#46. De los extraños aliados

1.2K 134 31
                                    

Hice un pacto con el diablo. ¿Qué tan descabellado suena eso? Quizás no tanto como la verdad. Pues el diablo con el que pacto gusta de fumar cigarrillos, lleva mechas rojas en el cabello, usa mallas en las manos y a veces en las piernas, a veces va en botas negras y otras solo usa converse, y además, me odia.

Consigo a Ceci en la cancha de baloncesto. Está con Frederick y sus otros amigos. Todos fuman e insultan al director.

Cuando subo las gradas y llego hasta donde están, el silencio cae en el grupo como una roca pesada. Me pregunto si los amigos de Fred siguen creyendo que yo he publicado la capsula, y después me doy cuenta de lo tonto de mi duda. Con Ceci como amiga no debe ser fácil quitarse esa duda de encima.

—Ey, ¿te nos unes? —Adoro a Frederick, en serio lo hago, pero a veces creo que no quiere ver lo obvio. Casi quiero gritarle: «Tu mejor amiga me odia, y yo la odio a ella.» Pero de hacerlo, entonces lo que voy a hacer allí no tendría ningún sentido.

—Eh, no. Quería hablar con Ceci. —La mencionada abre los ojos como platos y una gran nube de humo sale de su boca mientras, literalmente, me asesina con la mirada.

—¿Perdón?

—Sé amable, Ce —le pide Fred y veo lo que a ella le cuesta calmar sus ansias.

Por primera vez me da curiosidad saber cómo es esa relación. Sin los rumores que circulan sobre los dos. Solo la simple verdad. Ellos siempre han estado juntos. Mucho antes de que Fred empezara a hablar conmigo. Me veo a mi misma entonces de la forma en que Ceci debe verme y la comprendo, yo para ella no soy más que una intrusa que además, no quiso ayudarla.

Ella se levanta y me reta.

—¿Qué quieres?

—Aquí no. —Miro a Fred—. ¿Me regalas uno? —Fred toma un cigarro nuevo de la cajetilla y lo enciende con el suyo. Luego me lo da. Bajo con Ceci hasta la cancha y abuso de mi buena suerte.

—¿Te gusta hacerle maldades a la gente, verdad?

—¿Sabes que te odio? —dice llevándose el cigarro a los labios. Hago lo mismo y luego respondo.

—¿Sabes que el sentimiento es mutuo? —Se pasa la lengua por los dientes y luego pregunta.

—¿Qué rayos quieres de mí?

—Creo que alguien debería llamarle la atención a Bruno. —Achica los ojos y luego cuestiona.

—¿Por qué?

—¿No te parece suficiente lo que está haciendo con Nicole?

—¿Por qué tendría que importarme? —La observo y hasta el día de hoy estoy segura de que si Ceci no me mata es porque Frederick nos observa desde las gradas.

—Estas enamorada de Damián. El idiota más grande de este instituto después de Bruno. Si yo estuviera enamorada de un chico así querría que alguien le pusiera un alto. —La mano con que sostiene el cigarro le tiembla de ira. Sus ojos casi centellan de la misma emoción. Yo estoy a punto de encogerme. He hablado demasiado.

—¿Por qué debería ayudarte? Tú no me ayudaste a mí.

—Sé con quién estoy hablando. Solo dime qué quieres a cambio. —Ella enarca una ceja. Se lleva el cigarro a los labios y ladea una sonrisa. Estoy a punto de cancelar el trato y salir corriendo de allí.

—¿Lo que yo quiera?

—Siempre que sea legal. Y que no tenga que ver con Fred. —Vuelve a sonreír.

—¿Qué? ¿Te da miedo que te pida que te alejes de él? Para tu información no me importa lo que sea que pase entre ustedes. Al menos claro de que seas una perra de mierda y le hagas sufrir. Ahí si no prometo quedarme al margen. —Ignoro su insulto y me llevo el cigarro a los labios.

—Solo dime qué quieres a cambio.

—Eso depende. ¿Qué quieres que le pase a Bruno? —En ese instante me siento como un gánster. ¿Por qué estoy haciendo eso? ¿Tanto me importa Nicole o secretamente lo hago por lo que él dice sobre mí en la capsula?

—No sé. Quiero que

—¿Que sufra? Lo veo en tus ojos. Eres tan mala como yo, solo que te camuflas en una nube de inocencia. Bien lo dice el dicho, las más calladas son las más peligrosas. —No lo refuto, quizás tiene algo de razón—. Bien, este es el trato. —Ella lanza la colilla de su cigarro ya casi acabado al suelo y propone—. Yo le hago pagar a Bruno lo que le está haciendo a Nicole. Tú me ayudas con Damián.

—¿Cómo podría?

—¿Te invitó a su fiesta de cumpleaños, cierto? —Asiento—. Bien, no le extrañará verte por ahí ese día. Lo único que necesito es que vayas a esa fiesta y yo te diré que hacer. ¿Trato? —Miro hacia las gradas. Frederick aparta la mirada de inmediato. ¿Qué tan extrañas nos veremos las dos allí? ¿Hablando sin atacarnos la una a la otra?

—No entiendo qué podría hacer yo.

—Ya lo sabrás.

—No sé.

—Frederick va a estar en esa fiesta. ¿De verdad crees que él me dejaría hacerte algo malo? Créeme, el único motivo por el que te he dejado medianamente en paz es por él. ¿Trato o no?

—¿Qué le vas a hacer a Bruno? ¿Cómo sé que tú vas a cumplir? —Me mira con suficiencia.

—Primero: porque tienes razón aunque me cueste admitirlo. Bruno es un cretino que necesita una lección. Segundo, porque creo que será divertido. Tercero, para hacerle algo necesito a mis amigos y cuando Freddie se entere va a ser el primero en apuntarse para hacer sufrir al cretino.

—Eso no suena bueno.

—Es solo una expresión. No lo vamos a matar. Entonces, ¿trato? —Me extiende la mano y la miro dubitativa. ¿Qué está pasando conmigo? ¿Desde cuándo me he convertido en una especia de Sasuke Uchiha vengador? Repito, Ceci no está del todo errada. En mi interior dormita un ser de alas negras que sigue enfadado por sus horribles palabras en las capsula del tiempo. Un ser de abundante delineador negro que quiere hacerle pagar cada una de las lágrimas de mi vieja amiga Nicole y si para eso debo estrechar la mano del diablo, lo haré.

Miro hacia las gradas de nuevo. Ahora tanto Fred como los otros chicos nos miran, aspiro el cigarro y luego estrecho la mano de Ceci. Está hecho, acabo de venderle mi alma al diablo.


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora