Capítulo 3: Arenas movedizas. [+18]

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ADVERTENCIA: CONTENIDO PARA MAYORES DE 18 AÑOS.

Me quedé muy quieto mientras intentaba frenéticamente analizar la situación, pero en ese segundo, mi boca fue entreabierta por la suya y su lengua cálida me invadió. Sus ojos estaban cerrados, parecía completamente entregado a ese beso y eso fue lo que me hizo reaccionar, lo aparté de un golpe y me senté en el suelo.

–¿Qué mierda crees que estás haciendo? – le grité.

Pero él no dijo una palabra, arrodillado a menos de un metro de mí sólo me miró, su respiración pesada y caliente, su mirada ardía. No tardé mucho en notar que mi cuerpo estaba ardiendo junto a él, nos miramos así, a menos de un palmo de distancia y de repente volvió a lanzarse contra mí, pero esta vez no lo esquivé, dejé me presionara sobre la alfombra, dejé que presionara su cuerpo contra el mío e incluso lo atraje un poco más cerca enrollando mi brazo en su cuello.

El beso tenía un tinte frenético, como si una extraña urgencia nos hubiera invadido, pero de repente, mi ruidoso mundo mental que estaba todo el tiempo preparado para defenderse contra este tipo, se quedó silencioso y fue mi cuerpo quien tomó completamente el control. Debería defenderme, sabía que debía hacerlo, pero una de mis manos se había sumergido bajo su camisa y recorría todos y cada uno de los músculos de su espalda. Sentí como el aire escapaba de sus pulmones bajo mi tacto y aquello me llenó de una secreta satisfacción, quería verlo vulnerable, quería ver cómo ese rostro siempre tan controlado y frío se derretía bajo mi toque, me separé un par de centímetros de sus labios y pude notar su mirada sobre la mía, intenté incorporarme un poco, pero noté como quiso retenerme, quizás aún no había tenido suficiente y no quería que terminara de esa forma. Genial. Yo tampoco había tenido suficiente.

–Déjame....–susurré suavemente cerca de su boca mientras aún continuaba mirándolo y me incorporaba con lentitud –Sólo déjame.

Vi como dudaba un par de segundos y luego finalmente iba cediendo mientras me ubicaba sobre él. No apartó su mirada de mí en ningún segundo, sus manos firmemente sujetas en mis caderas. Bajé para dejar suavemente un beso en sus labios, los cuales temblaron e hizo un amago de corresponderme pero me retiré antes de que lo hiciera, sentí una sonrisa de satisfacción extenderse por mi cara cuando vi su expresión disconforme y entonces me sumergí en su cuello. Mis manos se entretuvieron desabrochando todos y cada uno de los botones de su camisa y cuando por fin terminé con esa tarea, me detuve a contemplarlo. Sólo una vez había visto su pecho desnudo y firme. Había sido un error, parte en su culpa porque no cerró la puerta del baño, pero me había costado una semana de comentarios sarcásticos y bromas estúpidas. Sin embargo, esta vez dejé correr mi mano completamente por su pecho, no es que no lo hubiese pensado nunca, había aparecido el pensamiento en una que otra noche solitaria, pero por supuesto que lo había dejado escapar rápidamente no quería tener nada que ver con este tipo.

Pero ahora, mierda, en ese preciso momento dejé mi boca resbalar desde su cuello hasta su clavícula, entretuve mi boca en esos puntos sensibles en su pecho y lo sentí temblar, levanté la vista para notar cómo intentaba firmemente mantener el control, casi con desesperación pero, aún así, no había logrado abrir la boca para decirme que me detuviera. Sentí como como si estuviera enloqueciendo, ¿Incluso en un momento así iba a intentar mantener la compostura? Sin quitarle la vista de encima, mi mano se movió y le di un apretón en el miembro, vi como dejaba escapar todo el aire de sus pulmones, sin embargo, se negaba a mirarme.

Aquello fue suficiente, de repente sabía exactamente la forma en la que rompería ese control, cuando mi mano se posó en el cierre de sus pantalones vi ese par de ojos oscuros y brillantes sobre mí, sí, quizás su cuerpo aún no perdía el control pero pude notar un atisbo de desesperación en su mirada, casi pensé que me iba a pedir que me detuviera, pero ninguna palabra escapó de su boca, sólo me miró, bajarle lentamente la ropa y luego tomar esa asa ardiente entre mis dedos, lo observé morderse el labio inferior y ese sencillo gesto me distrajo. Ahora era yo quien quería morder esa boca.

SETHXHORUS: Entre el desierto y el cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora