Capítulo 6: "Vientre en punta"

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-Estoy segura que será un niño- dijo mi tía Joaquina a mi mamá.

-Una madre siempre sabe, yo siento que es niña

-Priscila, he tenido 3 hijos, y puedo decirte ciertamente que será niño, tienes tu vientre en punta, cuando es varón es así. En cambio cuando es niña, el vientre es ancho, no es el caso con el tuyo

Mi tía y mi mamá discutían si yo era niño o niña. O, bueno, eso es lo que me han contado, pero no lo recuerdo porque era apenas un feto en el vientre de mamá jajaja. Me esperaban con ansias, fui una niña muy deseada. Soy la primogénita, si se puede decir, ya que solo somos mi hermana Vane y yo.

Mi papá, mi mamá, mi tía y mi tío fueron a comer pollo a la brasa en Rocky, una pollería de Huaral. Somos costeños, aunque se dice que Huaral es medio costa, medio sierra. Bueno, el punto es que estaban comiendo y disfrutando de la compañía cuando de repente.

-¡Ahhhh! ¡Duele!

-Amor, ¿Qué sucede? ¿Tienes contracciones?

-Ya viene Josué, la bebé va a nacer

-¡El bebé!- Gritó mi tía Joaquina.

Mi mamá soltó una carcajada, y siguió quejándose del dolor. Todos fueron rápidamente al hospital. Mi mamá estuvo en trabajo de parto algunas horas. Hasta que por fin nací.

-¡Es una niña!- dijo el doctor Castellanos.

-¡Yo lo sabía!- exclamó mi mamá entre sollozos mientras miraba a mí papá que ya estaba derramando lágrimas.

-Hola princesita, soy tu papá, te cuidaré siempre

Mi papá es un principito, la razón por la cual deseo enormemente un amor de cuento es debido al gran amor y cariño que me tiene a mí, mi hermana y mi mamá, para él somos sus princesas y mi mamá es su reina, y nuestra casa es un castillo. Mi papá siempre me ha dicho que debo encontrar un hombre digno de mi amor, porque aunque el amor no se merece ni se compra, yo ciertamente soy muy valiosa y no debo desperdiciar mi amor con cualquiera.

-Un día te vas a enamorar. Pero no te confundas, parecerá que lo amas, sin embargo, solo estás enamorada, las hormonas están haciendo cambios en ti. Sentirás que no puedes vivir sin él, pero no es cierto, puedes vivir sin él, solo que no lo sabes. El enamoramiento tiene el poder de cegar. Verás a los sapos como príncipes, y no tendrás el discernimiento suficiente para saber si te engañan, todo lo que harás será ver bondad y amor en él, porque el enamoramiento ciega. Es así

-¡Qué miedo papá-le digo.

Solo tengo 10 años y aún no me fijo en nadie de forma especial, aunque siempre he soñado con un príncipe. Solo que papá lo hace parecer tan díficil.

-No tengas miedo hija, la idea es que no te equivoques poniendo en tu corazón una persona que no merece estar allí. Pero si llega a suceder, quiero que sepas que no estás anclada a él, puedes devolverte de tu error. El único amor al que debes estar anclada, es al amor perfecto de Dios, ni siquiera al mío

Siempre disfrute hablar con papá. No veía pasar las horas cuando hablaba con él. No era perfecto, tenía unas formas muy rígidas de pensar que yo no entendía, aún así, yo amaba hablar con él. Me hacía sentir que si yo me equivocaba no era el fin del mundo, no en materia de equivocarme a toda costa, sino que tenía la oportunidad de arrepentirme.

Todo ha ido muy bien, soy feliz. Tengo una familia que me ama, voy bien en el colegio, tengo buenos amigos, creo que no necesito nada más en la vida. Me acuesto, y duermo soñando.

Ya amaneció, y hoy no me estoy sintiendo bien. Empiezo a sentir dificultad para respirar, un peso en mi pecho como si mil piedras estuvieran sobre mí. Bajo de la cama como puedo, el aire se hace denso cada vez más y más, así que me arrastro hasta la habitación de mis padres, y trato de despertarlos.

-¡Nena! ¿Qué pasa?- me dijo mi mamá preocupada.

-Mami...no...puedo...res...pi...rar...- le digo susurrando en monosílabos porque hasta hablar me resulta complicado.

Papá no me pregunta nada, solo me toma en sus brazos y corre conmigo hasta el auto para llevarme rápidamente al hospital.

Quedo inconsciente, no veo nada, no siento nada, hasta que abro los ojos y una luz está ante ellos. No, no estoy en el cielo, no he muerto, es la luz de la habitación del hospital. Bip, bip, bip, suenan mis signos vitales, yo miro a un lado y al otro "¿Qué rayos hago aquí?" Pienso, y trato de levantarme de la cama, pero una mano me detiene.

-¿A donde vas con tanta prisa?- dijo mi mamá con un tono determinante (no me sorprende ella siempre es así jajaja)

-Mami, ¿Qué hago aquí? ¿Qué pasa?

-No sucede nada cariño, tranquila. Descansa

No le creo ni un poco. Para empezar no iba a estar en un hospital por nada. Así que miro al otro lado y estaba él, papá con un rostro destrozado, me mira como si yo estuviera en peligro. Puedo ver en sus ojos que no todo estaba bien.

-Papi, dime la verdad. Yo puedo soportarlo. Podemos soportarlo- Papi sabe que no soy cobarde, sé que me dirá, o...eso espero.

-Mi niña, mi princesa... La verdad es que... Tienes una pequeña complicación, pero vas a estar bien

-Dime todo papá. ¿A qué complicación te refieres?

Papá suspira, avanza unos pasos hacia mí, se sienta a mi lado, toma mi mano pequeña con la suya (que es muy grande y que me hace sentir protegida).

-Nena, tienes líquido en los pulmones. El doctor dice que es una rara enfermedad, y se debe a que el día que naciste, inhalaste líquido amniótico y nadie se dio cuenta. Ahora, tendrás asma de por vida, bueno, es lo que ellos dicen

Hace una pausa y se acerca a mi oído susurrando

-Pero yo no lo creo ni un poco, ¡están locos!

Nos reímos un rato, y le pregunto.

-Y... ¿Eso es grave papá?

-Jeje, para nada mi amor. No es grave, tú eres una princesa, y las princesas siempre vencen hasta el final. Solo debemos hacer algunas cosas, y te aseguro que te irá bien.

Papá me hace sentir segura. Sé que no estoy bien del todo, pero voy a estarlo. Nos vamos a casa junto con muchos, muchos, muchos medicamentos, y entre ellos un inhalador y un nebulizador.

Mi rutina empezó a ser cada vez más estresante. Tenía a mamá recordándome todos los días lo que debía comer, como debía vestir, que tenía que hacer, porque cuidaba que no me dieran ataques de asma. Me daba mis medicamentos y hacía todo lo que el doctor le indicó al pie de la letra. A papá eso lo ponía triste, no le gustaba verme así, aburrida, cansada y diferente los demás. Así que uno de esos días, me llevó a cenar, y fuimos a una pista de patinaje sobre hielo. No sabía que podía patinar, ¡Fue fantástico!

No tenía miedo, hasta ahora aunque era díficil todo iba muy bien. ¡Quien iba a pensar que yo saldría de ese vientre en punta!

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