Decir que las últimas dos noches habían sido fáciles era mentir; a Louis lo atravesaban sus peores pensamientos, los más profundos, los más asesinos. Aquellos que mataban su corazón, desgarraban su alma y nublaban su juicio.
El hecho de seguir recibiendo cartas de Harry no le aseguraba nada, tal vez el ojiverde sólo lo quería -a la distancia, a lo lejos-, o anhelaba el recuerdo del Louis de dieciocho años, el cual ya no existía. Y, de ser así, Louis moriría en el momento.
El vuelo de Harry salía el 1 de abril, ni un día más ni un día menos en Londres; mientras que el de Louis salía el 4 de abril. Ambos tenían un pequeño trastorno, el ojiverde era impulsivo por eso no le importaba salir un viernes ni el primer día del mes; y el ojiazul, quien recién emprendía su primer viaje, pudo descubrir que viajar un fin de semana le resultaba extraño, por eso decidió sacar el pasaje para el primer lunes del mes y poder pasar el fin de semana rodeado de sus amigos, sus mejores amigos.
—Diez remeras, cinco jeans, tres joggings, dos buzos, cinco tapados, diez camisas, dos botas y dos zapatillas.— Harry se encontraba en llamada con Agustín.
—¿No te parece un poco excesivo llevarte cinco tapados?
—Nunca sabes cuándo va a ser tu último día en la tierra así que no.— el ojiverde salió de la habitación unos segundos y volvió con las manos llenas de objetos.
—Tocadiscos, el vinilo de Oasis, el de The Fray y…
—¡El de Bandana! —del otro lado de la línea se escuchó a Agustín completar la oración.
—No voy a llevar el de Bandana, Tin. Y el de Radiohead.
—Aburrido. ¿Llevas la grabadora y la guitarra?
—Sí.— respondió dubitativo.
—No lo pienses, llevalas. Mejor tenerlas a que te falten.
—Sí… Bueno Tin, te dejo que tengo que seguir con este infierno. Nos estamos viendo, te amo.
—Chau Hache, te amo más.
Silencio otra vez. El silencio, los miedos y Harry.
Eran las cinco de la tarde por lo que optó por dejar todo como estaba y sentarse a merendar, su hora favorita del día.
Se preparó un caramel macchiato en cápsula, metió dos rodajas de pan en la tostadora y rompió dos huevos en la sartén para hacerlos revueltos -su desayuno favorito en Londres-.
Al cabo de media hora Harry ya se encontraba otra vez frente a la valija y repasando mentalmente la lista de cosas que debía llevar, sacaba prendas y ponía otras. Una vez que el orden de la valija le resultó el indicado, la cerró y le puso el candado para evitar cambiarlo a último momento.
Aunque intentara convencerse de que no pensaba en Louis, el código de su candado era «2412».
Fue entonces cuando decidió sentarse a escribir
"Querido cielo;
Te escribo esta carta simplemente por necesidad, pero la verdad es que no tengo nada para contarte. Es una de las primeras veces que siento que mi vida es aburrida, no escribí en el cuaderno, no toqué la guitarra ni el piano, no salí de mi casa y todavía no viajé.
Mi vuelo sale mañana temprano y en vez de tener más horas de sueño te estoy escribiendo, te estoy pensando. Ojalá me acompañaras, ojalá pudieras salir de tu zona de confort y me agarraras de la mano en las calles de Francia.
Pero supongo que solo serán deseos que morirán en mi memoria.
No respondas a esta carta porque no voy a estar para recibirla, esperá a que me instale y te envíe otra con la dirección; si es que deseas mandarme cartas."
Miró por tercera vez el papel y, sin más, lo arrugó. No podía mandarle eso a Louis, si bien él consideraba que las cartas debían plasmar sus sentimientos más puros, no creía oportuno enviar una carta llena de reproches y sentimientos llenos de anhelo.
No tenía muchas ganas de cenar así que pidió una pizza y se abrió una lata de cerveza, en la televisión se encontraba un programa de talentos el cual solía admirar desde el sillón de la sala.
ESTÁS LEYENDO
Malibú || l.s
RomanceTodos tenemos un «ojalá» en nuestras vidas. Alguien que pudo ser, y se quedó en la puerta sin entrar. Una chispa que no encontró dónde hacerse llama, y que se apagó sin dejar huella. Alguien que cuelga de tus recuerdos y que, de vez en cuando, prov...