Chiara PimentelMar se reprimió de decir que era su única cuñada, el chiste dejaba de hacerle gracia así que ya pasaba de recriminarle que dejara de decir "su cuñada favorita".
Bajó la mirada, avergonzada, y se encogió de hombros sin querer dar ninguna explicación al respecto.
Por supuesto que Killian no era de dejar los temas así al aire, era la persona más metiche que conocí en mis humildes diecisiete años y no lo decía porque fuera mi hermano y estuviera en el reglamento de hermanos quejarse de absolutamente todo. No. Él era así, no sé cómo se atrevía a llamar pesado a Zaid cuando él no se quedaba atrás.
—Pues lo tienes rojo —señaló con obviedad lo que todos veíamos—, bastante rojo.
—Bueno, papá... Igual se droga, ya sabes que está en la edad de hacerlo —murmuró CJ, haciendo que a todos nos saltara el corazón en el pecho.
—¿Qué diablos estás diciendo, nene? —espetó Zaid, dándole una mala mirada—. Aquí nadie se droga y mas te vale que te vayas quitando esa idea de la cabeza. ¿Ya está en la edad? Jesús bendito, adolescentes hablando de drogas como si supieran lo que son, es lo que me faltaba oír.
—Sabemos lo que son las drogas.
—No, no lo sabéis, creéis saberlo porque pensáis que involucraros en cosas de adultos os hace adultos, pero hazme caso en que no tenéis ni la menor idea —meneó la cabeza.
A ver... Razón no le faltaba. A día de hoy los adolescentes bebían hasta emborracharse, fumaban, se drogaban incluso y todo por querer verse como adultos. Lo único que conseguían, en lugar de impresionar, era verse ridículos.
—No me he drogado —fue rápida en decir Marbella—. Solo me hice daño en el ojo cuando me estaba duchando, digamos que me cayó champú dentro y por poco me quedo ciega.
Nuestro sobrino fue el primero en reírse, seguido de mi hermano que tenía las mismas neuronas que su hijo. Zaid le dedicó una mala mirada que le cortó el chiste de inmediato, que no se notara quien mandaba en la relación. Disimuló la risa con un a tos más falsa que los billetes de veinticinco.
—Lo siento, se escucha como algo doloroso, no hay que reírse del dolor ajeno —alzó sus manos en señal de inocencia, haciéndole saber que no estaba en sus planes volver a reírse de algo por el estilo.
—Ya, eso ha sonado a campaña publicitaria en contra del bullying —se mofó la rubia—. ¿Podemos pasar a la parte donde cenamos y ya...? Por favor.
Por suerte le hicieron caso, además de que CJ también apoyó la idea diciendo que tenía hambre y que no sobreviviría un minuto más si no le daba de comer a su estómago. No sé de donde había sacado lo exagerado pero madre mía el niño, era tan dramático que a veces me recordaba a... Ah, si. ¡A mi hermano! Es obvio entonces de donde ha sacado eso.
La cena estuvo bastante normalita, no es como si fuera la primera a la que acudíamos, estábamos acostumbradas a cenas en familia desde que habíamos nacido. Aunque nuestros hermanos no fueran novios, nuestros padres se llevaban bien y habríamos tenido que vernos las caras día tras día. Las personas que estaban destinadas... simplemente estaban destinadas.
—Es tarde, deberíais de quedaros a dormir, hay habitaciones de sobra en la casa y...
—Chiara puede quedarse en mi habitación —señaló Mar, haciendo que nuestros hermanos compartieran una mirada cómplice.
Malditos.
Lo habían hecho a propósito.
La cena no tenía otro fin más que juntarnos a ella y a mi, era más que obvio. Por razones así era mejor no contarle nada a los hermanos mayores, siempre actuaban por su cuenta y se pensaban que con esto nos daban un empujoncito para que nos animáramos a salir del armario o algo así.
Mal asunto.
Marbella pareció notarlo también de inmediato porque se cruzó de brazos mirándolos mal a ambos.
—Oh, vamos... ¿En serio?
—Somos pareja, es normal que queramos pasar la noche juntos, no vamos a darte detalles —murmuró Killian, haciendo un baile con sus cejas.
CJ hizo una mueca asqueado y fue el primero en levantarse de la mesa e ir escaleras arriba, con eso ya era más que obvio que nos quedaríamos a dormir.
—Anda, vamos, tanta energía masculina me empieza a joder la noche —pidió Marbella al levantarse, siendo ella la segunda.
—¿Energía masculina donde? —cuestionó Killian, simulando que la buscaba.
Más tonto y no nacía, esos chistes ya no hacían gracia los chistes así, eso se había quedado en su época de adolescente. Iba a decir que por suerte ahora ya no eran así... pero es que ahora eran peor, no podía quejarme, la humanidad en vez de mejorar empeoraba.
Me levanté, convirtiéndome en la tercera, le di una mirada a Marbella antes de subir a su habitación.
¿Los habíamos dejado solos o ellos nos habían dejado solas a nosotras?
Madre mía, putos Zallian que siempre se salían con la suya, que se metieran en sus historias y nos dejaran tranquilas.
—Bueno... Te puedo dejar un pijama —me hizo saber, encaminándose hasta su armario—. Aunque te advierto que todos mis pijamas son ridículos. ¡No quiero decir que tú te vayas a ver ridícula! Tú te ves bien con todo lo que te pongas, eso es más que obvio...
Me fue inevitable soltar una risita por lo bajo. Se veía adorable cuando trataba de quedar bien, ¿cómo podía pensar que yo iba a malinterpretar unas palabras tan dulces como las suyas? Ni borracha sería capaz de hacerlo.
—A tu también te quedan bien, Mar, créeme que ese que llevas puesto te sienta de maravilla —le hice saber—. Estás muy mona.
—¿Incluso con un ojo marihuanero?
¿Un qué?
Me carcajeé con ganas, solo a Marbella Vélez se le podían ocurrir tremendas cosas.
—Si, Vélez, incluso así —admití, viéndola sonreír cuando me lanzó un pijama a la cara.
—Venga, Pimentel, menos cuento y más quitarte las ropa.
—Si querías verme desnuda solo tenías que decirlo —le guiñé un ojo con diversión, aunque este juego no había hecho más que empezar.
La noche acababa de empezar, eso estaba más que visto... Y si empezaba yo con quitarme la ropa, ¿cómo podía acabar?
