Al fin su vida tomaba sentido de nuevo, al fin su vida inhalaba esperanzas y exhalaba sueños. ¿Quién necesita oxígeno cuando una bocanada de fé se te impregna por las fosas nasales?
En la madrugada, a pesar de todo, Louis no pudo pegar un ojo a causa de la ansiedad y el nerviosismo que su cuerpo acumulaba.
Tomó uno, dos, cinco, siete cafés para mantenerse despierto.
Escribió uno, dos, cinco, siete poemas; los cuales iban dirigidos a la misma persona de siempre.
Escuchó una, dos, cinco, siete veces su canción favorita.
Vió una, dos, cinco, siete veces aquella foto enmarcada de hacía tres años.
Sí, Louis guardaba en su escritorio una foto del ojiverde que tantos sentimientos le revolvía. Esa foto se la había sacado en una cita que tuvieron en la feria de la playa, Harry se había cortado el pelo recientemente y la luz tenue del lugar resaltaba el chocolate de sus rizos y su respingada nariz.
Entre cafeína, nostalgia y palabras la noche pasó y, de golpe y porrazo, se hicieron las cuatro y media de la mañana así que el castaño decidió pegarse una ducha para terminar de sacarse el sueño de encima y empezar a prepararse.
Tardó un máximo de diez minutos abajo de la ducha, dejando que la cascada de agua se llevara consigo todo rastro de nerviosismo, angustia, ansiedad, tristeza. Salió del baño con tan solo sus joggings puestos y se paró enfrente de su ropero, decidiendo cuál sería la marca del día: Nike, Adidas, Reebook. Su jogging era color negro, por lo que eligió una remera básica blanca y un buzo oversize negro Adidas con una franja violeta de manera horizontal, poniéndose, por último, unas zapatillas Vans clásicas. Era 12 de marzo, por lo que el otoño estaba cada vez más cerca y las mañanas eran frías.
El ojimiel tocó bocina y al cabo de dos minutos, contados por reloj, se dispuso a salir de su casa, dejando atrás el miedo, la incertidumbre, el orgullo.
Entre mates, medialunas y risas el viaje transcurrió, para su suerte, más rápido de lo que esperaba. Dos horas tenían desde su pueblo al pueblo vecino, llegando allí a eso de las siete de la mañana.
Louis era un buen copiloto, nunca te iba a dejar manejar en silencio ya que lo consideraba un vacío posible de llenar. Con Harry no había tenido muchas oportunidades de compartir viajes en auto, considerando que todos los lugares en los que teían citas eran cerca de sus casas.
Una vez sí, una sola vez pudo cebarle mates al rizado a la vez que comían tortitas negras. Esa vez habían ido a un pueblo vecino para ver una lluvia de estrellas, porque en el suyo no se llegaba a ver.
Sí, su relación parecía sacada de Disney, como sus amigos decían. Cuando les preguntaban por qué decían eso, ellos solo respondían lo siguiente: "Se aman tanto como Tinkerbell amaba a Peter, como Ariel al príncipe Eric, como Hércules a Megara." Y realmente tenía sentido ya que de eso se trataba su unión, amarse tanto que sacrificar lo más preciado no se comparaba con el sentimiento de no tener con vos al amor de tu vida.
Bajaron del auto y tocaron la puerta de la abuela de Zayn, la cual no tardó en aparecer en la escena con una gran sonrisa y una bandeja con galletitas.
—Hola mis queridos, cuánto tiempo sin verlos. Qué grandes que están, pasen y agarren una galletita. —pronunció la anciana.
—Mirtita, muchísimas gracias. Estás tan hermosa como siempre. —halagó el ojiazul.
—Siempre tan simpático Lou.
En cambio, su amigo, entró dándole un beso en la frente a su abuela a la vez que le decía "hola abue" por lo bajo. Se sentaron en el living; una habitación bastante cálida, con paredes bañadas de un terracota rústico, macetas color cobrizo colgando del techo y varias repisas color negro repletas de fotos y recuerdos que la anciana guardaba con tanto amor.
La señora los esperaba con chocolate caliente y galletitas varias recién horneadas, estando acorde al clima ventoso y frío. Entre charlas y recuerdos se hicieron las tres de la tarde así que los amigos decidieron volver para el pueblo, no sin antes pedirle a Mirta la casetera. Por suerte la mujer la tenía a mano así que no tuvo que hacer una larga caminata para encontrarla.
—Espero que esto sirva para tu amorcito a la distancia, querido. Yo de joven también tuve uno, pero espero que el tuyo tenga un final feliz.— habló la mujer con un dejo de angustia.
—Ay Mirtita, yo también espero que sirva. Muchas gracias, sin usted no hubiese llegado a este punto, la quiero. Cuidese.— terminó por decir Louis, a la vez que dejaba un beso en la frente ajena.
El ojimiel repitió la acción del inicio; le dió un beso en la frente a la vez que pronunciaba un "nos vemos pronto abue" por lo bajo. A Zayn le costaba demostrar cariño así que todo lo que decía lo hacía por lo bajo, tampoco le gustaba que los demás escucharan lo que decía ya que el miedo constante a las burlas lo carcomía por dentro, pero Louis no era así, jamás se burlaría de alguien por sus sentimientos -menos si acababa de viajar en busca de una casetera para escuchar la voz de su amado-
«En aquella guerra de cursilerías, él era el que más perdía»
Subieron al auto pero, a diferencia de la ida, Louis apoyó la casetera sobre su regazo y su cabeza sobre la ventanilla. Tener el aparato consigo le había devuelto las esperanzas y la seguridad que tiempo antes había perdido y, gracias a su genial idea de probar con un cassette que Mirta tenía en algún rincón perdido de su casa, se aseguró que el artefacto anduviera. Para evitar otra desilusión más en su vida.
No sabía cuándo, ni cómo, pero las dos horas de regreso pasaron en un abrir y cerrar de ojos, literalmente. El ojiazul había dormido todo el viaje, y su amigo se dedicó a llorar en silencio. ¿El motivo? La felicidad de su mejor amigo. Había pasado tiempo que Louis no se encontraba tan animado como ahora, había pasado demasiado tiempo perdido en los recuerdos, sólo deseaba que el rizado no jugara con los sentimientos ajenos y, de una vez por todas, se animara a poner en jaque al destino. Deseaba con todas sus fuerzas que por fin se les diera, considerando que eso haría extremadamente feliz a su hermano.
Zayn desde que conoció a Louis prometió cuidar su corazón y cumplir sus deseos, desde que lo conoció sintió la necesidad de protegerlo porque le transmitió esa vibra débil, frágil. Desde el principio supo que el ojiazul era esa clase de personas que da todo de sí sin pedir nada a cambio, ni esperar nada del otro; sólo dar, dar, dar hasta agobiar a la otra persona y hacer que se marchara. Eso había pasado con Harry, Louis le había brindado tanto amor, tanto cariño, tanta paz, que huyó al ver que jamás dejaría de dar y que él no era capaz de retribuirle en la misma dimensión. No huyó por exceso, sino por falta en sí mismo.
Luego de despertar, bajaron del auto y con el torbellino de emociones se sentaron en el living, apoyando el aparato sobre la mesita ratona y colocando en él la pieza mágica.
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La melodía comenzó a sonar y Louis se sumergió en ella. La letra se metía por sus poros y las lágrimas inundaban sus ojos. Se abrazó sus piernas y acunó su rostro en ellas, dejando que la música invadiera su cuerpo, se plasmara en su alma y se grabara en su corazón.
Todo era hermoso, Harry diciendo "you bring me home", apodándolo sweet creature y confesándole que sin importa qué él siempre sería su hogar, siempre sería su cable a tierra y siempre, pero siempre, sería su hogar.
Lloró, lloró sin parar, lloró sin temor, lloró sin vergüenza. Pero, sobre todo, lloró acompañado. Zayn se había acercado al ojiazul y acunó su cuerpo en sus brazos, apoyando su mentón en el hombro ajeno y dejando suaves caricias en la espalda buscando tranquilizar el sollozo de su hermano.
Ese era el hermoso concepto de la vida, apoyarse mutuamente sin importar las situaciones. Tomarse de las manos aunque el camino se terminara para ambos. Juntos el dolor mataba menos.
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Malibú || l.s
RomanceTodos tenemos un «ojalá» en nuestras vidas. Alguien que pudo ser, y se quedó en la puerta sin entrar. Una chispa que no encontró dónde hacerse llama, y que se apagó sin dejar huella. Alguien que cuelga de tus recuerdos y que, de vez en cuando, prov...