Chiara PimentelDía de nervios. Día donde, después de dos cursos, nos toca cerrar un ciclo y darle la bienvenida a otro. Parece que fue ayer el día que entrábamos por la puerta del instituto con la mochila colgada del hombro y unas ganas inmensas de dar la vuelta y regresar a casa. Porque nadie tiene ganas de empezar las clases a las ocho y media.
Ha sido un curso de altos y bajos para todos, el que diga que no estará mintiendo. Todos hemos sentido ganas de llorar en algún momento porque sentíamos que todo esto nos quedaba grande, pero también hemos reído y disfrutado de la experiencia, de los amigos, de las peleas sin sentido de alumnos y profesores, de los vídeos raros que más tarde se subirían a Instagram, de las fotos en los baños...
No solo hemos aprendido contenidos, también valores que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. Y hemos conocido a personas que en tan solo dos años se han vuelto inseparables, que no nos imaginamos una mañana de invierno sin ellos quejándose del frío, o al contrario, una tarde de verano quejándose del calor.
Porque lo que hemos vivido está guay, pero lo que nos falta por vivir estará todavía mejor.
—No me puedo creer que nuestra niña se vaya a graduar ya —lloriqueó mamá, abanicándose el rostro para no arruinar el perfecto maquillaje.
—Mamá... —reproché, negando con la cabeza.
—Déjame hacerte otra foto más —pidió—. No me puedo creer que seas tan guapa, se nota que te hicimos con amor y dedicación.
Mis mejillas enrojecieron, la verdad es que no me interesaba en absoluto saber como me habían hecho. Papá soltó una risa, nervioso, para él tampoco era fácil ver que su hija pequeña ya no era tan pequeña.
—Estás muy bella —susurró y lo creí, porque él no soltaba halagos así por así, solo lo hacía cuando de verdad lo pensaba.
—Gracias —le sonreí de vuelta.
El corazón me latía con fuerza, quería ver a Mar, necesitaba ver que se había puesto. Ella se negó a darme detalles de como iba a ir vestida porque quería que fuera sorpresa, así que me tenía que quedar con las ganas hasta que la viera en persona.
Mamá hizo doscientas fotos más (por lo menos) con la excusa de que era un día importante y tenía que quedar en su teléfono para siempre, después nos fuimos de casa para dirigirnos al instituto.
Al instituto donde tantas cosas habían pasado y donde seguirían pasando, pero ahora sin nosotras, con gente nueva con las mismas pocas ganas. Les deseaba a todas ellas la misma suerte que tuve yo, la iban a necesitar.
—¿Estás nerviosa? —la pregunta de mi padre hace que lo mire incrédula—. Me tomaré eso como un si, fiera.
—Dios, papá, solo cállate —negué con la cabeza.
Se burló de mi, claro que lo hizo, pero no le di la más mínima importancia. Al llegar me excusé diciéndoles que iría con mis compañeros, pero la verdad es que ellos me importaban bastante poco, solo me interesaba una persona.
—¿Habéis visto a Mar? —pregunté, tratando de encontrarla entre los alumnos de ambas clases. La graduación era conjunta, letras y ciencias, así que éramos cerca de cuarenta personas solo allí.