Chiara PimentelTenía los nervios a flor de piel. Había intentado dejar de pensar en todo lo sucedido en esa fiesta, pero mi mente no era una buena colaboradora. Mi hermano me observaba a tan solo dos sillas de distancia, pero no abrió la boca para hacer algo que no fuera tranquilizarme y decirme que todo estaría bien.
¿Lo creía?
No. Por supuesto que no.
Me culpaba por todo. Si yo no la hubiese dejado nada de esto estaría pasando. Si tan solo no le hubiera permitido ir a por bebidas. O si alagarse nuestro momento... El final habría sido distinto para ella.
No quería ni imaginarme cuanto había estado sufriendo con ese idiota tocándola sin su consentimiento, diciendo barbaridades que nadie en su sano juicio querría escuchar... Me ponía enferma con solo pensar en Marbella indefensa y vulnerable, llorando por no tener voluntad.
—Chiara —me llama Zaid desde la puerta, con una débil sonrisa en los labios—, Mar quiere verte.
Me levanté de un salto, apenas escuché si me decían algo más, lo importante ahora era ella, no tenía la cabeza para pensar en nada más.
Sus cabellos rubios estaban alborotados, su tez había palidecido un poco más de lo habitual, quizá no era muy notable para alguien que no la conociera, pero si para mí, que la veía todos los días y sabía hasta su tono de piel. Me sonrió al verme entrar aunque yo no pude devolverle el gesto.
—No llores, Chi —me pidió—. No ha sido tu culpa, fui yo quien quiso ir a por las bebidas... Además, a ti Wesley nunca te cayó bien, pero era mi amigo.
—Un amigo no te droga en cuanto ve la oportunidad, ni tampoco te toca sin tu consentimiento e intenta violarte, Mar. Los amigos te cuidan, te quieren, te respetan a ti y a tus decisiones —espeté—. Él no era tu amigo, fingió serlo para acercarse a ti y en cuanto lo rechazaste tuvo que buscar otras alternativas.
Yo tampoco había sido una buena amiga, no estaba en posición de reclamar nada, me sentía una jodida egoísta.
Yo fui la primera en alejarse cuando sintió celos. Si, celos, no me iba a morir por admitirlo. Porque yo tampoco la veía como una amiga sino como algo más y eso había traído este maldito problema.
Si tan solo yo hubiera cumplido con mi papel de amiga todo estaría bien.
—Ven aquí, por favor —me pidió en un susurro apenas audible mientras me extendía los brazos.
Ella no necesitaba regaños. Necesitaba apoyo emocional y, una vez más, yo le estaba fallando.
Solté todo el aire que tenía en mis pulmones y me acerqué a ella para envolver su pequeño y aparentemente frágil cuerpo con mis brazos.
—Te quiero, Mar —y es en serio, nunca dije unas palabras más sinceras en toda mi existencia.
—Y yo a ti, Chi —me corresponde en un susurro que me performa el alma.
No era el mismo querer, no podíamos comparar el amor que sentía yo por ella que el que sentía ella por mi.
Ella no me quiere de la manera que yo quiero que me quiera. Me quiere como se quieren las amigas, las hermanas, las personas más cercanas... Y yo la quiero como todo eso y mucho más.
El amor así dolía. Dolía no ser correspondida, tener que fingir no estar enamorada para su propio bien, seguir siendo su amiga cuando todos mis latidos gritaban su nombre y sus apellidos.
Tendría que acostumbrarme, aunque esta fuera otra forma de morir.
—¿Qué pasó contigo en la fiesta? —me preguntó, mirándome a los ojos.
Tuve que aclararme la garganta y tragarme toda la verdad. No estaba lista para escucharlo todavía, así que lo mejor era ir con calma e inventarme algo sobre la marcha.
—Estuve hablando con Carlos —eso no era del todo mentira, aunque para mi mala suerte no solo hablamos—, mi compañero de clase, supongo que se me fue un poco el tiempo.
—¿Solo hablasteis? —alzó sus cejas, divertida—. A ese chico le gustas.
—A ese chico le gusta cualquiera que sea mujer, créeme —hice una mueca de desagrado. Carlos coqueteaba con todas, absolutamente con todas, a ninguna le decía que no. Lo gracioso es que su fama había llegado hasta los oídos de las de secundaria y ahora cada vez que pasaban por él le sonreían con timidez. Pobres niñas, no sé qué le veían a los chicos con mala fama.
—No sé si cualquiera, pero es normal que tú si le gustes.
Maldición, Mar.
No puedo intentar ocultar mis sentimientos si después me sueltas cosas de este estilo, así solo logras que algo dentro de mí se descontrole por completo.
—Intentó besarme —le hice saber, intentando disimular que el aire se me había atorado en los pulmones—, pero fui rápida en apartarlo porque no me gustan los chicos... así.
No me gustan los chicos.
Tuve que detenerme ahí.
No me gustan ni así ni de otra forma, simplemente no me gustan.
—¿Los chicos así? —inquirió, alzando sus cejas—. Ah, los coquetos, normal que no, tienen su encanto pero son mejores en las películas que en la vida real. Son los típicos que se hacen los guapos contigo y por detrás te ponen los cuernos, tú te mereces algo mejor que eso.
Si, exacto. Era justito por eso.
—Ambas nos merecemos algo mejor —le hice saber, sonriéndole a medias.
El día que se diera cuenta de mis sentimientos iba a estar jodida, porque un ser de luz como ella no se merecía arruinar su mejor amistad de esta forma.
¿Y si solo me estaba confundiendo?
No, no... Podría confundirme en una fórmula química, pero no en lo que sentía, de eso estaba muy segura y no había nada de malo... ¿No?
Dios, iba a ahogarme en mis propias inseguridades.
Necesitaba hablarlo con alguien y tenía al candidato ideal tras esa puerta, quizá él era el único que no me juzgaría después de todo...
Tener a Killian de hermano es lo mejor que me pudo pasar en la vida, todas las personas desearían de tener a uno así en sus casas y no las culpaba.
Killian es todo lo bueno de mi vida.