Chiara Pimentel¿Existiría alguien más gilipollas que yo en el planeta Tierra?
Pongo todo de mi parte para no complicar las cosas con Marbella, decidida a darle su espacio y dejarla vivir su vida sin que mis sentimientos interfieran en nuestra mistad y a la mínima que se me acerca ya caigo como mosquito con repelente.
Era tan lista para unas cosas y tan tonta para otras que me daba mucha rabia. ¿No podía aplicar mi inteligencia cuando estaba ella de por medio o que? ¿Qué me costaba? No quería salir dañada de todo esto y a este paso iba a terminar más que con el alma en pedazos.
Dicen que los primeros amores son los que más duelen, pues son esa primera ilusión, son con quienes aprendes, con quienes experimentas sensaciones nunca antes vividas. De alguna manera siempre dejan huella y para nuestra desgracia solían darse siempre a esta dichosa edad, quince, dieciséis, diecisiete años... La edad tonta donde nos sonreían y caíamos.
Amores con quienes das tus primeros besos en el colegio o a escondidas de tus padres. Las inocentes caricias sobre la ropa, las inesperadas por debajo de esta. Roces suaves. Miedos. Dudas. No entender absolutamente nada, no saber qué hacer, no saber cómo sentirse.
Eso son los primeros amores y por mucho tiempo que pase, por muchas personas que vengan después, estas cosas no se olvidan.
—¿Lo de estar tan pensativa es normal entre las bolleras o tú eres la excepción? —preguntó Carlos con el único fin de burlarse cuando se sentó a mi.
—¿Y lo de ser gilipollas es normal entre heterobásicos o tú eres la excepción? —respondo, mirándolo de manera escéptica, pues él tanto me daba.
Una marea de "uuhhh" se formaron a nuestro alrededor, ofendidos muchos, pero bulla era bulla y no iban a desperdiciar la oportunidad, como yo tampoco iba a desperdiciar mi tiempo.
—Llamarme hetero no es un insulto, lista.
—Llamarme a mí bollera tampoco lo es —dejé claro—. La orientación sexual de las personas no as un insulto. ¿Por qué habría de tomarme a mal que me gustaran las mujeres? A ti también te gustan, ¿no? Pues eso.
Para gustos colores. La gente no se ríe de alguien que prefiera el color azul antes que el rojo o viceversa, ni cuando le gustaba más lo dulce que lo salado, ni si le gustaban las series más que las películas... ¡Ah! Pero si te gustaban los hombres o las mujeres si era cuestión de reírse, ¿no? En fin, el mundo estaba patas arriba y yo como adolescente tampoco era quien de darle la vuelta, habíamos avanzado mucho pero no lo suficiente, todavía había mentes cerradas y muchos gilipollas a los que le gustaban las risas fáciles.
La disputa dio por terminada cuando la profesora entró en la clase y empezó a hablar directamente del tema que estábamos dando, esta mujer si que tenía ganas de dar clases...
Me pasé el día en las nubes, casi me quedo sobada en alguna que otra clase y en los recreos disfruté de la compañía de la soledad. Sabía que Mar estaría buscándome por ahí, pero me las apañé para escaquearme sin que se diera cuenta que escapaba de ella. Sin ofender, necesitaba la mente despejada y con ella cerca sería de todo menos eso.
Marbella no estaría sola, eso más que seguro, ella a diferencia de mí sí que sabía como socializar y encajar muy rápido dentro de un grupo de personas. Yo era todo lo contrario, me apetecía más bien poco juntarme con las personas.
Para cuando terminó el día y salí del insti, ella estaba allí esperándome, con la mirada perdida entre la multitud de adolescentes que salían con ganas de irse a casa... Pero esperándome a mi.
—¡Chiara! —exclamó al verme—. Ya iba siendo hora, le mandé un mensaje a mi hermano diciéndole que iríamos a comer juntas, ellos iban a comer a no sé dónde con CJ.
Si, Marbella no cambiaría mas, tenía la manía de tomar decisiones que me incluían sin habérmelo consultado antes.
Ya pasó lo mismo con lo de la fiesta y ahora se repetía la historia. Debería de empezar a acostumbrarme a eso, al parecer no tenia intenciones de cambiarlo.
—Supongo que entonces tendremos que acercarnos a un restaurante si no queremos morirnos de hambre.
—Supones bien —me sonríe con dulzura y me toma de la mano para después empezar a caminar por la acera.
Joder.
Intento que el gesto no es de más, pero se me hace imposible disimular. Íbamos siempre de la mano, no entendía porque ahora si significaba algo y antes no le daba la más mínima importancia. ¿Qué estaba mal conmigo? Si seguía así Mar se daría cuenta de mis sentimientos y no estaba preparada para alejarme de ella.
Una vez llegamos al restaurantes salimos a la terraza trasera para disfrutar de las vistas, vino el cocinero a atendernos personalmente porque era conocido de nuestros hermanos y no le pasamos desapercibidas, nos prometió prepararnos su especialidad y volvió a entrar en la cocina, dejándonos solas una vez más.
—Te busqué en el recreo —me hizo saber, jugando con nuestros dedos sobre la mesa.
—Lo siento, tenía cosas que hacer —mentí.
—¿Más importantes que yo? —inquirió, haciendo un tierno puchero que hizo que se me contrajera el estómago.
No, no había nada más importante que ella en mi vida.
Pero no quería asustarla si le soltaba esa frase para nada disimulada.
—No eres el centro del mundo, Mar, supéralo —murmuré con burla.
Me miró ofendida y retiró su mano de la mía para cruzarse de brazos y darme la peor mirada que tenía, aunque eso sólo me causaba más risa.
—Te acabas de ganar una enemiga, no sabes con quien te estás metiendo.
—Bueno, entonces tendré que andarme con cuidado, yo contigo quiero todo menos problemas —susurré, intentando no sonar provocadora porque sabía lo mucho que se podía malinterpretar aquellas simples palabras.
Aunque para ella fueron más que suficiente, se mordió el labio inferior tratando de disimular la sonrisa que amenazó con dibujarse en sus labios.
Si, le había encantado.