Capítulo 2

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Chiara Pimentel

La rubia parece asustada. A simple vista está como siempre pero sus ojitos me dicen que hay algo más detrás de todo esto. Me preocupo al instante y le tomo la mano mientras la guío por la acera, a pesar de que alguien habría de ir a buscarme al igual que a ella; ellos podrían esperar, esto parecía ser más importante que todo lo demás.

—¿Qué ha pasado, Mar?

Ella juega con mis dedos como si quisiera evitar la inevitable respuesta. Me detengo, obligándola a hacer lo mismo. Me mira confusa pero después entiende que es para que no haya ninguna distracción por su parte. Desde pequeña había sido muy distraída, todo lo contrario a mi. Yo soy una persona centrada y ella se despista con cualquier pequeña cosa.

—He suspendido matemáticas —dice por lo bajini—. Soy un asco con los números y el profesor no ha dejado de restregármelo.

—¿Necesitas una ayudita?

—Por necesitar, necesito un milagro —sonríe, riéndose de su propia desgracia. Al menos se lo toma con humor.

—Para creer en los milagros deberías de creer en Dios y no te veo a ti rezando, la verdad.

—Yo soy muy religiosa cuando me conviene.

—La religión no se trata de eso, la fe no debe de ser sólo cuando a ti te conviene —meneo la cabeza como si yo hubiera leído la Biblia y supiera de qué va todo ese rollo. No soy una fiel creyente de Dios pero tampoco opino nada sobre el tema porque ni me va ni me viene.

Ella parece conectar con mis mismos pensamientos, sus ojos son demasiado expresivos y yo soy demasiado fan de leerlos.

—Dejémonos de religión y mejor centrémonos en las mates.

—Bien, ¿te parece si quedamos este finde en mi casa y traes los apuntes de la materia para repasar? Así también sé yo que estáis dando.

No era por presumir, pero yo con los números era bastante mejor que ella, por algo había ido por ciencias. Eso si, en las lenguas me daba ella mil vueltas.

Lo mío las cuentas, los problemas y la lógica.

Lo suyo los idiomas, la sintaxis y la literatura.

Cada quien era buena en su rama y ninguna era superior a la otra por eso. Aclaro, porque en pleno siglo veintiuno todavía hay gente que piensa que los de ciencias son más inteligentes que los de letras solo porque se les da bien la física... Habría que vernos a los de ciencias en latín, en griego, o en alguna de esas materias que con solo pensarlas me entra la gana de reír porque ni de broma me pondría yo a estudiarla.

—¿Crees que voy a poder aprobar...?

—¿Y por qué no habrías de poder? —alzo mis cejas y la miro sonriendo de lado. ¿Marbella siendo insegura? Eso era nuevo, esta chica siempre pisaba con fuerza e iba con la cabeza en alto, porque aunque ella en el fondo se sintiese inferior a todos los demás, por fuera se mostraba la chica más segura del mundo. Porque según ella, verse débil solo te hará más débil. Por eso sonríe como si nada le afectase y se lo guarda todo para ella—. Escúchame, rubia teñida, tú tienes una capacidad mental brutal, si puedes aprenderte a doscientos autores del Renacimiento, puedes aprenderte un par de fórmulas matemáticas, ¿entendido? Deja de ponerte límites cuando se trata de estudiar, que eres una tía muy lista y quieres hacerte la que no.

—Eres la mejor, Chiara —me susurra, por un instante veo sus ojos empañarse pero después me rodea con sus brazos de manera emotiva. Era apenas unos centímetros más baja que yo, así que me limité a apoyar mi mejilla sobre su cabeza y envolver su delgado cuerpo con mis brazos.

—¿A qué ha venido eso?

—¿Lo de que eres la mejor? No viene a nada pero lo eres.

—Lo sé, no me refería a eso exactamente, yo hablaba de tu pequeña inseguridad.

—Sabes que odio las matemáticas.

—Eso también lo sé... Pero creo que hay algo más.

O me estoy volviendo una loca paranoica.

Marbella arruga su nariz, como cada vez que va a mentir. A esta ya la tenía yo estudiada.

—En serio, no se me dan bien, solo eso.

—Mar, no soy tu madre, soy tu amiga... A mi puedes decirme las cosas.

—A mi madre también puedo decírselas.

—¡Es un decir!

Está intentando esquivar la conversación. Maldita rubia teñida, como si yo te lo fuera a permitir. Ya no sólo era por curiosidad, es que realmente me interesaba su bienestar y si había algo más tendría que ocuparme de ello.

—¿Alguien te ha dicho que no podrías aprobar la materia? ¿Han dudado de ti y tú se lo has creído? Marbella...

—Fue el profesor —confesó, haciendo un puchero con sus labios que me derritió el corazón—. Me dijo que no tenía la capacidad mental para aprobar la materia y dijo de forma explícita que mis padres me comprarían el aprobado, ¿pero por quien me toma?

No era de extrañar. Había bastantes profesores que pensaban que los hijos de los millonarios aprobábamos porque nos pagaban, pero no era así, teníamos que estudiar igual a los demás e incluso más para que gente así nos tomara en serio.

—E insinuó... Bueno, que yo podía hacer otras cosas para aprobar —carraspea su garganta—. Ya sabes a qué tipo de cosas me estoy refiriendo, ¿no?

Si.

Y de solo pensarlo me hervía la sangre.

¿Cómo podía un docente llegar a ese punto?

—Ten cuidado —pedí—. Deberías de denunciarlo, ¿sabes?

—No voy a hacerlo —sacude su cabeza—. No quiero meterme en problemas ahora.

Ay, Mar, Mar...

Esto es evitar problemas y no meterse en ellos.

Chiarbella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora