15 Susurros

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Era un día especial para el General Abelardo Acosta. Su vigésimo sexto cumpleaños.

Se encontraría celebrándolo en compañía de su esposa Carolina, sus dos hijas y sus cuatro nietos si el mundo fuera aún normal, o si ellas continuaran con vida.

Lo último que sabía de Lina, su hija menor, era que había huido en compañía de su esposo y sus dos hijos hacia el sur del país. Se había comunicado con Abel ese mismo día, informándole que iba en camino hacia Palatsis para reunirse con él. Después nada. No había vuelto a escuchar su voz en los meses posteriores y la dura resignación de que jamás volvería a hacerlo había instalado un tumor de roca en el corazón de Abel.

Las cosas habían sido distintas con Rachel, su primera hija, que había muerto en sus brazos. El eco de su propia voz arrullándola mientras veía la luz desvanecerse de los ojos de Rachel era un sonido que permanecería haciendo eco en su mente lo que le restara de vida. La familia de Rachel había sido abatida por la violencia de la infección justo afuera de la base militar. El yerno y el nieto mayor del General habían sido literalmente devorados con vida frente a él mientras los soldados rescataban a Nimes, su nieta más pequeña, y le entregaban a Abel el cuerpo terriblemente herido de su hija. El consuelo de que había logrado guiarla con tranquilidad hacia el descanso eterno hacía más ameno el hecho de que él mismo le había disparado en la cabeza en cuanto la había mirado cerrar los ojos, llamándolo como cuando era pequeña, dando su último suspiro.

Papi...

Aquí estoy, mi amor... Aquí estoy contigo. Duerme, mi niña... Duerme tranquila.

Carolina, su esposa, no lo había soportado. Su corazón había comenzado a fallar desde ese mismo día y finalmente se había rendido un par de semanas después, ya unos meses atrás, luego de una larga agonía el hospital de la base militar de Palatsis.

Nimes era todo lo que Abel tenía ahora, y a ella se aferraba con todas sus fuerzas restantes mientras dirigía a trescientos setenta y cinco hombres y mujeres que cada día se volvían más erráticos, pero que de igual manera se apegaban a lo único que les quedaba, que era la disciplina y la integridad de pertenecer a algo mientras el resto del mundo existía por su cuenta, abatido, miserable, casi extinto.

Nimes tenía solo cinco años y llamaba a Abel por las dos primeras letras de su nombre que, según decía ella, también podían referirse a abuelo. Ab. Era una niña inteligente, tranquila en público y toda una sagacidad cuando Abel la recogía del área infantil donde la cuidaban. Era por lo único y lo último que él lucharía de ahora en adelante, y por lo que no dudaría en sacrificarlo todo y a todos, aunque sonara egoísta y ruin.

Y era por ella que Abel estaba en ese momento de pie frente a la ventana del cubículo A-15 del área de recuperación del hospital de la base. Su uniforme impecablemente aliñado se reflejaba en el vidrio de protección, que le devolvía también la expresión altiva de su rostro de tez mediterránea y el cabello blancuzco y estilizado que comenzaba a asomarse hirsuto en algunas zonas. Eso, sin embargo, jamás desafiaba la elegancia que debía presumir un oficial de su estatus. El mundo podía haberse ido al carajo, pero no la higiene ni mucho menos la disciplina.

La puerta ubicada al costado de donde él veía al hombre tendido en la cama y rodeado de algunos cuantos aparatos médicos se abrió. Abel se tomó unos segundos más para detallar el rostro del joven soldado que finalmente había despertado, y una sensación similar a cuando había descubierto que aún le quedaba Nimes en el mundo lo cobijó. Le habían informado los pormenores del incidente que había llevado a ese hombre al borde la muerte, y el rostro pálido de una criatura que en cuerpo se asemejaba mucho a los humanos llegó a su mente. Dulce, se había llamado. Había sido una mujer hermosa a simple vista, sin una sola imperfección, con el carisma de un ángel y la cadencia de un demonio femenino que acechaba en la oscuridad, cazando a las víctimas de su seducción.

Los Susurrantes (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora