Capítulo 27

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Marbella Vélez

Estoy más feliz que una lombriz cuando llego a casa. Bueno, no sé si las lombrices son o no felices, pero no he inventado yo esa oración y no pienso buscarle sentido a estas alturas.

Me había olvidado por completo de la mierda que había pasado en los vestuarios, Chiara tenía esa magia de alejarme del mundo para formar nosotras otro donde todo estaba bien, donde las preocupaciones no existían y solo éramos ella y yo.

Chiara...

Habíamos dejado las cosas claras, ¿no? Si hasta casi pasa lo ten temido por todos los adolescentes, me había sentido en la gloria con sus besos y sus caricias, sin duda era la correcta. La quería sobre todas las cosas y nada iba a arruinarme esa felicidad.

—Buenas noches, ¿no? —la voz de mi padre detiene mi caminata hasta las escaleras y me volteo para mirarlo.

—Papá, no sabía que estarías en casa —sonreí de oreja a oreja y me acerqué para abrazarlo, él no tardó en envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo—. ¿Cómo te ha ido en las vacaciones?

—Bien, aunque no tanto como a ti en nuestra ausencia —murmuró, con su característico tono burlón.

—No sé de que estás hablando —me hice la loca al separarme—, buenas noches, pa.

—No, Marbella, ni buenas noches ni nada, tenemos que hablar.

Vale, me había llamado Marbella, no empleó ningún diminutivo de mi nombre así que podría tratarse de algo serio y con importancia.

Miedo.

Pánico.

Terror.

Maluma baby.

—Papá, me he pasado la tarde fuera de casa, la verdad es que sólo me apetece tomar algo ligero e irme a la cama. Mañana tengo clases, sería una tragedia ir dormida, ¿no crees?

—No es la primera vez que vas dormida —chasqueó su lengua contra el paladar de su boca. Vaya, ahora me sentía súper atrapada, mi padre sabía que había noches que me desvelaba—. Pero bien, si eso es lo que quieres podemos hablar mañana por la mañana sin falta, es algo importante.

—Seguro que solo estás exagerando —besé su mejilla y corrí a la cocina para tomar un paquete de galletas, odiaban cuando no cenaba y me limitaba a comer algo así, pero no me lo reclamaban—. Mañana hablamos, buenas noches.

—Buenas noches, niña —lo vi negar con la cabeza cuando volvía a pasar por su lado para continuar la trayectoria que antes había pausado por su interrupción—. No te olvides de ir a saludar a tu madre.

No lo haría, si se me olvidaba algo así la tendría enfadada todo lo que quedaba de semana y no me convenía eso. Suficiente iba a tener con lo que me dijera mi padre al día siguiente.

Abrí el paquete de galletas para ir comiendo por el camino, la puerta de la habitación de mis padres estaba abierta así que no dude en entrar.

—Pensé que las puertas estaban para tocarlas antes de entrar.

—Perdón —me disculpé, fijándome en cómo secaba su largo cabello rubio. Estaba vestida con su fino pijama, al parecer había tenido más urgencia que papá en venir a darse una ducha y ponerse cómoda—. Yo ya me iba a la cama, pero tenía que pasar a saludarte antes.

—No te preocupes, ¿has cenado? —levanté la galleta que tenía a medio comer en la mano y ella suspiró resignada—. Eso no es cenar, por hoy te lo paso pero mañana hay que desayunar bien, no quiero que después en clases tengas hambre.

—Tranquila, mamá, eso no pasará —prometí y me acerqué para besarle la mejilla—. Mañana me cuentas sobre tus vacaciones y yo te cuento sobre mis días aquí solita.

—Sin guardar ningún detalle.

—Contándolo todo —asentí, aunque era obvio que no iba a contárselo todo. No podía, tenía diecisiete años y aún me sentía joven e inocente para decirle a mi madre que por poco tengo sexo con Chiara en la playa.

—Descansa, Mar —me besó la frente y me brindó una sonrisa de esas que me hacen desconfiar de que ya lo sabe todo.

No podía saberlo todo, ¿no?

Sonreí también, un tanto nerviosa, y salí de su habitación para dirigirme a la mía. Miré el teléfono para asegurarme de que tenía la batería suficiente para el día siguiente y no pude evitar distraerme mirando la foto que tenía de fondo de pantalla, una donde Chiara me abrazaba por detrás y yo cerraba mis ojos para disfrutar de la acción más pura y sincera que podría recibir jamás.

No me di cuenta de la sonrisa boba que se me dibujara en los labios hasta que la pantalla se bloqueó y me vi reflejada en esta.

Madre mía, lo que hace el amor, ¿eh?

Dejé este en la mesita, junto al paquete de galletas, mientras me deshacía de mi ropa. La bandana de Chiara quedaba de maravilla en el piso de mi habitación, una pena que fuera por haberla llevado yo y no ella.

Menudos pensamientos estaba teniendo, debería de bañarme en agua bendita la próxima vez que fuera a la iglesia... Bueno, ni siquiera iba a la iglesia así que lo iba a tener complicado. El caso es que necesitaba purificarme de alguna manera, ya estaba yendo por el camino de la perversión y todavía era más virgen que el aceite de oliva.

Até mi cabello en un moño mal hecho y me dejé caer en la cama, mirando al techo como si fuera de lo más hermoso, pero con ella en la mente.

¿Qué sería eso tan importante que me tenía que decir papá?

¿Y por qué presentía que tenía que ver con Chiara y con todo lo que había estado ocurriendo estos días entre nosotras?

No pude evitar ponerme nerviosa y por ende no dormir, cuando tenía la mente llena de pensamientos no podía conciliar el sueño y eso era de lo peor porque tenía que quedarme horas a oscuras tratando de arreglar el lío que tenía en mi cabeza.

Spoiler: solo conseguía liar todo más.

Me sentía una fracasada, esperaba que solo estuviera exagerando las cosas y que en realidad no fuera para tanto...

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