10 de abril

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Si bien ninguno de los dos tenían responsabilidades en aquella hermosa ciudad, Louis insistió en volver a su departamento jurando que tenía muchas cosas que hacer. Lo cual era mentira, pero necesitaba tiempo a solas con su cabeza para afrontar lo que estaba pasando y elegir el próximo paso con la cabeza fría; no quería echarlo a perder.

Harry, quién estaba disgustado con la decisión, le hizo prometer al ojiazul que en la tarde darían un paseo por la playa; no quería volver a perderlo, no cuando aún no lo había recuperado.

Mientras el castaño caminaba hasta su departamento, los pensamientos lo invadieron.

Cayó en la realidad. Pasó la noche con Harry, lo tuvo dentro suyo no una sino dos veces; y no estaba preparado para dejar de hacerlo. Se besaron, se sintieron, se tocaron, se reencontraron. Cantaron juntos esa canción que tanto les gustaba.

Hacía tiempo que no pensaba en el pasado, en cómo se había dado la relación, y en aquel corto y pequeño trayecto su memoria lo invadió.

«Harry, aquel joven que viajaba y coleccionaba culturas, había sentido una fuerte atracción hacia Louis, por lo que decidió contactarlo de nuevo; tarea que se volvió difícil ya que sólo conocía su nombre.
Al día siguiente de aquel 24 de diciembre de 2018 fue nuevamente a la playa, suponiendo que estaría allí. ¡Bingo!

Ahí estaba él, con el pelo revuelto por el viento, la bermuda mojada por el mar, el torso desnudo y dorado por los rayos de sol, y los ojos azul zafiro clavados en el vaivén de las olas. No se acercó, más sólo lo observó a lo lejos; no quería invadir su espacio.

Durante una semana las olas presenciaron la misma situación; por un lado, un Harry que se sentaba todas las tardes en la arena a observar un punto fijo, a causa de la vergüenza, y un Louis que intentaba descifrar el motivo por el cual aquel -no tan extraño- rizado iba todas las tardes a hacer la misma actividad.

—¿Te gusta el mar? —preguntó Louis, quien había terminado de surfear y se animó a romper el hielo.

—Un poco.—respondió sorprendido.

—¿Por qué?

—Es muy profundo…

—¿Te da miedo?

—Tal vez…

—¿Y por eso viniste toda la semana y te quedaste viéndolo?

Harry se ahogó con su propia saliva, no se esperaba ser descubierto.

—Em… sí… no…

—¿Sí? ¿No?

—En realidad no es el objetivo por el que vengo…—esta vez sacó la vista que tenía fijada en el mar y la llevó hacia Louis por primera vez.— Quería hablar con vos, pero el miedo me ganó.

—¿Miedo? A diferencia del mar, yo no arrastro personas a lo desconocido…

Ambos rieron.

—Entonces… ¿de qué querías hablar conmigo? —retomó el castaño.

—De nada… de todo… me pareciste lindo y quería conocerte un poco más; Louis Tomlinson.

Louis hizo una mueca intentando recordar, la cual segundos después cambió por una sonrisa.

—¿Vamos a tomar algo, Harry Styles?

—Vamos.

Fue así como los días fueron pasando y el acto de Harry sentado en la arena esperando a que Louis terminara de surfear se hizo habitual. A veces iban a merendar, otras veces iban a bares, y otras muy pocas se quedaban en la playa admirando el atardecer.

Durante todo el primer mes de conocerse, la arena, las olas y el atardecer fueron testigos de los besos robados y las manos tímidas que intercambiaban caricias torpes. »

Sus ojos parpadearon dos veces, asimilando la realidad y saliendo de los recuerdos. Giró las llaves y en dos pasos ya se encontraba en su departamento, dándose cuenta que cualquier lugar se veía frío y lejano sin la presencia del rizado.

Miró el reloj de pared, 13:30, tenía tiempo de dormir un poco.

17:10 y la alarma interrumpió el cálido sueño de Louis, llevándose un bufido antes de ser apagada. Desperezó sus ojos y, cuando los pequeños rayos de sol ya no le molestaban, agarró su celular y divagó un poco sobre sus notificaciones.

Zayn le había mandado un mensaje diciendo que cuando pudiera lo llamara, que tenía noticias que contarle, Harry le había dejado un mensaje en el buzón de llamadas diciendo que esperaba que la falta de respuesta se debiera a que estaba durmiendo y no esquivándolo. Rió a causa de lo último. Ni aunque quisiera iba a poder esquivar a Harry, a su rizado, a su bosque.

Luego de diez minutos, se dignó a salir de su cómoda cama y alistarse para encontrarse con Harry. Parecía mentira el hecho de que las mariposas le invadieran las entrañas cada vez que de ver al rizado se trataba.

Justo cuando se estaba por entrar a bañar, una llamada comenzó a sonar.

—Yo sé que dijimos de vernos cinco y media, pero llevo una hora sentado en el sillón mirando las agujas del reloj moverse, ¿podemos vernos ya?—definitivamente era Harry, pero en un modo que Louis jamás había presenciado.

—Me estaba por entrar a bañar, si me bancas cinco minutos voy yendo.

—Okei, cinco minutos, puedo soportarlo. Nos vemos, Lou.

—Nos vemos, Hache.

Como si esa llamada lo hubiese convertido en un correcaminos, tardó tan solo cuatro minutos en bañarse, ponerse lindo y perfumarse todos los puntos estratégicos que su amiga colorada le había enseñado; muñecas, detrás de la oreja, clavículas y, por supuesto, en el cuello.

El rizado había pasado cinco minutos caminando de punta a punta el living, esquivando sillones, sillas, mesas, incluso su guitarra.

Tal como acordaron, cinco y media ambos cruzaron miradas, Harry se había cansado de caminar por el living así que aprovechó a esperarlo sentado en la vereda.

—Dios, menos mal, si tardabas un minuto más te iba a buscar de los pelos.—dijo el nombrado.

—Sos más lindo cuando me extrañas. ¿Nos vamos o te vas a quedar ahí sentado?

—No me saludaste.—el verde y el azul se fusionaron una vez más.

El castaño acató la orden y se agachó para dejar un húmedo beso en los labios ajenos. En el segundo en que las bocas se separaron fue cuando Harry se levantó y se dirigieron hacia la playa, agarrados de la mano.

Ustedes podrán pensar que el acto de caminar agarrados de las manos es un poco apresurado si contamos a partir del momento en el que el par de jóvenes se cruzaron en Saint-Tropez, pero si indagamos un poco más profundo en su historia; podrán ver que llevan más años conociéndose que cualquier relación contemporánea.

Pero el tomarse de las manos no se debía a un acto de amor, ese acto de llevar de la mano a tu pareja como demostración de seguridad; ellos se tomaban las manos para reafirmar que todo lo que estaba pasando era real, no vivía en sus recuerdos sino que estaba siendo vivido en tiempo real. Cada tanto apretaban un poco el agarre para volver a confirmarlo.

Eran las seis de la tarde cuando el atardecer empezaba a tomar protagonismo en la playa.

—Justo a tiempo.—dijeron al unisono.

Rieron a causa de la coincidencia.

—Es increíble que sigamos pensando igual.—habló Louis.

—Es como si nunca nos hubiéramos separado.—su hoyuelo se hizo presente.

—Los rayos dorados te sientan bien.

—Se te mimetizaron los ojos con el azul cobalto del mar.

—Azul cobalto… qué bien suena, mi bosque.

El resto de la tarde-noche pasó entre halagos, besos, caricias y miradas de amor; no querían que los segundos pasaran así que, nuevamente, durmieron juntos en la casa de Harry.

Malibú || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora