17 Susurros

219 65 93
                                    


-Ahora mismo pienso dormir un poco -murmuró Kaltos a través del comunicador que tenía en la oreja.

Comenzaba a pensar que había sido una mala idea llevar uno con él. Si los humanos tomaban la costumbre de llamarlo cada media hora para saber cómo o dónde estaba, tendría que olvidarse del descanso. A diferencia de un hombre normal, su resistencia era mayor, su fuerza por mucho superior y sus sentidos se habían sobre desarrollado a tal grado de permitirle mirar, escuchar y olfatear cosas que nadie más era capaz de percibir, además de otras habilidades que habían despertado en él, pero también necesitaba descanso, y su cuerpo automáticamente entraba en una especie de sopor cuando el alba comenzaba a despuntar. Su organismo fotofóbico pedía dormir aprovechando su inutilidad para desplazarse durante el día y ahora mismo estaba siendo impedido por Rodolfo, el pequeño hermano de Karin.

El zumbido del transmisor lo había despertado al mediodía, mientras dormía hecho bola bajo las cobijas y las almohadas que había esparcido dentro del pequeño escondite que estaba anexado como extensión secreta de un armario. El sol no penetraba por ningún lado y la altura del edificio departamental en una zona con alta actividad de infectados, hacía casi imposible que alguien diera con él. Antes tenían que pasar por la serie de discretas trampas que Kaltos había puesto para los intrusos.

:: ¿Estabas dormido? ¿Tan tarde? :: preguntó Rodolfo al otro lado del transmisor.

-Algo así -murmuró él, acomodándose sobre su costado. Laura, la pequeña niña infectada que había encontrado dentro del departamento, reaccionaba ante el sonido de su voz, pero no hacía más que gemir y llamar a su mamá al otro lado de la pared-. ¿Crees que podría contactarte yo en unas cuantas horas más para que termines de darme las señas de ese juego que quieres? Ahora mismo me vendría bien descansar un poco más, Rod.

:: ¡Es que no es cualquier juego, Kaltos! Es EL juego :: chilló Rodolfo con emoción. Él bostezó y asintió como si el niño estuviera frente a él. :: Seguro lo consigues por ahí, pero... pero no te desvíes por él si no te queda en el camino. Mi hermana me mataría si supiera que te pasó algo por ir a conseguir un tonto juego de mesa para mí.

-Creí que no era cualquier juego -sonrió Kaltos, con los ojos cerrados y medio cerebro dormido.

:: Ya estás entendiendo, amigo :: sonrió Rodolfo a su vez. O eso pareció en su tono de voz :: Te enseñaré a jugarlo si lo encuentras.

-Seguro que sí... Me comunico con ustedes en unas cuantas horas entonces -lo despidió Kaltos.

:: ¡Cuidate, Kal! :: gritó el niño.

La llamada finalizó y Kaltos ni siquiera fue consciente del momento en el que se retiró el chícharo del oído y volvió a quedarse dormido. Las heridas de los disparos que había recibido algunas noches atrás estaban casi curadas, pero continuaban demandando mucha de su energía para borrar cualquier vestigio de sus órganos y tejidos. La del rozón de su cabeza había sido la más aparatosa porque era la que estaba a la vista, además de que había sangrado como si le hubieran volado medio cráneo. Haberse alimentado de los humanos del grupo de cuidaba lo había ayudado un poco a regenerarse, pero no era suficiente. Tenía que evitar beber de más para no descompensarlos y ponerlos en riesgo, y era difícil cuando se encontraba tan cansado y hambriento que el sueño era el último recurso al que debía recurrir para no desesperar.

Había ocasiones que estar junto a los humanos se convertía en una agonía, como la noche anterior. Lex había salido al patio junto a él mientras Kaltos escuchaba atentamente los sonidos de la noche y el olor de su sangre había opacado el suave aroma de la hierba húmeda para los sagaces sentidos del vampiro. Pero se había resistido. Había controlado sus mentes por turnos para beber de todos ellos (dejando al niño fuera) en cuanto había arribado al refugio, pero no había sido suficiente para matar el hambre.

Los Susurrantes (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora