#29. De los no tan olvidados temores

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A mamá no le ha gustado mi salida con Amanda, no lo dice por supuesto, pero no es necesario que lo haga. La noche del sábado, cuando llega exhausta del trabajo y me pregunta qué he hecho en todo el día, pienso en la posibilidad de omitir mi salida con Amanda; pero entonces me doy cuenta que eso no será justo con ella, además de que me parece terrible mentirle de esa forma. Sobre todo cuando sales a pasear con la mujer que en tiempo atrás salía con tu padre a escondidas.

Mamá se va a dormir temprano esa noche, alegando lo cansada que se siente. Pero es evidente que mi paseo con la novia de papá tiene que ver.

El lunes, antes de irme a clases, ella sigue durmiendo en su habitación. Mientras cierro la puerta de la entrada tras de mí, caigo en cuenta de una terrible realidad, una en la que no he pensado mucho, pero que tarde o temprano será imposible de evadir.

El hijo de Amanda será mi medio hermano o media hermana, y doy por sentado que es algo que debe perturbar mucho a mamá. Camino todo el trayecto hacia el instituto con esa idea en la cabeza, apretando con fuerza la correa de mi mochila. Veo desfilar ante mí una serie de sucesos futuros: mis cumpleaños y los del futuro bebé, los de papá. Y en todas esas visiones mamá no se ve feliz, e incluso en la última, ni siquiera la veo.

La fachada del instituto comienza a perfilarse en mi visión cuando comienzo a aterrarme de nuevo. La capsula del tiempo y lo que he dicho en ella parece ahora algo tonto y muy lejano. ¿Han pasado treinta años ya? Porque no siento ni un poco del entusiasmo de esa Zarzamora que habló para los chicos del futuro.

Ahora tengo miedo de nuevo. Tengo miedo de convertirme en mi mamá y de ser infeliz. Tengo miedo de convertirme en mi papá y de vivir estresado. Tengo miedo de convertirme en Amanda o en Nicole y atravesar un embarazo completamente sola.

Y cuando cruzo la entrada del instituto, siento una holeada de ansiedad y de temor cubrirme por completo. Hay miradas sobre mí, lo cual es inquietante pues siempre he sido invisible. ¿Por qué me ven? Quiero gritar, pero en vez de eso agacho la mirada, aferro con fuerza mi mochila y camino con prisa por el pasillo. Luego doblo en una esquina y sigo caminando. Quiero encontrar un lugar donde no haya nadie, necesito respirar y calmarme, si entro así a clases con seguridad me dará un colapso frente al profesor.

El pasillo no está por completo solo, pero es poca la gente que está por allí, y los que están ni siquiera se percatan de mí. Así que apoyo la espalda de la pared y comienzo a calmarme.

No, no, no. Repito una y otra vez en mi mente. No puedo volver a lo mismo. No puedo simplemente encerrarme en mi misma otra vez. Recuerda lo que dijiste en la capsula del tiempo. Recuerda a Frederick, e incluso a la misma Lydia. Y como si la vida se confabulara en ayudarme, Fred aparece en ese instante.

Se muerde las uñas de la mano derecha y parece preocupado. De hecho está a punto de pasarme de largo, si no fuera porque yo le llamo.

—Ey, ahí estas —dice pero se ve diferente. Su sonrisa es nerviosa y sus ojos me huyen. Ahí está de nuevo, la oleada de pánico, la visión de la soledad inminente. No Fred, tu no por favor.

—¿Pasa algo? —pregunto luego de carraspear. Algo pasa, pero qué.

—No lo sabes, ¿verdad?

—¿Qué? —Su rostro adquiere una expresión de alivio momentáneo. Con los ojos cerrados y un suspiro que se escapa de sus labios. Un segundo después, la expresión de preocupación regresa.

—No lo veas, ¿sí?

—¿Ver qué? —Está dudoso. Lo sé cuándo se frota la nuca con una mano y frunce los labios al mismo tiempo.

—Grr... no, no puedo —gruñe exasperado. Luego se precipita sobre mí y me besa en la frente—. Solo no lo veas, por favor. Me voy a clases.

Suena la campana y yo estoy oficialmente aterrada. ¿Qué rayos acaba de pasar? Como sé que no lo descubriré ahí parada en medio del pasillo como una tonta zombie, me voy a mi clase de informática.

El profesor aun no llega. Las computadoras en cambio están todas encendidas. Me siento en la número ocho y pienso en la posibilidad de navegar en internet un momento, para hacer tiempo, pero luego recuerdo que al profesor no le gusta que los alumnos usen el internet para fines recreativos y desisto. La experiencia de la detención sigue muy fresca en mí como para querer meterme en problemas de nuevo.

Apoyo el mentón en la mano y cierro los ojos. Me pierdo en mi mundo. Deseo que no haya nadie allí, que solo esté yo sola en el instituto y en el mundo. Sin personas a las que agradar, sin preocupaciones de que las personas que quiero se vayan o me alejen. Estoy tan pérdida en mi mente que casi doy un respingo cuando escucho la voz de Frederick. Abro los ojos y miro hacia la puerta. No hay nadie allí, el profesor sigue sin aparecer y en el aula solo estoy yo y algunos estudiantes de esa clase.

Pienso que otra vez estoy escuchando cosas, cuando la voz de Frederick se oye de nuevo, seguido por unas risas. Miro por encima de mi computador y me doy cuenta que un grupo de estudiantes de la clase de informática están congregados frente a una de las computadoras de la fila más alejada de la puerta. Un horrible presentimiento comienza a formarse en mi mente.

Me levanto del asiento y me acerco. Recuerdo la expresión de Fred hace rato. Sus palabras, su actitud.

Esto es terrible, nuestra capsula del tiempo ha sido publicada en internet y el primer tesoro en ser expuesto al mundo es el de Frederick, en donde no sé si por desgracia o alegría, habla de mí.


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora