07 de abril

25 5 5
                                    

Una semana desde que Harry se había instalado, tres días desde que Louis seguía confundiéndose las calles.

Una semana donde Harry había intentado capturar con palabras cada atardecer que se asomaba, tres días donde Louis se había quedado atrapado entre los aires franceses al punto de olvidarse de su propósito.

Esa noche el rizado había decidido ir a cenar a un restaurante que estaba ambientado como un bosque, con un árbol en el medio de la sala; sus favoritos. Se vistió casual; un pantalón color hueso, asegurándolo con un cinturón negro clásico, una musculosa blanca , un tapado negro ya que la noche prometía un clima no tan cálido, unas botas negras, dándole al look un aspecto cómodo y, para finalizar, una boina color gris oscuro. Quien no lo conociera podría jurar que era un francés hecho y derecho, amaba esa parte de él; la capacidad de amoldarse a la cultura y dress code de la ciudad que visitaba.

Louis desearía poder decir lo mismo de él, quien se encontraba vestido con un conjunto adidas clásico y un beanie -ese beanie-. Llevaba una mochila en su espalda ya que había salido temprano de la casa y había estado recorriendo todo el día, en ella llevaba un cuaderno viejo que ya tenía pocas hojas y una lapicera; uno nunca sabe cuándo le va a surgir la inspiración.

Pasaba tranquilo cuando una mariposa naranja con pintitas blancas se posó en su hombro. Recordó que, un viejo conocido, le había contado que cuando una mariposa se posa en una persona trae suerte, motivación. Fue ahí cuando, al levantar la cabeza, lo vió.

Sus ojos se posaron en él como si de un hechizo se tratara, no estaba listo para verlo y nunca lo estaría. Pensó, pensó en cómo acercarse, qué decirle, pero el tiempo parecía ir demasiado rápido a comparación de sus pensamientos.

Lo admiró, admiró su cara, admiró sus rizos chocolates cayendo perfectamente por sus orejas bajo esa boina que tan bien le sentaba. Admiró sus finos y largos dedos pasando una y otra vez sobre la carta del menú.

Se acordó que en su mochila llevaba su cuaderno y una lapicera así que, sin más, apoyó la mariposa sobre un arbusto que tenía cerca y se dispuso a escribir una especie de nota.

"Te propongo un trato,
uno concreto
sin prejuicios, ni contratos.
Te propongo un trato
escapémonos y regresemos luego,
quiero saber qué se siente
el estar contigo.
Lo sueño a diario,
pero jamás te lo digo
y aunque sé que a veces te atosigo…
temo el no tenerte más conmigo
y sí, sé que es egoísta
el quererte para mí,
pero sé que vos también lo pensas
y tu mente es tu único enemigo,
así que…
Te propongo un trato,
y si me decís que sí…
te juro que lo acato.
Ámame por un día
y si no funciona…
tendremos un buen relato.

Ya sabes quién soy,
así que si tenés mi número…
Te espera, tu cielo."

Al terminar notó que el rizado se había levantado de su lugar así que, lo más rápido y ágil que pudo, dejó la nota debajo del vaso para que el viento no se la llevara y salió corriendo de allí.

Harry volvió a su mesa y miró extrañado aquel misterioso papel, no lo leyó, simplemente levantó la cabeza observando lado a lado para ver si divisaba quién había sido; fue cuando un beanie gris apareció frente a sus ojos y, sin razón alguna, se dirigió hacia la persona -deseando que fuera él-. Pero al tocarle el hombro a la persona y darse vuelta, tan solo era un completo desconocido con características similares a su cielo. El corazón se le   poco, debía admitir que las ganas de verlo habían aumentado.

Al volver a su mesa tomó el papel entre sus manos y comenzó a leerlo. Los ojos se le cristalizaron, y a la vez se le llenaron de esperanzas. Momentos atrás había creído verlo y, segundos después, había descubierto que él sí estaba allí, sí lo había ido a buscar, sí iban a poder caminar por las calles de Francia con las manos entrelazadas -y sus almas unidas al fin-.

Malibú || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora