#60. Del intruso

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Hola, no soy Ana, o bueno, Zarza, como ella se hace llamar. Ustedes me conocen como Fred. Probablemente yo no debería estar publicando aquí, tómenlo como un exceso de confianza por parte de un novio enamorado. Pero cuando ella me ha hablado de este espacio, no he podido evitar echar un vistazo.

Y no niego que me entran los celos. De saber que desconocidos la conocen más de lo que lo hago yo, pero imagino que ya no importa. Voy al grano.

Hace un par de días Ana tuvo una especie de, ¿cómo decirlo? ¿Crisis? Sí, lo diré así, crisis. No las tiene todo el tiempo, entre medicamentos y sesiones con Cintia, van y vienen, aunque los últimos días ha estado mucho mejor. El punto es que fue entonces cuando ha mencionado este blog. «De la vida y otras cosas» Vaya nombre. Y entre todo lo extraño que pasa, puedo comprenderla un poco. Esta gente, la que leo esto, si es que alguien lo hace, le importa. Le importan tanto como si alguna vez les hubiera visto a los ojos y sentido su apoyo. Así que con algo de atrevimiento de mi parte, me tomaré la libertad de cerrar este espacio como a ella le hubiera gustado.

Aprovecho a agregar que la mantenemos alejada de cosas que creemos pueden alterarla. Internet es una gran fuente de peligro para alguien tan inestable como mi Ana. En fin, acá voy.

Deben saber que todo nuestro curso ha logrado graduarse, incluida Ana. Luego de ayuda por parte de los profesores y de todos nosotros, lo ha hecho. Parece un milagro que aquel curso tan insoportable haya logrado graduarse entero. Ceci, Lydia, Nicole y sus amigas, Bruno y Damián. Todos ellos, tomando caminos hacia futuros inciertos.

Bruno ha aplazado su entrada a la universidad. Luego de lo que me gusta llamar como su retiro espiritual, él regresa dispuesto a conocer y ver por su hija. Una niña de nombre Anna. Por lo que Nicole tiene la oportunidad de entrar a la universidad. Aunque no todo el mérito es de Bruno. Los abuelos de la bebé están dispuestos a cuidar de ella para que su madre pueda encontrar a la adulta que debe ser.

Damián y Ceci viven en una gran, enorme y espantosa relación toxica. Hay tanto odio y amor entre los dos, que pienso seriamente que solo pueden terminar de dos formas. Muy, pero que muy bien o muy, pero que muy mal. Todos rogamos porque sea la primera.

Las amigas de Nicole toman sus caminos hacia otras ciudades, Marta y Simón se casan luego de la graduación. Y Lydia, vaya chica; conmovida por la fragilidad mental de Ana y los excesos de acusaciones hacia ella por parte de Ceci, ha estado a punto de confesar la verdad, pero se lo impido. Lo hago porque me parece innecesario, aquella capsula del tiempo ha causado todo el dolor que puede causar y ya es suficiente. Además, y admito que lo siguiente no lo he confesado ante nadie ni lo haré, gracias a la publicación de esa capsula es que he podido llegar tan lejos con Ana.

Algunas noches, luego de visitarla en el ala de psiquiatría de la clínica, pienso en este hecho. En lo que hubiera sucedido si esa capsulada nunca hubiera salido a la luz. Quizás Ana nunca hubiera hecho un trato con Ceci, quizás nunca hubiera ido a aquella fiesta ni hubiera pasado la noche en mi casa, quizás nunca la hubiera besado, quizás ella nunca hubiera sabido la forma en que me hace sentir, quizás incluso, ella hubiera descendido hacia los más oscuros rincones de su mente frágil y me hubiera olvidado.

Así que ahí lo tienen, protejo a Lydia por un oculto sentimiento de gratitud que me hace sentir mal. Mucha gente la ha pasado fatal a raíz de la capsula, muchos amigos cercanos inclusive, pero a mí me ha abierto un camino repleto de posibilidades diversas en las que Ana y yo estamos siempre juntos.

El hermano de Ana se llama Manuel y le dicen Manu, apodo que escoge la madre de Ana. Parece extraño como suceden las cosas en el mundo. A veces solo hace falta que alguien tenga una terrible enfermedad mental para que los seres a su alrededor encuentren un punto de mediación y lleven la vida en paz. Eso pasa con los padres y la madrastra de Ana.

Con un poco de esfuerzo, mucha ayuda y dedicación, Ana logrará entrar a una universidad, aunque aún no se decide por una carrera. Por mi parte le insinúo que se vaya por una carrera en letras, sé que le irá bien por ahí. Necesita sacar todos sus tormentos.

Y yo, un tal Frederick, encuentra su camino en lo que por mucho tiempo ha odiado: psicología. Jamás olvidaré la enorme sonrisa de papá cuando se lo digo y los ojos brillantes de mamá. Es tan obvia y simple mi elección que da risa.

Por último, les dejo la respuesta de Ana a una pregunta de suma importancia para ambos, una cuestión sobre si me permite ser parte de su vida, no como un amigo precisamente:

—Estoy aterrada, pero si solo puedo decir sí o no, entonces diré que sí.


Frederick


FIN

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora