No sé exactamente cuántos días he estado caminando. Solo sé que estoy en la civilización. Por los carteles parece que estoy en Ica, una ciudad muy bonita y pintoresca, aunque eso poco me importa.
Siento que mis huesos pesan toneladas, pero no tanto como pesa mi alma, estoy cargado, frustrado, triste, abatido, pero a la vez ya no siento nada, creo que podrían golpearme y yo no sentiría porque nada sería peor que esto. Me siento en una banca cansado del camino, miro al cielo, a ver si logro ver a ese Dios que Celeste tanto amaba, o al menos un rayo de luz que me diga que hacer.
-Joven, ¿Está usted bien?
¡Genial! Quería un rayo de luz, no un entrometido ¡Gracias Dios!
Volteé a ver al oficial de manera sarcástica. Yo estaba sucio y cubierto de inmundicia, cansado, sin haber comido ni dormido nada durante días, habiendo experimentado el peor dolor del planeta, presenciar la muerte del amor de mi vida sin poder hacer nada, absolutamente nada, ¿Y él me pregunta si estoy bien?
-Sí, estoy bien- respondí con firmeza y un toque de sarcasmo.
-Bien, ¿Qué edad tiene?
Ahora sí estoy en problemas. Soy menor de edad, no tengo documentos y parezco un indigente, necesito un milagro si no quiero ir a un orfanato o a una casa para ser adoptado ¡No puede ser!
Respiro hondo, cierro mis ojos, pienso una respuesta pero tengo mi mente en blanco, ¿Qué hago? Pienso. Abro mis ojos, miro mis manos, sacudo mis piernas por un rato, volteo y lo miro.
-Estoy bien oficial, soy mayor de edad y no traje mi identificación, por favor déjenme en paz.
-Jajaja, se nota que no eres de por aquí y que eres un chiquillo. Vas a tener que acompañarme
¡Pucha! Las cosas no podían empeorar.
-Dime jovencito, ¿Qué edad tienes? Y quiero la verdad- me dijo la psicóloga de la comisaría, se llama Gabriela Prince. Una señora muy elegante, con mucha autoridad pero también amor para dar.
-Tengo 15 años, pero por favor, puedo cuidarme solo, siempre lo he hecho, déjenme seguir
-Uhm, denoto altivez pero madurez en tus palabras. ¿Quieres café?- lo pregunto mientras me miraba y al mismo tiempo servía una taza de café negro bien cargado.
-Sí, por favor
-Aquí tienes. Mmm, veamos, ¿Por qué no me das un breve recuento de tu vida?
¡Larga historia! Pero supongo que igual me va a escuchar, no creo que tenga algo mejor que hacer. Gabriela parace ser una buena persona, me cae bien. Así que le cuento todo lo que me ha pasado (pero sin detalles) ella solo me escucha y asiente con la cabeza.
No sentí como paso el tiempo, pero se hizo de noche.
-Bien, yo solo soy la psicóloga, pero hablaré con protección de niños y adolescentes para que te busquen hogar. En caso que no consigan, entonces te quedarás aquí, pero no como prisionero, sino como invitado. ¿Te parece?
Me convenció, a parte porque ninguna familia se arriesgaría a adoptarme por mis antecedentes. Y como no encontraron a nadie, ella y los oficiales se quedaron conmigo.
-Toma es para ti
-¿Un lápiz?
-Sí. Me comentaste que sabes leer y escribir.
-Sí, es verdad
-Bueno, ahora aprenderás a contar.
Coloqué la punta del lápiz en una hoja bond y aprendí contabilidad con Gabriela, a parte de muchas lecciones de vida. No me fue nada mal, pasé 3 años allí llevando la contabilidad de la prisión y haciendo un muy buen trabajo. A pesar que nunca fui a la escuela, allí me ayudaron a sacar mis papeles, ahora soy Adam Prince.
-Te traje algo - Me dijo Gabriela cuando me entregó una caja cuadrada, blanca y con un listón rosa ¿Por qué rosa?
-¿Qué es?
-Ábrelo y averígualo
La miro desconcertado y un poco desconfiado, tomo uno de los extremos del listón y tiro de él, y el nudo se desata, tomo la tapa y la retiro. Veo dentro de la caja y hay unos ojos dulces mirándome ¡Una gatita! Es peluda, color beige, con el rostro oscuro, ojos azul mar y su cola es frondosa. No puedo describirlo, pero creo que sentí algo al verla, aunque no estoy seguro, dirijo mi mirada hacia Gabriela y ella habla.
-La encontré en la calle anoche, estaba sola. Pensé en llevarla a un refugio, pero ya hay bastantes gatos allá, así que ahora que tendrás tu propio departamento pensé que necesitarías compañía
-¿Tendré mi propio departamento?
-¿Qué no viste el interior de la caja?
Tomo a la gatita en mis manos y la saco de la caja para ver el fondo. Efectivamente, hay unas llaves.
-Ya tienes 18 años, así que eres libre de escoger tu destino. El departamento tiene un mes de renta pagado más la garantía, y me tomé la libertad de recomendarte para trabajar en una telefónica, pero será tu decisión aceptar el trabajo o no. Desde ahora podrás decidir y hacerte cargo de ti mismo, pero siempre estare aquí sí me necesitas, lo que quiero es que no tengas que pasar aquí todo el día, porque tienes un gran futuro por delante. Y espero que Kiuri pueda ayudarte en él.
-¿Kiuri?
-¡Ay veo que no prestas atención! Lee el collar de la gatita
Veo su collar y la placa tiene un nombre grabado, es "Kiuri"
-Gabriela yo...no sé qué decir. Gracias
-Con eso basta cariño. ¡Ah lo olvidaba! Toma, este celular es para ti también. Mi número está grabado allí. Y también debes acompañarme, te llevaré a una escuela para presentar exámenes y que luego de ello puedas postular a la universidad.
Acompañé a Gabriela y pude presentar pruebas para escolarizarme y de esa forma logré entrar a la universidad después de un año. Allí conocí a Vane, porque juntos estudiamos administración de empresas, no estoy seguro de que eso sea lo que me guste, pero es un comienzo, Gabriela dice que puede ser bueno para mí, y quiero creerle.
Han pasado 3 años más, no he llorado desde el día fatal en que perdí a Celeste, hace 7 años, a veces incluso me olvido que eso sucedió, o creo que mi mente bloquea los recuerdos. Pero no por mucho tiempo, siempre algo logra desbloquearlos.
No he tenido ningún sentimiento por nada ni nadie, hasta hoy, que empecé a sentirme extraño porque fui a la iglesia y encontré paz en las puntas desarregladas del cabello de Amanda, la pastora de jóvenes.
Ahora el culto ha terminado y se supone que debo ir a mi casa, pero por alguna extraña razón me estoy subiendo al auto de Vane con ella y Amanda, no sé a dónde me llevarán o qué pasará ¡Ojalá todo fuera tan fácil como hacer cuentas con la punta del lápiz!
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Puntas
Fiksi RemajaPuntas, misiles, mejor conocidas como indirectas muy directas. Esta es una historia donde Adam y Amanda, dos enamorados, no pueden expresar sus sentimientos por sus conflictos internos, y la manera que encuentran para hacerlo es por medio de las lla...