04 de abril

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Lunes.

El fin de semana para Louis había pasado de maravilla. Sus amigos habían decorado todo su patio con guirnaldas, hechas por la hermanita de Sam, en forma de corazón y habían comprado banderines que formaban “que vueles alto”. El ojiazul no podría haber pedido amigos mejores que los que la vida le había regalado.

Aquel fin de semana había pasado entre anécdotas, cervezas y karaoke; de vez en cuando algún mate se colaba.

Ninguno de los cuatro amigos pudo procesar el hecho de que Louis por fin se había animado no solo a ir en busca de su gran amor, sino que también a despegarse un poco de su tan preciado hogar.

Eran las ocho de la mañana y Zayn había tocado el timbre de la casa de Louis, avisándole que ya era hora de irse. Se saludaron con un abrazo que duró varios segundos y partieron viaje hacia el aeropuerto más cercano, cantando y compartiendo rondas de mate. Luego de media hora, llegaron, ninguno de los dos emitió palabra; Zayn porque estaba angustiado, Louis porque estaba nervioso.

Nunca se había subido a un avión, nunca se había separado por más de dos días de su mejor amigo, nunca había dejado su casa por un mes.

—Lou…

—Zeta…

—Te voy a extrañar hermano, prometeme que me vas a hablar todos los días y me vas a contar todos tus sentimientos y excursiones que hagas, y si aquel te hace algo voy personalmente a bajarle los rulos esos que tiene.

—Te voy a llamar todos los días y te voy a contar todo, pero por favor no le toques los rulos a Harry. Ni siquiera sé si lo voy a ver…—esto último salió en un hilo de voz.

—Va a salir todo bien, vas a ver. Dale que llegas tarde al embarque.

Se abrazaron por los hombros y, como pudieron, empezaron a caminar. Una vez que el check-in estaba hecho se sentaron cerca de la puerta y el silencio los volvió a inundar. El ojimiel decidió recostar su cabeza sobre el hombro izquierdo de Louis, dejando que las lágrimas salieran de sus ojos. El sollozo no tardó en llegar a los oídos del ojiazul.

—Ey, no llores Ze…

—Perdón Lou, es que cambiaste tan rápido que las emociones me llegan tarde, pero no es porque te vas; o sea sí pero estoy llorando porque al fin te animaste a ir tras algo que realmente querés. Me gustaría acompañarte en cada paso que des y evitar que te caigas, pero como vos me dijiste aquella vez, es momento de que aprendas a levantarte solo. Te amo una infinidad y me pone feliz que estés haciendo esto.

—Yo también te amo una infinidad, gracias por entender mis necesidades y respetar mis decisiones. Es bueno saber que vas a estar ahí a pesar de viento y tormenta.

Se dieron un abrazo medio incómodo, no por el momento sino por la posición en la que estaban, cuando de repente los altavoces se hicieron presentes anunciando que el vuelo de Louis emprendería viaje en tan solo diez minutos.

—Pensa en positivo, el universo siempre te va a dar lo que manifiestes. Por nada en el mundo te tires abajo ante la primer piedra, ¿ok?—amenazó el morocho.

—Ojalá el universo me amara tanto para hacer que Harry esté milagrosamente en el aeropuerto de allá.—bromeó.— Pero te prometo que voy a hacer todo lo que tenga a mi alcance para hacer valer cada centavo de este viaje, te amo.

Un último abrazo y Louis estaría ubicado en su asiento, del lado de la ventanilla.

Malibú || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora