#47. De algunas humillaciones

1.1K 129 30
                                    

Bruno es un chico de dieciséis años, tiene cabello negro y siempre lo lleva bien peinado. El lunes después de que yo hice un pacto con el diablo, él tiene la que podría catalogarse quizás, como la peor semana de su vida adolescente. Me habría sentido mal por él de no ser porque:

1: Yo he provocado esa semana infernal.

2: Nicole se ve considerablemente más animada esa semana y sospecho que el calvario del padre de su hijo nonato tiene mucho que ver.

3: Frederick me dice que tengo considerable potencial para el mal y agrega que con un poco más de cabello yo me podría parecer a la que él considera —después de mí, en sus palabras— como la mujer más bella del planeta; Helena Bonham Carter en su papel de Bellatrix. No estoy de acuerdo, por supuesto, mi acto malvado es impulsivo y aunque no me arrepiento, no lo volvería a hacer.

Volviendo con Bruno. Luego de que yo selle el pacto con la verdadera maldad con un simple apretón de manos, pasan varios días. Tantos que incluso llego a pensar que he vendido mi alma para nada, hasta que llega el lunes. No más cruzo la entrada del instituto noto el alboroto. Los estudiantes hablan entre sí, con murmullos y risas burlonas. No tengo que caminar demasiado para entender el porqué, según parece todas las paredes, incluyendo los lavados, están empapeladas con un cartel de Bruno.

No es demasiado grande, creo que solo son de una longitud de cincuenta por cincuenta. El rostro de Bruno rellena todo el cartel y al pie se puede leer.

«¿Ha visto usted a este chico? Si es así llame a emergencias y corra lejos, porque se rumora que su impotencia lo hace intolerable e irritable. Si se encuentra usted a un metro de este impotente, podría atacarlo como un perro salvaje. Por supuesto, sin la erección que podría tener un perro.»

Reconozco la foto que usan porque es de la capsula del tiempo. Lleva la misma ropa que entonces, además congelaron su rostro en una mueca que no lo hace lucir precisamente fabuloso.

Queridos lectores de este blog, ¿pensarían ustedes mal de mí si les confieso que no puedo evitar reírme? Porque eso hago. Me quedo allí de pie frente a semejante cartel tan humillante y me río. Un segundo después el conserje del instituto pasa por mi lado, llevándose consigo todos los carteles que probablemente medio instituto ya ha visto y que con la cantidad de gente en aquella institución, no tardaría en regarse el rumor.

No veo a Bruno sino hasta la tercera hora. Entramos todos a clases y hasta en nuestro propio salón se siente el evento tempranero. Todos lo ven, algunos con sonrisas burlonas en el rostro. Incluso Nicole se atreve a realizar un comentario mordaz cuando él pasa junto a su asiento y ella deja caer su lapicera con toda la intención, para luego comentar.

—Déjala, yo la levanto. Eso no ha de ser algo fácil para ti.

Todo el mundo contiene la risa, porque él la mira con molestia y ella le sostiene la mirada. Los observo y pienso en todas las cosas por las que han pasado. ¿Cómo es que puedes tener relaciones con una persona y luego tenerle tanta ira? Me parece algo tan triste, casi tan triste como lo que ocurre con mi familia.

Habría seguido pensando en eso si no fuera porque cuando Bruno decide que pasará aquello por alto y se dirige a su asiento, Ceci que está sentada tras de mí, me pasa un papel. Cuando lo abro decía de forma no muy amable.

«Ahora me debes.»

Arrugo el papel mientras el profesor entra. Oh, por supuesto que le debo, el diablo nunca se va sin cobrar su parte.

Luego de los primeros quince minutos la clase se ve interrumpida, por la puerta entran el director y la secretaria y todo el mundo contiene el aliento, hasta nuestro profesor. Porque la presencia del subdirector es soportable, pero la director, esa no es augurio de nada bueno.

Le pide permiso al profesor para interrumpir la clase y este último asiente con mucho vigor. Luego el director nos mira un instante a todos y habla.

—Buenos días, muchachos. Bueno, ¿por dónde empezamos? A ver chicos, en todos los años que llevo siendo director de este instituto, no habíamos tenido un grupo tan —deja la frase suspendida. Noto que su secretaria trae algo en las manos y me imagino de lo que se trata—, rebelde —decide al fin y luego continua—. Organizaron una protesta, incendiaron los uniformes del equipo de baloncesto. —Se detiene mientras clava una mirada en Nicole que de inmediato agacha la cabeza y luego finaliza—. Y ahora esto. ­—El director estira las manos hacia su secretaria y ésta le pasa de prisa el cartel. Él lo abre y allí está la cara de Bruno, con aquel mensaje tan humillante. Más de uno controla la risa, así como yo pienso que en definitiva los adultos no saben mucho del mundo juvenil. Si quieren ayudar a Bruno esa no es la manera, eso es seguro—. Queremos que el culpable de esto aparezca, sino lo hace en el lapso de la mañana, todo el curso recibirá una sanción justa. Excepto por Bruno, por supuesto.

Se hace el silencio. Incluso me pregunto si el director intenta colocar suspenso o si de verdad espera que el culpable se levante como alguna especie de mártir y acepte su crimen.

—Estaré toda la mañana en mi oficina.

—¿Cuál será el castigo para todo el curso? —escucho que alguien pregunta, es Lydia que está sentada en la última fila, el director enrolla el cartel y contesta.

—Como dije, uno justo. Siga con su clase, profesor.

Y se van. Cuando el profesor retoma la clase con total naturalidad, otro papel cae sobre mi pupitre, este dice.

«Habla y te mato, lo juro.»

Esta vez decido responder.

«Frederick nunca dijo que fueras tan cobarde, Cecilia.»

No recibo respuesta.


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora