#56. De la ayuda por una vieja amiga

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Ignoro la voz de Fred que me llama cuando salgo del estudio de su padre, camino sin detenerme a lo largo de la casa, directo hacia la salida. Fred me sigue y me alcanza afuera, en la banqueta frente a su casa, así que lo encaro.

—Cree que estoy loca —digo con los ojos picándome en lágrimas, no hace cara de sorpresa como espero, lo cual me molesta aún más.

—¿Le hablaste de los fantasmas? —Asiento y le muestro la tarjeta, pero no dice nada. Se queda allí mirándome, como si no supiera qué decir o hacer.

—¿Tú también lo crees? —No contesta enseguida, se toma un instante para pensar y luego dice, exactamente igual que su padre, cuidando sus palabras.

—Creo que... escucha. —Se acerca, me toma por los hombros y me mira con lo que me parece mucha dulzura—. Habla con tus papás. Diles que te lleven con Cintia. —Me zafo de su agarre, sintiendo como si todos se hubieran puesto en contra de mí. Deseo correr lejos y esconderme entre las sábanas de mi cama, pero él no me deja, me toma por la muñeca en el preciso instante en que mi teléfono comienza a sonar—. ¿Quién es? —pregunta él al verme sacarlo y contemplarlo, sin contestar. Reprimo la rabia y las lágrimas que amenazan con salir y digo.

—No lo sé, es un número desconocido. ¿Bueno? —contesto, escuchando de inmediato una voz conocida del otro lado.

—Válgame dios, ¿dónde estás? Tu mamá llamó temprano a mi casa preguntando por ti.

—¿Nicole? —El corazón comienza a golpearme en el pecho, han pasado tantas cosas que he olvidado por completo la mentira que le he dicho a mi madre para poder asistir a la fiesta de Damián—. ¿Qué le dijiste?

—No te preocupes, no te delaté si eso te preocupa. —Suelta una risita y luego agrega—. Pero le dije que ya te habías ido a casa, así que es mejor que vayas moviendo el trasero.

—Bien, bien. Gracias.

—Oye, ¿dónde pasaste la noche? —Alzo la mirada, Fred sigue viéndome con aquella extraña expresión, es como si estuviera esperando que me rompiera en pedazos de un momento a otro.

—Con Frederick —contesto, haciendo que Nicole guarde silencio un instante luego del cual dice, haciendo que los colores me suban al rostro.

—Se cuidaron, ¿cierto?

—¿Qué? No, no, no hicimos nada. —Fred ladea una sonrisa, al parecer entendiendo algo de mi conversación telefónica, así que le arrojo una mirada de molestia.

—¿Segura? Entiendo como puede ser eso, el momento se vuelve puro instinto y...

—Te digo que no pasó nada, ¿bien? —la detengo, cerrando los ojos y frotándome la frente. Estoy comenzando a sentirme agotada, como si todos esperaran lo peor de mí. No soy impulsiva, no estoy loca, no soy nadie.

—Bien, te creo. Pero ve a tu casa, tu mamá sonaba un poco molesta.

—Gracias, Nicole.

Finalizo la llamada y le digo a Fred que debo irme, pero él no parece muy convencido. Se ofrece a acompañarme a casa pero rechazo su oferta. Si lo que Nicole dice es cierto y mamá esta algo molesta, lo último que necesito es llegar con un chico a casa. Además no estoy segura de querer andar todo el camino a casa con él sabiendo lo que acaba de pasar. He confesado mis temores y mis secretos y me toman por loca.

Llegar a casa no mejora las cosas. Mamá camina de acá para allá, con una escoba en las manos barriendo suciedad inexistente. Y pienso que se abalanzará sobre mí a sermonearme sobre que no me ha dado permiso para tomarme toda la mañana. Según el reloj del microondas son cerca de las once. Pero no lo hace, pregunta cómo estuvo la pijamada con Nicole, me pregunta por qué he demorado tanto en regresar, pero no hay gritos, ni sermones, nada. Es como si acabara de entrar a la dimensión desconocida, salvo que su comportamiento es el típico de cuando esta enfadad. Pero si no está enfadada conmigo, ¿con quién lo está?


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora