#30. De los temores de otros

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Me escapo de clases el lunes y tengo suerte de no tropezarme con ningún profesor por los pasillos desiertos en aquel momento.

Rememoremos. La capsula del tiempo que los alborotadores de últimos curso hacen es robada y publicada en internet. El culpable no aparece, pero es posible que pronto confiese, o al menos eso esperamos todos. No tengo idea de quién puede ser, aunque algunas personas —Ceci— aseguran que soy yo.

Vayamos despacio. Recordaran que en la entrada anterior les he contado como es que el lunes por la mañana, luego de una larga detención y un largo fin de semana, descubro que la capsula del tiempo ha sido publicada. Recordaran también que Frederick está muy molesto y preocupado por esto, y no es el único.

Bien, momento de seguir con los acontecimientos de esa extraña mañana, es el único adjetivo que encuentro correcto para ese día.

Apenas veo el rostro de Frederick en la pantalla de una de las computadoras de informática, y un montón de curiosos reunidos alrededor del aparato, aparentemente muy divertidos por el video, decido que no quiero estar allí. Y cuando Fred me menciona y las miradas de los presentes comienzan a girarse hacia mí, no lo dudo ni por un segundo. Camino con prisa hasta mi asiento, tomo mi mochila y huyo antes de que el profesor haga aparición.

Camino muy pegada a las paredes, como si pudiera fundirme en ellas y desaparecer. ¿Qué ha dicho deditos de mantequilla sobre mí? ¿Tanto miedo tengo que ni siquiera puedo quedarme a echarle un vistazo al video?

Lamento en ese instante no estar al tanto del horario de Fred, quiero verlo, aunque fuera solo eso. Así que vago de salón en salón, lanzando un rápido vistazo por las ventanillas de las puertas. Y al parecer el mundo está confabulado a mi favor, pues no es difícil encontrarlo.

Al quinto intento ubico su mata de cabello en desorden. Tiene la vista clavada en una libreta abierta sobre su pupitre. A su lado está Nicole. Según lo que alcanzo a ver están en una especie de actividad grupal. Pues todos los estudiantes están emparejados.

Por un momento me pregunto cómo estará yendo eso. A Nicole no le agrada Fred, y no creo que ella sea la persona favorita de él. Y ahora con todo este lio de la capsula publicada, ¿Nicole lo sabea? ¿Qué ha dicho ella allí? ¿Confesaría su embarazo? Oh Dios, las cosas están mal, terriblemente mal y apenas comienza.

Largo un suspiro y en el momento en que me giro para irme a esconder a algún lugar y quizás, fumar un cigarro de los que Fred me ha regalado hace días, boom, ahí está Bruno. Como aparecido por arte de magia para hacerme el día peor.

—¿Tienes clase aquí?

—No. ¿Y tú?

—Tampoco.

Así que lo sabe, también está al tanto del pequeño video que debe ser, supuestamente, secreto. ¿Será él acaso? No, cuando me armo de valor para ver el video completo estoy segura de que Bruno no tiene motivos para querer publicarlo, quizás todo lo contrario.

—Entonces —dice él, no por completo seguro de querer hablar conmigo, me doy cuenta—. ¿Lo supiste, lo de la capsula? —Asiento y veo su manzana de Adán moverse con nervio. ¿Acaso que ha dicho en la capsula? Me pregunto con inquietud—. ¿Ya la viste? —Estoy a punto de negar cuando la puerta se abre.

—No me tardo nada, profe, lo juro por todas las generaciones de Power Rangers. —Cuando Fred cierra la puerta de su salón de clases, su mirada no se detiene en mí, sino en Bruno. Y logro percibir una comunicación silenciosa allí. No por primera vez me siento de sobra—. ¿Así que la viste, eh? —Fred sigue sin mirarme, por lo cual no estoy del todo segura de sí me habla a mi o si es con Bruno, pero entonces aparta la mirada hacia mí.

—No, no la he visto. Pero unos chicos de informática la estaban viendo, ¿por qué no me lo dijiste?

—No la veas. Por lo que más quieras. Debo regresar, pero no la veas, en serio. Hablamos después. —Me aprieta la mano y regresa a su salón.

Si pienso que eso es extraño, dejo de creerlo cuando mi mirada se tropieza con la de Bruno. ¿Son ideas mías o él parece querer decirme lo mismo que Fred?

—¿Es tan malo? —No sé por qué le hago esa pregunta a él. ¿Qué estoy esperando que me responda? No sé qué pasa por mi mente en ese momento, quizás el miedo hace que actúes de forma extraña o mejor sea dicho, de forma estúpida. Bruno no responde, sigue allí de pie, mirándome, como si esperara que me salieran alas o alguna cosa así.

—No lo he visto. Pero sé que no quiero estar en boca de todo el mundo.

—Nadie lo quiere.

—Alguien de ahí sí. Sabía que esa capsula era una completa estupidez.

—Quizás fue tan estúpido como planear una protesta en la cafetería del instituto.

—Es completamente distinto.

—Sí claro, porque era idea tuya, ¿no? —Lo esquivo y comienzo a alejarme por el pasillo. Pero al parecer no me voy a librar muy fácil de él.

—¿Sabes lo dañina que puede ser esa comida para una mujer embarazada? —Con eso logra detenerme. ¿Habla en serio?—. En la próxima campanada voy a tener un montón de miradas sobre mí. —Sonríe con ironía—. Ninguna de esas miradas será comprensiva, y sería una locura pensar que después de algunas cosas que dije en la maldita capsula del tiempo, haya personas que vayan a comprenderme. Pero ¿sabes qué? —Se encoge de hombros—. A estas alturas ya no me importa. La verdad es que me importa una mierda lo que un montón de adolescente cabezas huecas piensen de mí. ¿Soy un monstruo? ¿Soy un infeliz? Que piensen lo que quieran.

—No lo entiendo —digo— ¿Para que la ayudas a medias? Ella te necesita. —Sonríe casi con desdén al tiempo que se mete las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Ten cuidado con tus pensamientos y de con quién los compartes.

Dice antes de alejase por el pasillo, y aunque en ese instante esas palabras son incomprensibles para mí, más tarde ese día dejan de serlo, en el preciso momento en que me armo de fuerzas para descubrir los tesoros escondidos en la capsula del tiempo, ahora publicada.


Zarzamora.


De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora