Diciembre, 2018. Tres años atrás.
Louis paseaba por la playa como de costumbre, era voluntario en una organización a favor del cuidado del medio ambiente; recolectaba los restos que dejaban los turistas y los separaba según su composición. Amaba ayudar, a pesar de no recibir una remuneración.
Era un fanático de dar sin recibir nada a cambio, en todo aspecto de la vida. Capaz era por eso que las relaciones amorosas no se le daban muy bien, siempre se terminaban cansando de su bondad, pero él no cambiaría; ya encontraría alguien que adorara aquella parte de él y que, quizá, le devolviera un poco de todo lo que había dado a lo largo de su corta vida.
Tan sólo 20 años. Muchos dicen que ese es el auge de la vida, los mejores momentos de la adolescencia y parte de la adultez, pero para Louis no habían sido más que caóticos y fracasados.
Harry, un veinteañero bien posicionado económicamente, apasionado por recorrer las distintas partes del mundo; en especial aquellas poco concurridas, ya que consideraba que eran las que más secretos y aventuras guardaban.
Fue así como encontró Benagil, no es que fuera un lugar poco conocido, pero sí uno de los menos hablados. Al menos en su círculo, bastante grande, de amigos. Decidió que iría allí antes de navidad y pasar las fiestas allí, ya que investigó un poco y descubrió que tenían un ritual característico.
No le era difícil emprender viaje, sus padres estaban separados y, al ser el hijo más grande, mucha atención no recibía.
24 de diciembre de 2018, 22:00 hs.
Louis se encontraba en la orilla, admirando como el cielo oscuro se mezclaba con el mar. Aquel que en el día se veía translúcido y, de noche, tan oscuro como el infierno.
Por lo general la gente no se asomaba a él cuando el sol se ocultaba, le tenían miedo. Porque sí, todos le tenemos miedo a lo que no podemos ver, pero no era así para el ojiazul.
Tenía puesto su uniforme de voluntariado, así que un par de personas se acercaron a él en busca de ayuda para dirigirse a distintos sectores de la playa.
Harry llevaba unos shorts claritos y un buzo oversize color negro, ya que el mar hacía que el clima aumentara su temperatura. Estaba esperando que fuera la hora en la que el famoso ritual comenzaba.
Aquel espectáculo culpable de que las dos almas de estos jóvenes se encontraran en el mismo hemisferio consistía en pequeñas luces flotantes que eran arrojadas al mar, en homenaje al niño Jesús; pero a Louis, quién no profesaba ninguna religión, le gustaba pensar que aquellas luces eran prendidas en su honor.
Era un poco inmaduro pensar eso a sus veinte años, pero eso lo reconfortaba un poco en aquella fecha que tanto odiaba.
La hora llegó y los espectadores se fueron haciendo presentes en el recinto, comenzando a prender sus velas y arrojandolas al mar cuando los relojes marcaban las 23:50, ya que para las 00:00 debían encontrarse en el medio del agua.
—Qué hermoso ritual. —dijo el rizado, quién se había acercado a un jóven solitario que se encontraba alejado de la multitud.
—Sí, es una de las cosas más hermosas de este lugar.— dijo un ojiazul confundido, no había notado la presencia a su lado.
—Soy Harry, Harry Styles. —asomó su mano para que sea estrechada.
—Louis, Louis Tomlinson.— correspondió el saludo.
Y así fue como todo empezó. Luces flotantes, luna llena, manos estrechadas.
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Malibú || l.s
RomansaTodos tenemos un «ojalá» en nuestras vidas. Alguien que pudo ser, y se quedó en la puerta sin entrar. Una chispa que no encontró dónde hacerse llama, y que se apagó sin dejar huella. Alguien que cuelga de tus recuerdos y que, de vez en cuando, prov...