#51. Del culpable

1.3K 143 34
                                    


Sonríe, lo cual en Bruno no solo resulta extraño, sino que en cierto modo, asusta. Recuerdo lo que pensaba de él solo un par de meses atrás. Bruno siempre me ha parecido un chico interesante, con todo ese aire misterioso y maduro a su alrededor. Al final, no resulta ser más que otro adolescente con hormonas alborotadas, un poco idiota y algo engreído. Mientras lo veo allí, en aquella imagen tan lamentable, lo siento de verdad por Nicole.

Porque ella lo quiere, ella confió en él, quizás demasiado rápido, y ahora lo está pagando. ¿Qué pasa por esa mente? Pienso cuando lo veo empinar su botella. ¿Qué siente un chico como él?

—Has cambiado muchísimo —dice, señalándome con su botella—. Casi pareces normal. —Enarco una ceja y recuerdo que tengo frente a mí a una persona alcoholizada.

—Ignoraba que no lo fuera. —Sus labios se ensanchan en una sonrisa.

—¿Por qué crees que me gustabas?

—Pensé que eso se debía a que era frágil.

—Exacto —Sonríe—. Rara, solitaria, débil: perfecta.

—¿Perfecta para qué?

—Para confiar, para creer. ¿O acaso no te creíste toda la basura de Frederick? ¿Sabías que su popularidad ha aumentado desde la capsula?

—Sí y la tuya ha decaído. ¿Sabes qué? No tengo porque perder mi tiempo contigo.

—Ey, espera. —Se levanta de la silla mientras yo me doy la vuelta, lo que provoca que esta se tambalee y caiga de lado, él se me acerca y dice—. Estoy cien por ciento seguro que lo de los carteles fue Ceci y su grupito de imbéciles, así que no me extraña que ellos mismos hayan publicado la capsula.

—Deja de decir tonterías, todos ellos la pasaron muy mal por eso.

—No Frederick. —Ladea otra sonrisa, como dándome tiempo de asimilar lo que está insinuando—. Piénsalo, de todas las personas en la capsula, todos la hemos pasado fatal, menos él.

—Yo tampoco la he pasado mal, eso no me hace culpable.

—Oh, por dios, piénsalo un segundo —me exige al tiempo que me toma con fuerza por el brazo, apretando demasiado y haciendo que el corazón se me acelere de miedo.

—Déjame en paz, Bruno.

—Ey, déjala. —Bruno obedece, llevando su vista hacia atrás de mí, yo también lo hago, allí está Lydia, con un vestido color amarillo y el cabello recogido en una coleta, cercena con la mirada a Bruno y luego me mira a mí, haciéndome un ademan para que la sigua adentro y lo hago.

Regreso al caos del interior de la fiesta. Da la sensación de que más calor se ha apoderado de la sala, la música parece sonar más fuerte y las risas parecen venir en oleadas. Lydia me toma de la mano y me arrastra hasta una habitación, cuando cierra la puerta me siento aliviada. La música suena apagada y la iluminación es clara. Dejo la lata de cerveza sobre un escritorio y me siento en una cama con cobertor color azul. Lydia se sienta junto a mí.

—¿Estás bien?

—Sí, gracias.

—¿Estás sola? Pensé que estarías con Fred. Lo vi hace un rato.

—Sí, es... él está ocupado. —Me froto las manos, aun puedo sentir mi corazón latiendo con fuerza y el calor cubriéndome.

—Ten más cuidado, Bruno no parece de muy buen humor hoy, además está muy borracho.

—Sí, gracias, de verdad. —Permanecimos en silencio, escuchando como el rumor de la fiesta parece crecer y crecer a cada segundo, entonces Lydia dice.

—Oye, lamento que él este culpando a Fred por lo de la capsula y lamento que Ceci te culpe a ti.

—Tranquila, no importa.

—Es que sí lo hace, no es justo que los culpen por algo que no hicieron. —Sonrío, Lydia es muy habladora la mayor parte del tiempo y la otra parte del tiempo yo solo deseo que se calle, pero al menos es bueno saber que me estima de alguna forma.

—De verdad que no importa. Solo espero que el verdadero culpable lo lamente, aunque lo dudo.

—¿Por qué lo dudas?

—Una persona que es capaz de divulgar los secretos de otros —digo, ladeando una sonrisa—, una persona así no sabe lo que es la culpa.

Lydia me mira fijamente, con expresión triste y los ojos brillantes. Le pregunto si pasa algo y entonces ella lo dice. Lo que nadie se imagina. Con lágrimas descendiendo por sus mejillas y voz ahogada, ella delata al culpable.

Me levanto de la cama, con un sentimiento de asco apoderándose de mí, con ira haciendo que el color me tiña las mejillas y provocando un temblor en mis manos.

—¿Que rayos tienes en la cabeza? —espeto sin poder controlarme, clavando mi mirada en ella, que solo llora—. ¿Viste lo que había ahí y aun así lo hiciste público? ¿Tienes una idea de por lo que Nicole tuvo que pasar?

—No lo pensé —se defiende—. Estaba molesta, yo, nadie me aprecia en ese estúpido instituto, todos piensan que soy molesta, que hablo demasiado, por dios, me conocen como la habladora. Yo, solo estaba molesta con todo ustedes. —Recuerdo por un segundo la canción que ella cantó en el clase de nombre extraño: Tthat's not my name. Pero no importa, ella hizo algo horrible.

—Quizás piensan así porque eres insoportable. —Ella alza los ojos, su delineador se ha estropeado, no la compadezco ni por un segundo.

—No le digas a nadie, por favor.

—Jódete.

Salgo de la habitación, recibiendo de nuevo el golpe de la música alta, el olor a sudor y licor. Con la cabeza dándome vueltas de ira e impotencia. Sorteo a los bailarines, me tropiezo con varios, escucho insultos y los ignoro. Cuando llego a la salida tomo una bocanada de aire y ansío como nunca un cigarro. Pero obtengo algo mejor, escucho mi nombre y cuando me giro allí está él. Ignoro las manchas de pintura roja en sus manos e ignoro las de pintura negra en sus vaqueros. Siento un impulso y obedezco a él. Mis pies se despegan del suelo y corro para estrellarme contra su pecho, sintiendo de inmediato sus brazos rodearme.

—Ey, ¿estás bien? —Niego al tiempo que me separo de él y lo miro a los ojos—. ¿Qué pasa?

Voy a decirlo, voy a delatar a Lydia, pero entonces Ceci y los suyos aparecen cruzando la puerta y también manchados de pintura. La miro, si Ceci se entera de quien ha publicado la capsula la mataría esa misma noche. Así que callo, porque a pesar de que estoy molesta, recuerdo a Lydia apartándome de Bruno.

—Bien, eso fue divertido —dice Ceci, mirándose las manos y sonriendo—. Gracias por su colaboración, caballeros.

Todos sonrieron, pero Fred la detiene.

—Ey, Ceci. —Ella revolea los ojos, larga un suspiro y me mira.

—Sí, gracias a ti también. Y por favor, no te sientas mal el lunes. —Y entonces se va, seguida por sus dos amigos.

Es el momento para decirlo, porque confío en Fred y quiero compartir el peso de semejante secreto con él. Pero aun así no lo hago, porque a pesar de que Lydia es muy molesta la mayor parte del tiempo, se parece a mí. Si, ella es una habladora, algo que yo no, pero por eso mismo es una renegada. No tiene amigos porque la consideran fastidiosa, así como yo no los tengo porque nunca digo nada. Pero tuve a Nicole alguna vez y ahora tengo a Fred, lo recuerdo cuando lo veo sonreír mientras se frota las manos en el pantalón y habla sobre lo que han hecho, aunque no revela gran cosa.

En lo poco que revela se escuchan las palabras obra de arte, Damián, indefenso, casi desmayado, risas, humillación y aun sabiendo que es una terrible maldad lo que ellos hicieron, me siento feliz de haber participado. Y cuando escucho una risa que no es ni de Fred ni mía, sé que la chica de abundante delineador negro no es una parte de mí, pero sí una gran influencia y sé, que cada vez que he sentido esa terrible presencia cerca de mí, se trata de ella. Ahora lo veo con claridad.


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora