10 de febrero

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Louis amaneció tarde, lo cual le dejó tan solo 20 minutos para asearse, desayunar y salir a tiempo para llegar a horario a la escuelita de surf; así que solo desayunó un poco de leche de la botella y una tostada sin nada, el desayuno más aburrido de la historia.

Repasó sus pertenencias una vez más y cuando decidió que tenía todo, abrió la puerta, encontrándose con una caja sobre la alfombra de bienvenida.

Se agachó hasta ella y pudo divisar la letra que tanto añoraba en la solapa. La entró apurado y, antes de abrirla, llamó a su mejor amigo.

—Zayn dos cosas, la primera es que necesito que me cubras en la escuelita y la segunda es que cuando termines tu turno te vengas para casa, corriendo si es posible.

—Dios Louis, ¿qué pasó? Me asustas, nunca faltas a trabajar.

—Es sobre Harry, pero no te puedo explicar por acá, no me salen las palabras. Sólo puedo decirte que es una caja.

La llamada terminó y se quedó pensando en cómo Harry todavía tenía la habilidad de ponerlo nervioso; a pesar de la distancia.

Tenía miedo de abrir esa caja, una caja podía contener demasiadas cosas y, precisamente Louis, tenía una lista interminable de posibles cosas: Primero pensó en que Harry se hartó de él y le regresó todas las cosas que le fue regalando, también pensó que dentro de ella había una remera bañada en la fragancia favorita del rizado: tabaco y vainilla. Pero claro, como siempre, el ojiazul solo pensaba en los peores escenarios; porque así nunca podría decepcionarse..

"Qué tendrás que mi cuerpo se sigue acelerando.
Qué tendrás que el corazón se me escapa por la boca con cada detalle tuyo.
Qué tendrás que todavía no te olvido.
Espero que sigas tomando el café con canela
porque es en lo único que pienso;
vos, yo y un café, como en los viejos tiempos."

Una hora fue la que pasó solo con sus pensamientos hasta que, por fin, su mejor amigo tocó el timbre. De forma bruta y repentina corrió hasta la puerta y, en un simple movimiento, abrió la misma, abrazando con fuerza a Zayn.

—Hermano, ¿estás bien? Me asustas.—dijo el morocho.

—No sé, solo sé que estoy vivo y no sé por cuánto.—respondió el castaño.

—¿Abriste la caja?

—No. Me dijiste que te espere y yo nunca rompo mis promesas.

—¿Dónde está?

—Ahí.—dijo, señalando a la mesita ratona ubicada en el living.

Ninguno habló, se sentaron enfrentados, el ojimiel frente a la caja y Louis en el otro extremo. El primero colocó sus manos sobre la caja, pero antes de abrirla, el ojiazul lo frenó.

—Espera, pongamos un código. Si lo que hay adentro es algo bueno decís canela y si es malo no decís nada, y me abrazas.

—Perfecto, ¿listo?

Louis solo pudo asentir. Se llevó las rodillas al pecho y se abrazó, ocultando su cara en sus piernas.

Las manos sobre la caja hicieron un rechinido, dándole a entender al castaño que su amigo ya la había abierto. El clima se volvió silencioso, fueron unos minutos, bastantes largos, en donde el morocho se quedó en silencio; pero Louis no entendía porqué no lo abrazaba si eso era lo que habían acordado.

El ojiazul levantó su vista y lo vió, vió a Zayn con los ojos vidriosos y una expresión de asombro en su rostro. Cruzaron miradas y, en casi un susurro, pronunció la palabra canela.

Con el corazón en la boca y las manos transpiradas se acercó al objeto, con las esperanzas a flor de piel.

Lloró, lloró desconsoladamente. Lloró con solo ver uno de los tantos obsequios que había dentro.

Lo primero que vio fue la nota y aquellas dos palabras que tanto necesitaba para seguir respirando. Esas palabras fueron la bocanada de aire que estaba necesitando y no lo sabía. Lo segundo que vió fue el beanie gris, ese que Harry usaba cuando tenía el pelo largo y le molestaba en las noches cuando el viento pegaba sobre él. Lo agarró y, por instinto, lo olió; sí, tenía su perfume de tabaco y vainilla. Lo tercero fue la carta, la tomó y al levantarla vio que debajo había un cassette y su chocolate favorito.

Antes de leer la carta se quedó un poco atónito, ya que no sabía cómo reproducir el cassette, ni lo que podría tener dentro. Cruzó miradas con su mejor amigo, el cual solo levantó sus hombros en señal de que él tampoco sabía, más no le importó ya que desdobló el papel y comenzó a leer.

Notita:

"Un beanie, porque sé que te gustaba cuando lo usaba.

Un chocolate, porque sé que cuando extrañas algo o alguien comes dulces para apagar la amargura.

Un cassette, porque sé que te gusta lo distinto.

PD: te amo, hoy y siempre.
—H"

Carta:

"Querido Louis;

Primero quiero pedirte perdón por haber demorado una semana en enviarte esto, pero es que tu carta me dejó un poco atónito.

Te preguntarás por qué te estoy enviando una carta y no un mensaje como lo pediste, y la respuesta es que simplemente las cartas forman parte de nosotros. Si dejáramos las cartas de lado no seríamos nosotros. Si dejáramos las cartas de lado no serías vos, ni sería yo.

No me malentiendas, yo también extraño tu voz, daría lo que no tengo por volverla a escuchar, pero quiero que ese deseo se cumpla en persona, en físico, cara a cara, porque no me niego a volverte a ver. Si dejáramos las cartas de lado nos volveríamos dependientes de un mísero mensaje sin emoción, sin sentimiento, sin vida.

A lo que sí estoy negado es a dejar de leer tu poesía, tu letra, tu alma.

En cambio, te propongo lo siguiente:
Las cartas empezarán a ser más desestructuradas, enviadas en cualquier momento del mes, del año. Las cartas de cumpleaños serán las únicas fijas, siendo así libres de mandar una o varias cartas cuando lo consideremos necesario. Un mes podrá no tener cartas, o podrá tener varias, eso queda en cada uno de nosotros.

En cuanto a tu petición por escuchar mi voz, te dejo este pequeño obsequio. Para saber lo que contiene necesitas de una casetera, en caso de no tener qué pena por la maravillosa historia que vivirá sólo en mi mente. 

– Por siempre tuyo, H."

—Zeta, ¿vos tenés casetera? —dijo una vez las lágrimas se habían secado en su cara.

—No Lou, ¿qué voy a hacer yo con una casetera?

—No sé, uno nunca sabe viste. De dónde pingo voy a sacar una ahora.

—Preguntémosle a los chicos, seguro alguno tiene algún pariente vintage.

La tarde pasó entre mates y medialunas, risas y una partida de fifa.

La noche, en cambio, no pasó tan feliz. Louis se durmió abrazado al beanie, sintiéndose así más cerca de Harry, temía que la fragancia se acabara algún día así que planeaba pedirle la marca en la próxima carta, para poder perfumarlo y nunca olvidarse de él.

Malibú || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora