manjiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora