Capítulo 11: Lo amaba lo suficiente.

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Tengo 20 años.

Sé que aún hay muchas cosas que no sé de la vida, muchas cosas que tengo que aprender y mucho del mundo que no conozco.

Sin embargo, ahora conocía el amor. Y el amor me había cambiado de muchas formas. Desde el haberme quedado mirando el auto de Seth marcharse hasta que lo perdí completamente de vista, hasta el que haya seguido pensando en él buena parte del día. Aunque hubiera querido negarlo, no habría podido hacerlo: Estaba inmensamente feliz.

Incluso pensar en él me hacía querer sonreír y era bastante notorio para todo el mundo, pero cuando se dieron cuenta de que no tenía intención de hablar de ello, simplemente habían dejado de preguntar y asumido que mi locura no tenía vuelta atrás. Y la verdad, estaba bien con eso.

Habían tantas cosas que me gustaban de Seth, desde esos ojos negros, hasta la forma en que me sonreía. Incluso detalles tan pequeños como el que de repente sin motivo alguno cuando me observaba parecía lleno de incrédula alegría. Amaba su sonrisa, esa que a veces intentaba esconder, sus manos cálidas, como se sentía su cuerpo contra el mío cuando nos recostábamos en la cama. Muchas veces, escuché que el amor venía con el tiempo y el resto eran sólo caprichos juveniles, pero no me importaba, en ese momento, yo lo amaba, lo amaba muchísimo. Y esa era mi verdad. Lo habría dado todo por él y fue precisamente lo que hice.

Se lo entregué todo, mis virtudes, mis defectos, mis caprichos, todo lo que sentía por él, mi cuerpo e incluso mi alma si es que había una forma de dársela. Y conforme le entregaba más y más de mí, Seth se convertía lentamente en una persona completamente diferente. Ahora lo escuchaba reírse, me confiaba sus miedos y se refugiaba en mí de las tormentas de la vida. Lo sabía perfectamente, Seth era una persona muy tímida, era como un animal herido que no quería que nadie se acercara porque temía que le hicieran más daño, pero era también, una persona muy considerada, solía estar al pendiente de cualquier cosa que pudiera necesitar, muchas veces, lo tuve que retener de quitarse su propia comida y entregármela, simplemente porque yo decía que tenía hambre. Incluso, aunque muchas veces, aquella podía ser su primera comida del día. Eran tan desinteresado que no podía evitar tener que estar constantemente vigilándolo y asegurándome de que tuviera aunque fuera las cosas básicas, cuatro comidas en un día, abrigo. Y mientras más lo quería, parecía que realmente... estaba comenzando a curar.

Una tarde cuando lo fui a buscar a su salón de clases lo vi conversando con un compañero, parecía realmente estar haciéndo esfuerzos por hacerlo, por rodeárse de gente, por dejar de alejar a todo el mundo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro conforme me apoyaba contra una pared lejana. Realmente me llenaba de felicidad ver que estaba intentando hacer amigos, ver que lentamente estaba intentando abrirse al mundo. Conversó por alrededor de quince minutos, entonces se despidió e inmediatamente comenzó a buscarme con la mirada, incluso se veía algo culpable cuando me divisó y avanzó hacia mí. Lo envolví con mi brazos mientras él susurraba –Lo siento, ¿tuviste que esperar mucho?

–No, acabo de llegar– respondí mientras inhalaba el suave aroma de su piel.

El soltó una risa y negó un poco mientras besaba mi mejilla –Mentiroso, sé que estás aquí hace mucho, te vi llegar.

–Te vi haciendo amigos.

–¿Son celos los que escucho?

Negué levemente –No, no sabes cuánto me gusta que conozcas nuevas personas.

Se separó un poco para contemplar mi rostro, sus ojos tenían un brillo suave y había leves huellas de una sonrisa en su rostro –Sin duda conocerte, hizo cambiar mi vida.

Lo atraje hacia mí y le di un beso en la frente – ¿Y si nos vamos por un helado? ¿O es demasiada dulzura para usted señor? – dije bromista, vi como rodaba los ojos mientras su sonrisa se ensanchaba.

SETHXHORUS: Entre el desierto y el cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora