Capítulo 5

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Marbella Vélez

Estudiar no era mi punto fuerte, lo tuve claro desde que saqué mi libreta de matemáticas para mostrarle a Chiara que estábamos dando. Alzó sus cejas mientras examinaba estos y, por suerte, no puso la típica cara de "¿cómo no puedes entender esto?"

—Es fácil —habló, acomodándose en el sofá de su salón—. Ponte cómoda que te lo voy a explicar para que luego hagas ejercicios.

—¿Ejercicios? —pregunté, haciendo un mohín con mis labios.

—Si, Mar, ejercicios, ni se te ocurra quejarte que es la manera de aprender.

Me esperaba algo más light, pero ella tenía razón, como siempre.

Todavía no se borraba de mi mente el momento que habíamos protagonizado en la salida del insti. Fue divertido. Por un momento creo que llegué a ponerla nerviosa, pero que no se queje, ella empezó primero.

A ver, no me esperaba menos, había tenido mis manos sobre sus bien formados pechos, solo me faltó estrujarlos entre mis dedos... Y ganas no me faltaron.

Hetero, pero no mucho.

Que va, que va... Es broma.

Pero si quieres no es broma.

¡Ya paro! No es momento para bromear y menos con estas cosas.

Sabía que Chiara era buena, pero jamás me imaginé que explicaría tan bien. Con ella hasta las operaciones más difíciles se volvían fáciles.

—¿Ves cómo si podías? Estabas siendo muy pesimista, rubia teñida —me sonrió al ver que estaba haciendo los ejercicios bien.

—Solo porque tú estás aquí...

—En el examen no voy a estar yo ahí —advirtió—. Así que ya puedes desacostumbrarte. Eres inteligente, no tendrás problemas con la recuperación si te lo propones.

Creí sus palabras, pero cuanto más avanzábamos en el tema, más difícil se volvía. Quería llorar de la frustración, con lo bien que se me podría haber dado a mi el latín... H tuve que meterme a las matemáticas. Tonta. Eso es lo que era.

—Vamos a tomarnos un descanso —dijo al notar las emociones reflejadas en mi rostro—. No se trata de entenderlo todo el primer día, ¿vale?

—Me agobio muy rápido.

Era cierto. Si algo no me salía tendía a ponerme de mal humor, como si todo tuviera que salirme bien si o si. Y definitivamente era muy pero que muy raro que todo me saliera bien, porque yo era doña imperfecta.

—Las matemáticas es cuestión de entenderlas, una vez que lo hagas todo irá sobre la marcha, te saldrán los ejercicios solos sin que tengas que pensarlo mucho. Por eso solo te voy a pedir un mínimo esfuerzo cuando te explique, sé que puede resultar aburrido o tedioso, pero a fin de cuentas es lo mejor. Ninguna profesora particular te lo explicará mejor —agregó lo último con cierta diversión en el tono de voz, pero razón no le faltaba, Chiara me iba a tener más paciencia que cualquier otra persona.

No había tenido nunca una profesora particular, mis compañeros de clase no podían decir lo mismo, pero estaba segura de que estas tenían que ser majas solo porque los padres le pagaban para ello. Yo no quería eso. Es decir, era su trabajo enseñarle a los estudiantes y tal, pero no podría soportar ver como a una señora le están saliendo canas por no ser capaz de explicarme algo, y aún así tenga que estar sonriendo como si no le afectase. No, la falsedad no va conmigo, para eso prefiero que me grite o algo. Así de rara puedo llegar a ser. A ver, que si me gritan es probable que me ponga depre, pero podré soportarlo.

—¿Te apetece tomar algo? —me preguntó, levantándose del sofá—. ¿Zumo? ¿Un refresco?

—Me da igual —admití y me quedé mirando el movimiento de su culo cada vez que cada un paso, los vaqueros le abrazaban las piernas con tanta perfección que hasta tuve envidia sana por unos momentos. Ya me gustaría a mi. Salí de mi estado de embobamiento cuando cruzó la puerta y ya no pude verla más.

La escuché en la cocina hablando con su hermano, pero no le presté demasiada atención, no era una conversación que me afectara a mi.

Chismosa, pero no tanto.

—¿Zumo de piña o melocotón? —la escucho preguntarme desde allí.

—Melocotón, obvio, ¿a quien le gusta el zumo de piña?

—A tu hermano —me respondió Killian en su lugar, con su tono cargado de humor.

No quería  saber a lo que se refería, desde luego.

—No le hagas caso —resopló Chiara, llegando con dos vasos en sus manos, me extendió a mi uno de ellos y se quedó con el otro—. Ya sabes cómo es, un completo idiota.

—¡Que somos de la misma sangre, eh! —exclamó este al pasar por el pasillo, ambas nos reímos hasta que escuchamos sus pasos subiendo las escaleras.

—A todo esto, ¿y CJ? —le pregunté, ayer no lo había visto en mi casa cuando llegó mi hermano, por lo que supuse que estaría con Killian, pero ahora que estaba en su casa podía asegurar que él tampoco se encontraba aquí.

—¿No está en tu casa?

—No, pensé que estaría en la tuya.

Ambas nos miramos con el ceño fruncido, pensando en lo mismo. Esos hijos de nuestra misma madre tenían a nuestro sobrino en su piso, ahora tenía sentido que no se quedasen a dormir en casa, si tenían que convivir juntitos la familia feliz.

CJ lo pasaba mejor con nosotras era más que obvio. Todavía nos peleábamos a diario para ver quien era su tía favorita, él no lo admitiría en voz alta pero era obvio que la favorita se llamaba Marbella, es decir, yo.

Si, si, CJ es un apodo, literalmente son las iniciales de su nombre, pero desde que escucha las canciones esas de raperos que yo detesto, quiso ponerse un sobrenombre similar. Nos pareció gracioso y le hacemos bullying a diario con eso, pero en el fondo lo queremos.

—Deberíamos de ir a verlo —sugerí.

—Tú lo que quieres es no seguir estudiando.

Atrapada.

Pero si soy, no vamos a mentir.

—Por hoy fue suficiente, ¿no? Puedes enseñarme todo lo que quieras otro día —le guiñé un ojo y le di un sorbo al zumo, disfrutando del sabor de este en mi paladar—. Vamos, Chi, no te hagas de rogar.

No me negaba nada, por alguna extraña razón me ponía cara de que era una insensatez pero después aceptaba. Esta no fue la excepción.

Adoraba tener ese efecto en ella, sería de utilidad para más adelante.

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