#23. De los involucrados: Frederick y Bruno

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Es bastante difícil volver a tratar con las personas cuando te has alejado de ellas por tanto tiempo. Es tan condenadamente difícil que puedes llegar al punto de querer alejarte de nuevo, y eso no es bueno, créanme.

Lo cierto es que estoy molesta, triste y confundida. Es como tener todos los sentimientos apretujándome la cabeza y la garganta al mismo tiempo, lo cual me provoca deseos nada agradables. Como por ejemplo: golpear algo o gritar; gritar con todas las fuerzas posibles para que todos estos sentimientos salgan expulsados y no vuelvan nunca jamás. Pero algunas cosas son imposibles. Aunque haya personas rematadamente locas que aseguran que nada lo es.

Frederick se cansa de perseguirme por todo el instituto, así que corre hasta colocarse frente a mí y cortarme el paso con su cuerpo.

—¿No te ha quedado claro que quiero estar sola? —digo apretando los puños y procurando mantener mi voz controlada. Primero, no quiero que note mi turbación. Segundo, se supone que estamos en detención y no quiero llamar la atención de posibles profesores que puedan estar por allí.

—¿Sabes? He conocido a mucha gente extraña, pero tú te llevas el premio.

—¡Muchas gracias, deditos de mantequilla! —Él cierra los ojos y suelta un suspiro.

—¿A qué viene eso ahora?

—No quiero hablar contigo, Frederick. En serio.

—Dame un segundo —pide alzando las manos—. ¿Estás molesta conmigo? —Me froto la cara con ambas manos, al parecer la detención está cumpliendo su cometido. Todo aquello es un terrible castigo.

—Solo quiero que la próxima vez que tú y tu amiga se quieran vengar de alguien, no me involucren. —Su ceño se arruga.

—¿Qué? ¿De qué? Oh —Se lleva el puño a la boca y su rostro adquiere esa expresión de una persona que acaba de comprender algo. Un segundo después se ríe—. Oye, no sabía que eso era lo que Ceci tenía en mente, en serio.

—No me mientas, Fred.

—Ey. Sé que no tengo muy buena reputación. Pero algo te puedo asegurar, no soy un mentiroso. Eso ya deberías saberlo. —Bueno, en ese punto tiene razón, he de reconocer. Después de todo, la vez que le he preguntado sobre Ceci, él me ha contestado con la verdad.

—¿Qué quería hacer? —me pregunta—. Pensé que la página era para sabotear la fiesta de Damián.

—¿Cuál fiesta?

—La que hace todos los años por su cumpleaños, y la que nosotros siempre saboteamos con algún rumor divertido. Cosa que no sirve de mucho en realidad. —Reflexiona con un pequeño disgusto—. Al parecer la gente encuentra en esos rumores un motivo más para asistir.

No lo entiendo. No entiendo la capacidad de Fred de calmarse tan rápido. Siempre es lo mismo. Un segundo se pelea conmigo y al siguiente me habla como si no acabara de ocurrir nada. Me vuelve a preguntar qué es lo que planea Ceci, y aprovecha para asegurar de nuevo que no tiene ni idea. A regañadientes, le cuento la idea brillante de Ceci, él no parece tan sorprendido. De hecho la sorprendida soy yo cuando dice.

—Entonces, te contó la historia. ¿Eh?

—¿Cuál historia?

—Oh oh. —Hace una mueca graciosa. Quiero abofetearlo y abrazarlo por igual. ¿Existe mayor contradicción?

Nos apoyamos en una de las paredes del pasillo y él me cuenta cómo es que una tal Michelle Joy de tercer curso, los encuentra en plena acción un viernes luego de clases. Están en detención por haber incendiado el uniforme del equipo de baloncesto.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora