Chiara PimentelMarbella me había dicho que todo estaba bien, así que pude respirar tranquila durante el resto del día. No iba a negar que me dolía en el alma haberla visto con los ojos rojos después de llorar. Nadie en el mundo se merecía derramar lágrimas por culpa de comentarios de mierda, menos si venían de idiotas que sólo buscaban hacer gracias estúpidas.
Por razones como esa odiaba a la mayoría de personas y no me gustaba socializar. Nunca sabías cuando te encontrarías con uno de esos, que valía la pena evitar y mantener lejos de tu vida.
—Señorita Pimentel, me gustaría hablar con usted con momento —me detengo en el pasillo al escucharlo.
Menos mal que tengo educación, de lo contrario ya lo habría mandado a la mierda hace mucho tiempo.
Tomo aire y me giro despacio, forzando una sonrisa.
—Usted me dirá.
El profesor de matemáticas de Marbella avanza hasta estar a pocos metros de distancia.
—Su amiga, la señorita Vélez, no acudió hoy a clases —indicó—. Sin embargo, la vi llegar esta mañana. ¿Por qué no entró?
—Se encontraba mal y su padre vino a buscarla.
—No la creo, si eso hubiera pasado debería de haber dejado constancia por escrito. Lo que yo creo es que la señorita Vélez se ha fugado con algún chico a hacer cosas indebidas y usted sólo está siendo su tapadera.
Ya.
Marbella con un chico.
Yaaa.
—Llame entonces a su padre para comprobarlo, pero hágase responsable de que acaba de admitir que estaba atento a una menor y a lo que hacía, ¿no es sospechoso? ¿No es acaso denunciable?
Me estaba metiendo en terreno pantanoso, pero a ese señor le tenía ganas de decir muchas cosas y no siempre era mejor quedarse callada, de ese modo tendría más confianza en seguir haciendo las mierdas que hacía.
—Espero que no esté insinuando...
—No —lo interrumpí—. Yo no insinúo nada, yo solo digo que la vio llegar, la vio irse y está preocupado por lo que haya podido estar haciendo. ¿Es que no tiene trabajo? ¿No tiene más alumnos? ¿Por qué no le quitó los ojos de encima?
—Está haciendo una mala elección de palabras, le aconsejo que se vaya a casa y se olvide de esas cosas, los adolescentes de hoy en día tienen la mente muy distorsionada. Debe de ser culpa de toda esa porquería que ven y escuchan.
—Si, seguro que es eso —me limité a decir, básicamente porque no me quería jugar el curso escolar.
Sin embargo, esto no se iba a quedar así.
El señor se iba a quedar sin trabajo como que me llamo Chiara Pimentel D'Altrui.
Él podría ser muchas cosas, pero yo también, yo tenía unos apellidos potentes, una familia poderosa.
Y no tardaría en demostrárselo.
Ese iba a ser mi objetivo esa misma tarde. O eso pensaba, porque cuando llegué a casa el panorama fue bastante diferente.
Mamá y papá estaban hablando, casi discutiendo. Ellos no discutían nunca, así que tal vez sólo estaban... debatiendo. Al verme entrar se quedaron callados los dos, mirándome a mi para después mirarse entre ellos.
Sospechoso.
—¿Que se supone que está pasando aquí? —pregunté, alzando una ceja en su dirección.
—No, no... Díselo, venga —ánimo mi madre, soltando un suspiro.
—Se supone que no querías.
—Y se supone que tú piensas que es lo más correcto, así que dale.
—¿Queréis decirme de una vez que está pasando? —resoplé, a veces sus actitudes eran similares a las de los adolescentes y eso lo odiaba con toda mi alma.
Eran adultos, que se comportaran como tal.
Fue papá quien se levantó para acercarse a la mesa y tomar la tablet en sus manos, lo miré confusa por no saber que estaba pasando, pero entonces caminó hacia mi y le dio play al vídeo para que este se empezara a reproducir en la pantalla.
Casi me ahogo en mi propia saliva al distinguirme a mí misma en la playa con Marbella.
Jesucristo en bicicleta.
¿Qué coño era eso? ¿En qué momento nos habían grabado? ¿Cómo ninguna de las dos pudo darse de cuenta?
—Papá... —susurré, levantando la mirada despacio.
—No hace falta que digas nada —sonrió de lado mientras bloqueaba esta para dejar la pantalla en negro.
Yo todavía estaba asimilando lo que acababa de ver. ¿Sabía Mar de la existencia de esas imágenes?
—No sabía que nos estaban grabando, te lo prometo.
—Hey, hey —negó con la cabeza mientras me acariciaba la mejilla—. No te estoy reclamando nada, ¿o si? Solo que estabas en tu derecho de saberlo. Ser una imagen pública tiene sus riesgos y la culpa no la tienes tú...
—Pero esto puede afectaros, sé lo importante que es una buena imagen para la empresa, se suponía que yo no iba a meteros en ningún lío.
—Este asunto ya está más que solucionado, tranquila, hemos hablado con los padres de Mar —me hizo saber—. Los periodistas están denunciados y el vídeo no llegó a publicarse. Al fin y al cabo están cometiendo un delito al grabar a dos menores.
Suspiré aliviada.
Si, eso tenía sentido.
—Eso si, creo que tenemos que ponernos al día porque me he perdido muchos capítulos de tu vida sin siquiera enterarme.
—¡Nos hemos perdido! —corrigió mi madre—. Aunque yo ya me lo veía venir, la verdad, no dudo en que las amistades existan pero ahí se notaba que había algo mas. Hay miradas que son imposibles de fingir, hazme caso que yo de eso entiendo mucho.
—Oh por Dios —murmuré avergonzada, pasándome ambas manos por el rostro.
—¿Te acuerdas cuando en quinto de primaria fuisteis disfrazadas en pareja? Que momento mas tierno, este año deberías de hacer lo mismo —dio varios aplausos—. Aunque por la edad ya vais a querer llevar un disfraz sexy. Te juro que ahora los hay para todo "policía sexy", "enfermera sexy", "pirata sexy"... Todavía no me convence a mi eso, estoy segura de que más que disfraces son para esos juegos sexuales de...
—¡Mamá! —chillé, con las mejillas ardiendo. Ella se carcajeó y mi padre no tardó en seguirle la risa—. He entendido el concepto, no me voy a disfrazar porque me parece algo ridículo.
—Si Mar quiere estoy convencido de que esa opinión cambia —se burló mi padre.
Bueno si.
Pero no iba a decirlo en voz alta, suficiente tenía.