Marbella Vélez¿Que si casi se me baja la presión cuando veo a Chiara hablando con mi profesor?
Si.
Si, si, si.
De hecho casi me desmayo en el puto pasillo, llevaba el estómago que parecía que tenía un circo dentro y para colmo la primera imagen que tenía de ella era con ese idiota. Esto era justo lo que no habría querido, él es un sinvergüenza y si se entera mi hermano terminará pudriéndose en la cárcel. Para mi desgracia lo estima, pues ya había sido su profesor, y aunque Zaid no es de los que habla bien de los profesores sino todo lo contrario, sabía que en el fondo le guardaba respeto.
Pero yo era más importante que todo eso y sólo bastaba con decirle que ese cabrón intentó sobrepasarse conmigo e insinuó que si me acostaba con él tendría la materia aprobada.
Zaid sabía de mi suspenso en mates, a alguien tenía que confesárselo, pero me omití los detalles donde el profesor me proponía cosas indecentes. Él me apoyó diciéndome que una mala nota no definiría mi inteligencia y aunque ya sabía eso de sobra, no pude evitar sentirme culpable por no ser como todo el mundo se espera que sea: una chica aplicada.
Yo lo intento, a veces parece que no, la gente piensa que por ser extrovertida, salir de fiesta y quedar con amigos no voy a estar atenta a mis responsabilidades... Pero no era así, yo estudiaba todo lo que podía e incluso a veces me rompía a llorar por sentir que no daba lo suficiente. Era una sensación horrible.
Con las mates me pasaba algo así, porque por más que lo intentaba no era capaz de entenderlas y eso me frutaba mucho, tanto que fue la asignatura por la que más lloré. Me sentía tan tonta al no comprender algo que se suponía que era "fácil", pero me ponía cuando veía que mucha gente lo tomaba como algo chupado y no tenían complicaciones.
Spoiler: yo no era así y para mi desgracia nunca lo sería.
—Señorita Vélez, ¿acaso se está empezando a aplicar cuando quedan tres meses para que se termine el curso? —su voz me deja fría del todo, suficiente había tenido con verlo hablar con Chiara, no necesitaba que también me hablara a mi—. Si hasta llega más temprano de lo habitual, eso es algo digno de destacar, ¿no cree?
Busco a mi amiga, pero ella ya se estaba yendo a su aula y ni siquiera había volteado, por lo que no tenía ni idea de que yo estaba allí a punto de sufrir una crisis nerviosa.
—Ella se preocupa por ti, la gente inteligente no debería de perder su tiempo en estas cosas —musitó, haciéndome sentir débil por un instante—. ¿Ya has hablado con tus padres o estás reconsiderando mi oferta?
—¿La oferta de denunciarte por insinuar que podía aprobar si te chupaba la polla? —escupo, queriendo borrar la estúpida sonrisa que se venía dibujando en sus labios. Y vaya que lo conseguí, no se esperaba para nada esa respuesta, todavía tenía una imagen de mí que no era del todo acertada—. Mis padres, aunque bien podrían hacerlo, no me van a comprar ningún aprobado, así que olvídese de cuanta mierda tenga en la cabeza.
—Yo en ningún momento insinué eso, nadie creerá unas acusaciones tan feas en mi contra, ¿quien se cree que es, señorita?
—Yo no me creo nada, yo soy —dejé claro, mirándolo con recelo—. ¿O tengo que recordar cuáles son mis apellidos?
—Los apellidos no le servirán de nada.
—No me ponga a prueba porque haré que se trague cada una de sus malditas palabras —espeté, agarrando con fuerza la tira de mi mochila que colgaba en mi hombro para así pasar por su lado y caminar hasta mi aula.
No podía seguir escuchándolo. Me podía hacer la fuerte y todo lo que quisiera, pero me temblaban las rodillas al caminar y sabía que si no me controlaba terminaría llorando en los baños antes de que empezara la primera hora.
Así que hice lo que me pareció más conveniente, dejé la mochila colgada en mi silla y después caminé al aula de enfrente para encontrarme con Chiara, que tenía un libro abierto sobre su mesa y parecía con la mirada perdida en este. Solía hacer eso cuando estudiaba, pues así repetía internamente aquello que se había memorizado.
Yo era más de estudiar en voz alta, no sería la primera vez que vino mi madre a mi habitación a las tantas de la madrugada preocupada porque estaba hablando sola.
—Chiara —llamé su atención, no había nadie más en clase así que levantó la mirada de inmediato hasta que sus ojos dieron con los míos—, acabo de encontrarme con mi profesor de matemáticas en el pasillo.
—¿Te ha dicho algo ese hijo de puta? —preguntó, olvidándose por completo de lo que estaba haciendo para centrar su atención en mi.
—No, bueno, nada que no me hubiera dicho antes —hago un gesto con mi manos para restarle importancia—. ¿Podemos quedar hoy?
—No —se me encoge el estómago ante su negativa, entendía que yo no era el centro de su mundo y que tenía más cosas que hacer (y más importantes) pero no podía evitar que doliera—, tengo examen de biología, si quieres podemos quedar mañana y seguimos con tus clases de mates.
Creo que eso sería lo más conveniente, si.
Al fin y al cabo, no podía asustarla diciéndole todo lo que me estaba matando por dentro.
—¿Y si vamos a la biblioteca juntas y estudiamos allí? Tú biología y yo mate, puedes ponerme a hacer ejercicios y en cuanto tengas un minuto me los corriges —propuse, haciéndole sonreír—. No te vas a despegar de mi tan fácil, Pimentel.
—Créeme, Vélez, que lo que menos quiero es despegarme de ti.
Una sensación cálida y llena de vida me llega al cuerpo y me es inevitable sonreír.
Putas mariposas traicioneras que no sabían cuando habían de parar de revolotear sus alas.