Capítulo 13

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June

—Ya iba a llamar a la policía para preguntar si os habían arrestado —fue lo primero que dije en cuanto abrí la puerta de casa y me encontré a los chicos parados allí.

Había empezado a preocuparme al ver que eran ya las seis de la tarde y ninguno de ellos respondía los mensajes que les había enviado. Cuando dieron las seis y media empecé a dar vueltas por la casa, casi formando un agujero en el salón. Estaba por coger las llaves del coche e ir a buscarlos a cada una de sus casas cuando me llegó un mensaje de Minho diciendo que se habían quedado dormidos y que enseguida llegaban. ¿Se habían quedado dormidos? ¿Todos? Algo en sus palabras no me olía bien. No quería sospechar que me ocultaban algo, pero su mensaje había sonado a mentira improvisada.

Ultimamente todos parecían ocultar cosas.

Desde el día de la muerte de Ryan todo había sido un sinfín de momentos extraños a los cuales mi mente no dejaba de darles vueltas, creando más y más preguntas para ninguna de las cuales tenía una respuesta. Primero Han y su enfermedad delirante. Luego Changbin y el otro chico del tatuaje en el cuello. Sam y su nueva afición de llamar perros a mis amigos y asegurar que me escondían algo. Las extrañas miradas que se lanzaban mis amigos entre ellos.

Dejé pasar a los chicos al interior de mi casa y los seis dejaron sus mochilas en el pasillo antes de adentrarse en mi salón. Cerré la puerta principal y fui a la cocina a por mi teléfono. Me encaminé al salón con este en la mano. Al entrar en la estancia vi que los chicos ya se habían acomodado en los sofás y no quedaba ni un sitio libre. ¿Dónde me iba a sentar yo para ver la película?

—¿De qué queréis las pizzas? —les pregunté mientras marcaba el numero de la única pizzería que había en el pueblo.

—Pepperoni y cuatro quesos —respondieron Han e Innie.

—Barbacoa para nosotros —declararon los otros cuatro chicos.

Cuando contestaron al otro lado de la línea pedí la pizza de la ardilla y el zorrito, cuatro pizzas de carne y una hawaiana para mí. Escuchar el precio fue como si me hubiesen apuñalado. Colgué el teléfono acordándome primero de decirle a la chica que las trajeran dentro de una hora y miré a los chicos atentamente.

—Espero que cada uno pague su pizza porque si no me voy a quedar pobre para lo que queda de mes.

Si llamaba a mis padres diciéndoles que me había gastado todo el dinero que me habían dado para pasar el mes, estando solo a la mitad de este, iban a venir al pueblo solo y expresamente para matarme.

Los chicos rebuscaron en sus bolsillos y sacaron el dinero de sus pizzas. Dejaron todos los billetes y monedas sobre la mesa como si estuvieran haciendo un bote entre todos. Me alegraba ver que por lo menos no me dejarían quedarme pobre.

Volví a la cocina, después de recoger todo el dinero y guardarlo en el cajón del mueble de la entrada, y empecé a hacer las palomitas. Mientras estas explotaban en el microondas hice varios viajes hacia el salón para llevar los vasos y las diferentes bebidas que había comprado.

El pitido del microondas sonó, indicando que el primer paquete de palomitas ya se había terminado de hacer. Lo saqué y metí otro. Con cuidado de no quemarme, abrí el envoltorio y coloqué las palomitas en uno de los tres recipientes que había sacado.

Pensaba esperar a que estuvieran listas todas las palomitas antes de llevarlas al salón donde los chicos. Sabía que, si las dejaba allí y me iba, en cuanto volviera la comida habría desaparecido.

Había aprendido la lección por las malas.

—¿Necesitas ayuda? —pegué un salto en el sitio al escuchar la voz de alguien junto a mí. Mi mano se posó sobre mi corazón, tratando de calmar este del susto que me había llevado—. Perdón —se rio mientras se separaba un poco de mi lado.

Caminando entre lobos | Stray Kids | Primera parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora