—Tengo cáncer, y estoy muriendo. Yo...tengo mucho dinero, tierras, propiedades. No quiero morir y que eso pase a mano de tus primos o quién sabe quien— Gilberto quiere heredarme su fortuna, y yo no quiero. No acepto que nunca haya estado y que ahora que está vaya a irse tan pronto. No es justo.
Me mira y pone su mano en mi hombro
—Eres mi único hijo, yo quiero que cumplas tus sueños con todo lo que tengo. ¿Dime qué quieres hacer?
¿Sueños? Todo lo que soñaba ha quedado olvidado desde que me alejé de Amie y de Dios. ¿Cómo podría retomarlos después de todo lo que pasó?
—No quiero hacer nada, y no quiero el dinero— le digo con indiferencia, no quiero encariñarme si igual se va a ir.
El anciano empieza a toser desesperadamente y se levanta para poder respirar. Mi orgullo se rompe en ese momento, y me levanto para tratar de auxiliarlo.
—¿Te encuentras bien?— le pregunto cuando veo que logra respirar.
—Sí, ya pasó. No te preocupes por mí. Dios tiene un lugar especial para mí allá arriba, pero antes debo arreglar mis cuentas contigo
Camina hacia la mesa del comedor, toma papel y pluma y comienza a escribir. Luego de media hora viene hacia mí, me mira y habla.
—Este es mi testamento. En él dejo todos mis bienes a ti al momento en que yo muera. Con ellos puedes hacer lo que desees— extiende el papel hacia mí.
—No quiero tú dinero, dáselo a alguien más
—Hijo, haz lo que quieras con él, dáselo a otra persona si quieres, si ese es tu sueño, pero no sé lo daré a nadie más que no seas tú— sigue extendiendo la hoja y nos miramos.
Se hace un silencio enorme, nos vemos por un buen rato. Y mientras veo sus ojos más me encuentro a mí mismo, de repente, parece que todo comienza a tomar sentido, él es mi padre, en él encuentro mi identidad terrenal, y al mismo tiempo tengo a mi padre Celestial esperando por mí, para darme una identidad espiritual. Dios no se estaba dando por vencido conmigo, y yo me siento como un tonto, no sé qué hacer.
—¿Adam?— Gilberto interrumpe mis pensamientos.
—¿Sí?
—¿Me perdonas? — su voz se quiebra y comienza a llorar.
—Perdóname hijo por no haber estado, por no haberte ayudado en tus decisiones. Por no haberte enseñado nada, perdóname por haber estado ausente hasta ahora.
Siento algo que se está quebrando en mi corazón, tal vez es la coraza que siempre he tenido. Se quiebra y mientras más lo hace yo no resisto más, y lloro, lloro mientras corro a abrazar a Gilberto, abrazo a mí padre, abrazo el milagro que Dios me dio.
Dios es grande. Estuve tantos años herido, enojado con el mundo, conmigo mismo, y no me di cuenta que Él todo lo planeó de esta forma para que hoy yo pudiera ser quién soy. Es verdad, me equivoqué mucho, pero siento que estoy naciendo de nuevo, que Dios ha sanado mi corazón, y quiero ayudar a otros a sanar también.
Acepté la ayuda de mi padre y esos días han sido increíbles. Comemos juntos siempre, me ayudó a levantarme de la depresión en la que estaba. Me mudé a Lima con él, y comencé a ir a la iglesia a donde él va.
Volví a Dios, y debo decir que desde que hice las paces con mi padre y volví a la iglesia ya no tengo más pesadillas, ni un solo día, las voces se callaron, y la única voz que escucho todas las mañanas es la de Dios diciéndome que me ama a través de su creación.
Ahora estoy en "Starbucks", esperando a papá para desayunar, hace rato que debería estar aquí, pero no me preocupa, él suele ser impuntual, jajajaja. De repente, suena mi celular y contesto.
—¿Diga?— respondo ante el número desconocido.
—Buenos días ¿hablo con Adam Prince?— contesta del otro lado una voz femenina que no me resulta familiar.
—Casas, mi nombre es Adam Casas, aunque aún no han salido los papeles. Eso no importa, soy yo. Dígame qué sucede— respondo con aires de grandeza, me gusta presumir mi nuevo apellido, el apellido de mi padre.
—Joven Adam, lo llamo del hospital Cayetano Heredia, debe venir inmediatamente, su padre se puso mal y está internado aquí.
Corto la llamada desesperadamente, y corro a tomar un taxi. "¡Dios mío! Protege a mi padre, permíteme llegar a tiempo"
En 20 minutos llego al hospital, porque el tráfico de Lima es terrible. Voy a la recepción y me indican que está en la habitación 206, corro rápidamente y abro la puerta. Ahí está él.
Acostado en una cama blanca, con una vía en el brazo y una sonrisa en el rostro. Su piel se ve pálida, sus ojos cansados, pero su espíritu irradia felicidad.
—¡Hijo! Perdóname por no llegar a tiempo para el desayuno— me dice con voz baja y empieza a toser.
Yo corro hacia él e intento ponerlo en una mejor posición.
—Tranquilo papá, yo sé que eres un impuntual sin remedio— trato de hacer un chiste, y aunque sonrío mis lágrimas salen de mis ojos. No puedo creer que se tenga que ir tan pronto. Solo han pasado dos meses desde que lo conocí.
—Jajaja, es verdad. Gracias a Dios, en el cielo no hay tiempo, así no llegaré tarde.
—No, papá, no digas eso. Al contrario, es muy pronto para que te vayas— le digo y mi voz se quiebra.
—Hijo, no quiero que estés triste. ¿Sabes? Estoy tan feliz de haberte encontrado, y me siento tan orgulloso del hombre que eres. Me siento en paz, sé que voy a estar bien y tú también— me dice mientras toca mi mejilla y seca mis lágrimas.
—¿Papá?
—¿Sí?
—Antes de irte ¿Puedes contarme una historia?—sé que suena infantil, pero quiero guardar su voz dentro de mí para siempre—Cuéntame ¿Cómo me encontraste?
—¡Ohh! Cierto. Nunca te dije. La verdad no tengo mérito en tu hallazgo, jajajaja, fracasé en todo lo que intenté—hace una pausa, se acomoda en el espaldar de la cama y continúa
—Cuando salí del coma, te busqué por todas las aldeas que estaban en la montaña donde te dejé, pero no pude encontrarte. Tal vez soy malo buscando, no lo sé. El punto es que no te hallé allí, así que busqué en los alrededores. Pasaron los años y yo seguía sin hallarte, te busqué en las ciudades cercanas, en todos lados. Hasta que un día me rendí, fue allí que conocí a Dios, y empecé a ir a la iglesia. Todos los días oraba por encontrarte, y entonces un día un hermano de la iglesia me dio un consejo
—¿Qué consejo?— pregunto atento mientras coloco mis codos en la cama y descanso mi rostro en mis manos.
—Me dijo que dejara de buscar de esa forma arcaica jajaja, y que usara las redes sociales. Así que posteé la última foto que nos tomamos tu madre, tú y yo, la subí a un grupo de Facebook de niños huérfanos y sin hogar. Y allí fue cuando dos días después Gabriela me llamó— comienza a toser, yo le alcanzo un vaso con agua, y luego de beber continúa.
—Ella me contó que trabajaba con jóvenes sin hogar en la prisión, y que conocía a un joven muy parecido al de la foto. Nos reunimos, juntamos piezas, y afortunadamente ella tenía algunas prendas de ropa tuya. Así que realizamos el ADN con un cabello que estaba en un gorro de invierno. Y allí lo supe, te había encontrado.
—¿Cómo entraste al departamento?— pregunto ansioso, realmente es emocionante escucharlo hablar.
—Jajaja, qué impaciente eres. Bueno, Gabriela me dio la dirección de tu departamento, y una copia de la llave, también me dio la dirección de la iglesia "Fuente de Salvación" y como estaba cerca, decidí ir para allá primero. Fue allí cuando el pastor Josué me contó que estabas mal, y salí corriendo a buscarte.
Papá comienza a toser más fuerte, y la máquina de signos vitales empieza a sonar.
—¡Enfermera!— grito desesperado y levanto a papá para que pueda encontrar aire.
—Tranquilo papá, ya no hables. Tranquilo— le digo intentando mantener la calma, pero mis lágrimas siguen corriendo.
La enfermera llega, revisa su pulso y habla.
—No hay nada más que hacer. Lo siento mucho, el señor está muriendo.
—¡No! No puede ser—digo llorando.
—¡Shhh! Tranquilo hijo—me dice papá en voz baja— aún me queda algo de tiempo. Quiero seguir hablando contigo. Siéntate.
Yo obedezco y me siento atento a su voz.
—Cuando llegué a tu departamento y vi que no estabas, en seguida le pedí a Dios que me ayudara a encontrarte. En cuestión de segundos me vino tu imagen a la mente, te vi en la azotea a punto de quitarte la vida. Subí las escaleras, y cuando te vi cerca del precipicio grité "¡Adam, no lo hagas!" Así tú lograste atender a mi voz, y luego de desmayarte te llevé a tu habitación y arreglé todo.
Sigue tosiendo, se calma y habla.
—Hijo, canta conmigo. Vamos a adorar a Dios juntos por última vez ¿De acuerdo?
Toda la historia que me contó parece tan fascinante, Dios planeó todo, y nos hizo estar juntos de nuevo. Así que asiento y comienzo a cantar con mi voz desafinada.
"Rodeado de tu gloria,Qué sentirá mi ser,
Danzare por ti mi Cristo,
O en silencio quedaré,
Estaré de pie en tu gloria,
O me tendré que arrodillar,
Cantaré aleluya,
Quizás aún ni pueda hablar,
Puedo imaginarme,
Solo imaginarme"
Ambos cantamos, mientras yo sostengo sus manos, y en unos instantes, como quien se queda dormido, el cierra sus ojos, tranquilo, sin quejarse, sin sufrir, solo descansando, y se va a morar a los brazos del Señor.
—¡Hasta pronto papá!— le digo mientras lloro, aún sosteniendo sus manos.
Hubiera querido tener más tiempo con él, pero a pesar de la tristeza, siento paz en mi corazón, me siento tan dichoso de que Dios me dio la oportunidad de arreglar mis cuentas con él antes de morir, y soy feliz de haberlo disfrutado estos dos meses.
Han pasado varios días desde su muerte, así que me me llaman para firmar los papeles de propiedad, tomo mi pluma y firmo y mientras lo hago veo la punta de la pluma que escribe mi nuevo nombre "Adam Casas Guzmán"
Prince era un lindo apellido, pero Casas me hace sentir que estoy en el lugar correcto, lo sé, lo siento, y me hace feliz.No tengo nada que decir jajaja. Solo que esto tan contenta de haber llegado hasta aquí. Dios es bueno, y realmente todo lo traza de manera perfecta para que su plan se cumpla, no tengamos miedo, todo está en sus manos.
Dios te bendiga, nos leemos el miércoles Dios mediante.
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Puntas
Teen FictionPuntas, misiles, mejor conocidas como indirectas muy directas. Esta es una historia donde Adam y Amanda, dos enamorados, no pueden expresar sus sentimientos por sus conflictos internos, y la manera que encuentran para hacerlo es por medio de las lla...